Vino tinto y cigarros para Gauchito Gil, el santo del pueblo

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Vino tinto y cigarros para Gauchito Gil, el santo del pueblo

En el inicio de la Avenida Corrientes, en Buenos Aires, Argentina, hay un parque donde se encuentra el santuario al Gauchito Antonio Gil. Los fieles al Gauchito visitan este lugar para encender una vela desde muy temprano como muestra de agradecimiento por algo que les cumplió y ya que están ahí, algunos aprovechan para pedir algo más.


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Dicen que Antonio Gil fue el Robin Hood de la ciudad argentina de Mercedes, en la provincia de Corrientes. Que fue tomado prisionero por el Coronel Salazar y a pesar de la movilización del pueblo para que fuera liberado, lo ejecutaron un 8 de enero. No se sabe con exactitud el año de su muerte, pero dicen que ésta sucedió en el siglo XIX. Dicen que el hijo de Salazar estaba enfermo de gravedad y todo apuntaba hacia su muerte, pero el Gauchito le dijo al Coronel que al volver a casa encontraría sano a su hijo, ya que él "intercedería ante Dios por su vida". Cuando el Coronel Salazar regresó a casa, después de ejecutar a Antonio Gil, encontró a su hijo sano y salvo. Dicen. En la actualidad cada vez son más los fieles a este personaje que aseguran es muy milagroso.

Al principio del día, vimos entrar al recinto a unas cuantas personas, pero conforme avanzan las horas son más los que se acercan al santuario. Al Gauchito se le deja una vela roja encendida, vino tinto y cigarrillos, principalmente. Hay quienes dejan una cinta color rojo y se llevan, a manera de pulsera, otra cinta que recogen de las que anteriormente alguien dejó. "Esto asegura que vengas otra vez para que dejes la cinta que te llevas y tomes otra", nos dice un chico.


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A las 12 del día llegan dos señores con algunas bolsas grandes de pan, carne y vino. Ellos son Mauricio y Omar. Van a hacer un asado en honor al Gauchito y nos invitan. Nadie les da dinero para este abundante asado, pero lo hacen en agradecimiento. Todo el que pasa por ahí está invitado a servirse un vaso de vino, comer un choripán y un trozo de carne.

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"Le pido que cuide mi trabajo, me ayude y que aleje todos los peligros que tengo encima", nos cuenta Juan Manuel, de 31 años. "A cambio le prometí que voy a venir el día 8 de cada mes y que me voy a hacer un tatuaje en el brazo derecho para mostrarle mi agradecimiento".

Para Mariano, el Gauchito es un compañero que lo acompaña por intermedio de Dios y de la Virgen de Luján, "siempre le pido salud y por el bien de mi familia".

Al Gauchito lo siguen personas de distintas edades y no importa si son católicos o no. "El Gauchito Gil es del pueblo y no hace distinción por nadie", dice un chico que se tomó unos segundos en su trabajo que consiste en mantener limpio el parque donde está el santuario.

Avanza la tarde y el vino se termina, pero sólo por un momento, porque Mauricio y Omar traen más vino en tetra brik

Jorge y Pedro son quienes cuidan el Santuario. Nos cuentan que antes era sólo una estatuilla del Gauchito, pero con el tiempo se fue construyendo la pequeña capilla y el resto del espacio. Esto hace menos de diez años. "Han venido a querer tirar esto, pero lo que tiran yo lo vuelvo a levantar. Mientras yo esté aquí, el santuario seguirá de pie y con la ayuda de todos seguirá creciendo", dice Jorge.

Son las dos de la tarde y por primera vez encontramos a una persona que cuelga una placa con su nombre en agradecimiento al milagro cumplido. "Le hicimos unas peticiones de arreglar la casita, tener salud, trabajo y bueno, hasta ahora viene funcionando la creencia de uno. Él está cumpliendo con nosotras y por eso le prometimos una plaquita en agradecimiento. Yo conozco al Gauchito desde los 12 años. Es como un ciclo: uno pide, recibe y devuelve", nos cuenta Fernanda, de 25 años.

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Rubén, de 28 años, es profesor de Muay Thai y le pide que cuide a sus alumnos en los combates y de paso que ganen. A diferencia de otras personas, cuando visita al Gauchito, no deja vino o cigarrillos, deja comida. "Yo vengo una vez por mes y le dejo diez kilos de arroz. Yo prefiero dejar comida porque otra persona la va a comer, es para otro. El Gaucho era eso, un bandido que le robaba a los que más tenían y se lo daba a los pobres".

A las cinco de la tarde ya han pasado más de cien personas por el santuario y siguen llegando seguidores del Gauchito. El vino sale casi como por arte de magia de las manos de Mauricio y de Omar. Un poco más tarde veo una imagen que me sacude: una chica de unos 28 años carga en brazos a un niño de apenas unos meses de nacido. Hincada mira la figura de Antonio el Gauchito Gil y comienza a llorar.

A las seis de la tarde Mauricio y Omar recogen el asador. En un rato más caerá la tarde y es hora de ir a tomar una cerveza. Llevamos en la cartera una estampita del Gauchito, que más tarde regalaremos a otros seguidores de este singular personaje.