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Fotos

Vida diaria en la Rumania comunista

Andrei Pandele, Entrevista por Ioana Moldoveanu

1985. Podías esperar un camión hasta por una hora. Por eso siempre estaban tan llenos que tenían que andar con las puertas abiertas, con la parte trasera casi tocando el suelo por el peso. Andrei Pandele es el único fotógrafo rumano que tuvo los suficientes huevos para mostrar, sistemáticamente, la era de Ceaușescu de 1970 a 1980. Fue una época en la que tomar una foto donde se mostrara carestía, como una línea de gente esperando pan, era visto como una “denigración de la realidad socialista” y podías terminar seis años en prisión. El archivo fotográfico de la Rumania comunista de Pandele, de 65 años, es tan vasto que, cuando le pedimos que nos mostrara sus imágenes sin publicar, ¡nos mandó un CD con 11,000 fotografías! Cada una, cautivadora y asombrosa. VICE: ¿Por qué esperaste hasta 2005 para hacer públicas tus fotografías?
Andrei Pandele: La gente se ofendía con mi trabajo y lo veía como un acto de difamación hacia Rumania, cuando en realidad es una crítica al comunismo. Sólo para darte un ejemplo, en 1993 le mostré mis fotografías al actual director del Museo de Arte Contemporáneo de Bucarest, quien se ofendió tanto que tiró mis fotos a la basura. La gente no ha hecho la paz con su pasado. Muchos no lo han hecho. ¿Cómo comenzaste a tomar fotos que retrataran la vida durante el comunismo?
No sólo soy fotógrafo: también soy arquitecto. Cuando Ceaușescu comenzó a demoler iglesias y vecindarios completos, quería inmortalizar el Bucarest que yo amaba y que estaba desapareciendo frente a mis ojos. No era ilegal, pero se veía muy sospechoso. Durante el primer año y medio, me interrogaron unas treinta veces. Entonces, me di cuenta de que lo que tienen en común los policías, los criminales y los perros es que se ponen agresivos cuando huelen el miedo. Así que cambié mis formas de tratar a la policía para que me dejaran en paz e investigué los nombres sus superiores, a quienes temían. También tenía una identificación de prensa porque trabajaba como fotoperiodista freelance en las únicas dos publicaciones deportivas del país, al igual que una identificación de arquitecto. ¿Tenías miedo?
Mira, para hacer algo especial, hay que tomar riesgos. La gente piensa que me escondía para tomar las fotos, pero mido un metro noventa: ¿cómo me podía esconder? Tengo una foto de la demolición de una iglesia en la que un policía me observa directamente para ver que no esté fotografiando. No era estúpido. No me ponía la cámara en la cara; dejaba que colgara de mi cuello y recargaba la mano derecha en ella, como si estuviera descansando y hacía algo con la mano izquierda para desviar la atención. Por supuesto, no siempre conseguía buenas fotos de esa manera, pero, aun así, hay algunas muy buenas. Muchas personas dicen que lograste tomar esas fotos gracias a que eras informante.
También he escuchado que era el fotógrafo de Ceaușescu, lo cual es extraño, ya que no tengo fotos de él. Sólo trabajaba en el centro de Bucarest en un edificio en forma de torre frente a una de las principales vías de comunicación, lo que hacía que fuera muy sencillo tomar fotografías cuando sucedía algo. ¿Cómo conseguiste cámara y película?
Mi padre era un famoso ginecólogo y, cuando iba a congresos fuera de Rumania, me traía película. Era muy cara y sólo me alcanzaba para comprar diez rollos a la vez con mi salario. Me compró mi primera cámara en Viena. Yo hacía todo el revelado en casa de mi padre, donde también guardaba la película. Si la policía hubiera revisado mi casa, todo lo que hubieran encontrado hubiera sido una película que decía “Partido de handball Rumania contra Alemania”, con 34 fotos de un juego. 1988. Los hipsters en los días comunistas usaban jeans y tenis de marca, como Nike y Puma, que los marineros traían de Occidente junto con discos de vinilo que eran duplicados en cassettes con una velocidad sorprendente. 1981. El final de la copa Davis en 1972 entre Estados Unidos y Rumania fue en Bucarest. Los rumanos, después de que les repitieran “Debes ganar, debes ganar” durante meses, perdieron —probablemente por la presión mental—. Diez años después, los policías que resguardaban las competencias se aburrían tanto que se desvestían y tiraban al sol con las pistolas a la mano. 1987. No se permitía viajar fuera del país como turista, así que todas las vacaciones eran locales, en las montañas o junto al mar. Algunos viajaban en bicicleta; otros, en carro, y otros usaban vehículos todo-incluido, donde comían, dormían, fumaban y, si tenían suerte, se cogían alguna chica. 1980. Gente formada esperando boletos para el futbol. Los juegos eran muy mansos, ya que los fans no querían llamar la atención. Cuando Rumania jugaba contra otro país, el público local era separado de los visitantes por las fuerzas de seguridad. 1985. Los carros eran muy caros y había una lista de espera de siete años para obtener uno. No había muchas opciones en cuanto a marcas: la mayoría eran Dacias rumanos, que siempre te quedaban mal a la mitad del camino. Para ahorrar gasolina, sólo los carros con placas con terminación en número par podían manejar el fin de semana, y los carros con placas impares, durante la semana. Si no tenías garage, había que dejar hibernar el carro en la nieve durante meses, hasta descubrirlo en primavera todo oxidado. 1986. Ceaus,escu visitó China y Corea del Norte en 1971 y regresó con el deseo megalómano de escuchar a cientos de miles de personas gritando su nombre. Desde ahí, sus desfiles se convirtieron en entretenimiento obligatorio nacional para los que la gente llegaba en camiones de toda Rumania. Eventualmente, estos espectáculos eran en todas las festividades. Por ejemplo, al principio del año escolar, los alumnos esperaban a Ceaus,escu en el sol hasta por nueve horas y muchas veces no aparecía. Esos niños previamente seleccionados eran mantenidos en cuarentena durante días para asegurarse de que no contagiarían a Ceaus,escu con el virus de la gripe. 1989. El pollo normalmente pesaba menos de un cuarto de kilo: eran más chicos que palomas. Siempre había escasez de comida. Fuera de Bucarest, encontrar pan era un verdadero problema. Para conseguir pan en Bucarest, había que comenzar a hacer fila desde que amanecía. La carne no se vendía, a menos de que tuvieras las conexiones correctas.

1989. Algunos partidos de futbol no se transmitían por TV, así que muchas personas se trepaban a las azoteas para instalar antenas de TV y poder ver los partidos a través de la señal búlgara. 1975. Esta chica se sirve una comida muy básica en un patio usando un vestido hecho a mano. La ropa se hacía a mano en lugar de ser comprada, y cualquier agujero en un calcetín o blusa era reparado inmediatamente.

1992. Un niño discapacitado tocando el acordeón en el bulevar Unirii, en Bucarest.