El invierno está listo para golpearnos el trasero con chorros de agua congelada y no lograremos evadir la mierda de los poodle en la banqueta, ni enviar mensajes de celular con la lengua porque no podremos sacar los dedos de los guantes. Vito nos mandó estas fotos del último verano y no sabemos si deberíamos mentarle la madre o amarlo por hacernos recordar los días en los que nuestros huevos colgaban hasta el suelo y los vagabundos no te veían como la mascota de Michelin.
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