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Cultură

¿Y si las mujeres empezamos a pedir matrimonio?

¿Por qué seguir esperando, cual princesas depresivas, a que el hombre haga la pregunta del millón?

Laura le pidió matrimonio a su novio en medio del desierto el 31 diciembre de 2015. Estaba muy nerviosa; ansiosa pero decidida. Así que aprovechó el momento en el que estaban sentados sobre la cajuela de su carro, luego de haber visto algunas constelaciones a través de un telescopio, e hizo lo mismo que millones de hombres alrededor del mundo hacen: tragó saliva, sintió que el corazón se le iba a salir, y soltó una de las preguntas más importantes de su vida: "¿quieres casarte conmigo?".

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Javier, que sabe muy bien cómo es Laura y por qué es la mujer que eligió para compartir su vida, se lo ratificó con mucha emoción y con un "obvio que sí", que debió parecer lluvia fresca sobre aquel valle árido en la última noche de 2015.

Cuando me contaron la historia de Laura y Javier, recordé a otras conocidas que sufren lo indecible, día tras día, porque sus novios no les lanzan "la pregunta del millón". Cada día que pasa sin que ellos irrumpan en la sala de repente, con cara de maridos y con el mariachi tocando "Si nos dejan", es un día más de frustración y desespero.


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Algunas, tal vez presionadas por sus familias, por su religión, por sus propias expectativas o simplemente por ese tic tac que marca el ritmo de la presión social, llegan a pensar que sus novios no son todo lo que ellas creían. Que sí, que son trabajadores, honrados, apasionados y hasta buenos en la cama, pero que carecen de convicción. O de huevos. Se desilusionan horriblemente. ¿Y todo ese sufrimiento para qué? ¿Por qué simplemente no hacen lo mismo que Laura?

Es una situación curiosa y compleja. No me refiero a que soñar con una propuesta de matrimonio esté mal. Es decir, cada mujer quiere lo que quiere y si eso incluye a un príncipe encorbatado arrodillándose sobre una cama de pétalos de rosa en el restaurante más fino de la ciudad, pues perfecto. Cada una con su fantasía. Lo que creo que sí está mal es no contemplar la posibilidad que contempló Laura.

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A ella no le pareció nada fácil pedirle matrimonio a su novio, también murió de miedo y supo que muchas personas la tildarían de loca y desesperada, porque eso pasa si es la mujer quien propone matrimonio. Pero ella entendió que podía elegir y comprendió que, en su caso particular, al no estar sujeta a las leyes estrictas de alguna religión, podía hacer con su vida y su corazón lo que se le diera la bendita gana.

Y lo logró: hizo su voluntad, preguntó y le dijeron que sí. Laura está feliz, se va a casar en julio y Javier no se siente menos hombre porque haya sido su novia quien tomó la decisión de dar el siguiente paso. De hecho, Javier insiste en que son esas cosas que ella hace las que lo tienen enamorado.

Cuando me contaron la historia de Laura y Javier, recordé a otras conocidas que sufren lo indecible, día tras día, porque sus novios no les lanzan 'la pregunta del millón'.

No todos los hombres son como Javier, que es bastante liberal para muchas cosas y no se casa con las convenciones. De hecho, un estudio hecho en Estados Unidos, en el que se le preguntó a 277 estudiantes de pregrado de la Universidad de Santa Cruz, quién debería lanzar la pregunta del millón, un 32,8 por ciento insistió en que debe ser el hombre, un 5,37 por ciento votó por la mujer y un gran 61,83 por ciento cree en cualquiera de las dos posibilidades. Aquí, lanzando hipótesis, me imagino que en Latinoamérica la cifra seguiría inclinada a que los hombres sean quienes propongan matrimonio.

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En Irlanda, por ejemplo, existe por tradición un día en el que es "normal" que las mujeres le propongan matrimonio a sus novios. Si alguna irlandesa decide hacerlo el 29 de febrero de un año bisiesto, durante el "leap day", puede contar con que nadie la va a tildar de loca o desesperada. Sin embargo, aún esta licencia parece no ser justa (ni estar justificada) del todo. La tradición está toda envuelta por un aura de humor, como si una propuesta de matrimonio lanzada por una mujer no tuviera validez y se tratara de un mero chiste costumbrista.


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De hecho, creo que estos mensajes negativos tienen mucho que ver con el tema de quién le pide matrimonio a quién, esto gracias a la historia, a las imposiciones sociales y religiosas de hace décadas y siglos. Y, saliéndonos un poco de la parroquia ––aunque no tanto––, por películas de Hollywood en las que estar casado significaba ser un animal amarrado e infeliz.

De ahí que todavía conservemos costumbres como no felicitar sino dar el pésame a quien se casa y celebrar despedidas de solteros y solteras "porque a partir de mañana se le acaba la fiesta" o como generalizar la vida en pareja como un penoso trasegar que es obligatorio. Y habiendo escuchado tanta mierda anticuada sobre el matrimonio, quién va a querer cargar con la responsabilidad de ser el que diga "te invito a que nos arruinemos la vida juntos". Pobres los hombres que todavía creen que les toca a ellos, pobres las mujeres que los siguen esperando y pobres todos los que crecimos con ideas tan horribles sobre la vida en pareja.

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Por fortuna, hoy en día ––gracias al devenir del mundo–– esta idea de que el matrimonio es una cárcel infernal ha cambiado bastante. Como ya no nos casamos porque nos toca, sino porque queremos, es más probable que la vida en pareja resulte siendo un viaje interesante en lugar de una aniquilación.


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Entonces, si están de moda estas relaciones modernas y ––en lo posible–– más sanas y equitativas ¿por qué seguir esperando, cual princesas depresivas, a que el hombre haga la pregunta del millón? ¿Qué tal si es la mujer la que pregunta y resulta igual de válido? ¿Qué tal si cualquiera de los dos hace la pregunta y eso no le quita nada a nadie y le trae dicha a ambos? Y ¿qué tal si no hay pregunta? ¿Qué tal si no hay anillo? ¿Qué tal si simplemente el hombre y la mujer se sientan a charlar, de igual a igual, y lo deciden juntos?

No creo que el siguiente paso sea literalmente salir corriendo a pedirle matrimonio a un hombre, sino entender que tenemos la posibilidad de hacerlo, que está muy bien hacerlo y que es igual de válido. Todo si se nos da la gana.

Pertenezco a un grupo secreto de 193 mujeres en Facebook (no, no es Wikimujeres) y les pregunté si le propondrían matrimonio a sus novios. La pregunta fue vista por 66 mujeres en un lapso de dos horas y tuvo 33 comentarios. Diecisiete mujeres dijeron que sí lo harían y 16 respondieron que no lo harían.

Interesante.