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Viajes

El zoo de animales disecados de este palestino te rompe el corazón

El Dr. Khader vive en Qalqilya donde se encuentra el único zoo de Palestina, lugar del que es director y veterinario residente. Fui a visitar la exposición de animales disecados que ha creado con las bestias que murieron durante la Segunda Intifada.

Un temible león se alza sobre su presa.

Vale, de acuerdo, alguien disecó el caballo de Napoleón, pero por regla general nadie le presta mucha atención a los animales que han sido víctimas en una guerra. Nadie, claro, excepto el Dr. Sami Khader.

El Dr. Khader vive en la ciudad palestina de Qalqilya. Es un lugar que ha tenido su cuota de odios. Desde el año 2003, las aproximadamente 40.000 personas que viven allí se han visto cercados por los muros de la infame barrera israelí de Cisjordania. También es donde se encuentra el único zoo de Palestina, del que el Dr. Khader es el director y veterinario residente.

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Botellas de refrescos de plástico de varios tamaños, terrarios portátiles para las criaturas del doctor, se encuentran desperdigados por toda su habitación. Sobre la mesa, dos serpientes están enroscadas en la base de sus botellas; en el suelo, un escorpión se pasea de un lado a otro de su contenedor, y una botella asoma de la bolsa de cuero del doctor, aunque no llego a ver qué criatura vive en su interior. Aunque puede que sólo sea una Coca-Cola. Todos los animales fueron encontrados por el doctor o llevados allí por los habitantes de Qalqilya, y mezclados con los vivos hay esqueletos, insectos con alfileres y un lince disecado.

El Dr. Sami Khader, director, veterinario residente y taxidermista autodidacto del zoo de Qalqilya.

“¿Quieres sostenerla?”, me pregunta el Dr. Khader haciendo un gesto hacia una de las serpientes encima del escritorio. Me explica como si tal cosa que no hace mucho le mordió otra serpiente; una de una especie que, al parecer, podría haberle matado en cuestión de una hora de no haberse inyectado, si bien con algo de retraso, un antídoto.

“Fue un día muy tonto”, recuerda el Dr. Khader. “Estaba dando una charla en una escuela y llevé conmigo unas serpientes para enseñárselas a los chicos. Estaba oscuro y eché mano al contenedor que no era. Normalmente cojo a la serpiente por la cabeza, pero ese día cogí la serpiente equivocada y sufrí una mordedura. Acabé mi presentación y después me fui al hospital".

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Pero yo no estoy aquí para observar a las serpientes de las botellas. Estoy aquí para ver una exposición de animales disecados que el Dr. Khader ha creado con las bestias que murieron durante la Segunda Intifada, los cuatro años de luchas que se llevaron las vidas de 4.000 palestinos y más de mil israelíes.

En este punto es probable que merezca la pena mencionar que el Dr. Khader parece ser un taxidermista completamente autodidacto.

Durante ese período de guerra, el Dr. Khader tuvo que afrontar la imposible tarea de cuidar él solo de todo el zoo. Hordas de animales fallecieron durante el asedio israelí de la ciudad, la mayoría debido a inanición o falta de tratamiento de enfermedades. Sin embargo, la ubicación del zoo tuvo también algo que ver con el número de muertes. La parte de atrás del complejo está rodeada por tres colegios, y eso, me cuenta el Dr. Khader, trajo problemas "cuando los tanques entraron en la ciudad, y los shabab [jóvenes palestinos] empezaron a arrojarles piedras. Cuando pasó eso, la respuesta fueron gases lacrimógenos, bombas y balas, muchas de las cuales atravesaron los muros del zoo. Muchos de los animales de esa zona murieron asfixiados por el gas”.

Desde la oficina de Sami caminamos hasta el complejo del museo, pasando bajo un estrecho arco hasta el interior de una sala de forma ovalada. Alineadas en las paredes hay botellas que contienen fetos, mortinatos y algún animal ya desarrollado con la etiqueta "cáncer". Es una exposición extraordinariamente siniestra.

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Casi 100 animales exóticos en diferentes estados de deterioro se amontonan juntos en una habitación sinuosa y oscura. Está abarrotada y hace calor, pero sorprendentemente no huele, y la heterogénea mezcla de especies brilla bajo las espeluznantes luces de ambiente amarillas, anaranjadas y azules.

Sobre el suelo, pelícanos, monos y una cabeza disecada de conejo se encuentran montados en animación suspendida sobre un falso tronco. Por encima de ellos, cabezas de leones, gacelas y ciervos miran hacia abajo hacia los otros animales. Algunas piezas están completas, mientras que a otras les faltan ojos, el trabajo con los huesos se nota deficiente o tienen cavidades desde las que asoma el relleno.

El pináculo de este perturbador muestrario es una jirafa disecada de cuatro metros y medio llamada Rudy, colocada en la entrada. “Una noche, los soldados irrumpieron disparando”, dice el doctor. “Estaba oscuro y había mucho ruido, de modo que la jirafa se volvió loca y se puso a correr de un lado a otro. Se golpeó la cabeza contra una barra de hierro y se desplomó”. El golpe no bastó para matar a la jirafa, al menos no directamente. Rudy terminó falleciendo de una embolia, ya que la presión necesaria para transportar la sangre desde el corazón hasta el cerebro de la jirafa, ya de por sí enorme, se hizo demasiado elevada. "Cuando una jirafa está tendida, eso significa que va a morir", dice el Dr. Khader.

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Rudy y Brownie, los Romeo y Julieta de la exposición de taxidermia.

La cosa aún se puso peor. La muerte de Rudy le produjo a su compañera una severa depresión. “La hembra estaba entonces preñada de 12 meses”, explica el Dr. Khader. “Vio al macho después de su muerte y se volvió inconsolable. Dejó de comer y terminó abortando”. Un día, otro bote de gas lacrimógeno cayó dentro del zoo. Brownie se asfixió. Ahora su cuerpo se preserva junto al de Rudy en la exposición.

Hoy, con la lucha en retroceso, el zoo es un refugio de las draconianas medidas de seguridad impuestas en Qalqilya por la ocupación. En la parte exterior del museo, familias palestinas, grupos de veraneo y revoltosos adolescentes de toda Cisjordania vienen aquí a disfrutar de uno de los pocos espacios abiertos que hay en la Palestina urbana. Hay un gran patio de juegos, un mini-parque de atracciones, un estanque en el que ir en bote de remos e incluso algunos animales todavía vivos.

Niños en la parte del zoo de Qalqilya en la que guardan a los animales vivos.

El Dr. Khader describió una vez el zoo como “una pequeña prisión dentro de una prisión mayor”, y un trayecto en coche por el distrito de Qalqilya refleja esta realidad. La ciudad y el área que la circunda han sido sometidas a algunos de los más severos aspectos de la ocupación. En 2003, el muro aisló a comunidades enteras de la tierra y las aldeas de los alrededores, diezmando la economía local de un modo que Qalqilya claramente no se va a recuperar. El efecto acumulativo ha sido tal que el índice de desempleo en Qalqilya es el más alto de toda la Ribera Occidental, y las restricciones a la construcción impuestas por los israelíes han hecho que la densidad de población sea aún mayor que la de Ciudad de Gaza.

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Obviamente, esto significa que no es que haya un enorme montón de dinero invertido en el zoo. Esta falta de financiación y el descenso de público desde la Segunda Intifada han obligado a que el zoo tenga que improvisar. El Dr. Khader, un hombre lleno de recursos, ha estado fabricándose sus propias jeringas, e incluso ha construido una cerbatana casera para administrar tranquilizantes. Está claro que el doctor ama este lugar.

“El zoo es importante para los palestinos”, me dice antes de marcharme. “Es un lugar para que la gente se reúna. Aquí la política no tiene sitio. Un día esto será simplemente un zoo y tú podrás venir y escribir sobre los leones, no sobre la intifada".

Podéis leer más trabajos de Daniel en su página web.

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