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Folclor del futuro

La historia definitiva de las botas picudas.

MODA

Folclor del futuro

Las botas por fin dieron en el clavo

Por Esteban Sheridan Cárdenas

Fotos de Edith Valle

Martín Hernández Rodríguez (con camisa roja), Saul Nicolás Coronado (camisa negra) y Gabriel Rodríguez Flores (camisa blanca), un conjunto de baile de Buenavista.

En nuestro viaje a Matehuala, en el estado de San Luis Potosí, el único “turismo” que vimos fue el de unos güeros con la bandera de Holanda en la mochila, quienes seguramente acabaron ahí porque un agente de viajes escribió mal Guatemala en la computadora. Según entiendo, en el idioma guachichil, el nombre de esta ciudad significa “¡No vengan!”. Y es que es lógico: Matehuala, la segunda ciudad más grande de San Luis Potosí y una de las zonas más pobres de México, no es un destino particularmente atractivo.

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Aun así, decidimos aventurarnos por estas tierras en busca de las botas vaqueras más picudas y exóticas y conocimos a unos dignos representantes de una moda hecha en casa que, desde que surgió, hace casi un año, empezó a multiplicarse en las pistas de baile de los rodeos y discos de la región. Según algunas versiones, la moda de las botas exóticas nació en Matehuala entre los moteles cincuenteros y las tolvaneras de la zona y fue exportada a Texas, Tennessee, Oklahoma y otros lugares de Estados Unidos. Hoy estas botas parecen estar en cualquier lugar del gabacho en donde haya un número considerable de mexicanos.

Nadie sabe bien a quién se le ocurrió modificar las botas de esta manera; lo cierto es que la moda tuvo su boom en internet y, eventualmente, se convirtió en un meme entre las tías que mandan mails en cadena. Esto quizá sucedió gracias a sitios web donde aparecen fotos de gente con botas enormes, skinny jeans y pequeños sombreros vaqueros, que reciben comentarios en spanglish del tipo “Just sad!! i’ll pray for you!” y “No Mames Guey. What a Disgrace”.

Pocos usuarios de estos sites defienden la moda. De hecho, quizá estas páginas y algunos correos ma- sivos con subjetcs idiotas como “chekate estos nacos OH MY GOD!!!” tengan algo que ver con el hecho de que, al llegar a Matehuala, donde supuestamente fue inventado este calzado sensacional, no encontramos los cientos de botas exóticas que nos habían prometido.

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La mayoría de los habitantes de la región de Ma- tehuala que usaba botas exóticas parece haber dado un giro de 180 grados: ahora visten sus pies con unas decepcionantes botas que llaman nariz de marrano, que son justo lo opuesto a las botas picudas de 2 metros con rayos láser, máquinas de humo y iPads colgando de las puntas que esperábamos encontrar en esta expedición.

Hoy la gente “bien” se burla de estas botas y la subcultura que las acompaña. Aun así, aunque la moda está cambiando en Matehuala, basta con ver las fotos de quienes las siguen usando y escuchar la música de sus fiestas tribales para darse cuenta de que en San Luis Potosí y en las ciudades gringas adonde emigran los potosinos está sucediendo algo verdaderamente interesante.

Las botas vaqueras exóticas son una de las muchas modas random que existen alrededor del tribal, un género musical popularizado entre las nuevas generaciones transfronterizas por DJs como Érick Rincón, quien a sus 17 años ya ha hecho remixes oficiales para gente como Brodinsky y, con una PC instalada en su cuarto en la casa de sus papás, provee de música bailable a decenas de miles de mexicanos que viven en nuestro país y en Estados Unidos.

El tribal es un cut and paste hiperactivo que resul- ta de la combinación del tribal house mezclado con hard style y high energy y usa elementos prehispánicos, como cánticos y flautas. Este tipo de tribal existe desde hace tiempo en el Distrito Federal, pero Érick Rincón y 3Ball MTY comenzaron a incorporar ele- mentos de la cumbia colombiana popularizada por artistas como Celso Piña y desarrollaron un estilo llamado tribal guarachero braveado, que, según nos comenta Érick, está de moda entre algunos raperos, cholombianos, fachas y emos de la ciudad de Monterrey.

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Por alguna razón misteriosa que ni Érick ni nadie entiende, los “vaqueros” de la región de Matehuala también comenzaron a bailar la música tribal, lo mismo que su parentela del otro lado, lo que convirtió este género en algo bajo lo cual, como en el free for all de la cultura rave de los noventa, conviven subculturas que, en teoría, no deberían llevarse bien.

En Matehuala, en rodeos como el Mesquit Rodeo y el Desierto Light se organizan concursos de baile tribal en los que participan grupos de amigos, en su mayoría hombres de los alrededores. Días antes del concurso, los participan- tes pasan horas ensayando coreografías y fabricando sus propios outfits con materiales locales (léase baratos) para presentarse ante el público y bailar tribal con el sueño de ganarse una botella de whisky, quizá algo de dinero en efectivo y, sobre todo, la aprobación de la concurrencia.

Aunque cada vez menos, también se realizan concursos de las botas más picudas, en los que algunos individuos presentan sus botas en un baile, botas que, por lo general, fabrican ellos mismos y han llegado a medir más de 2 metros.

Botas picudas o no, al terminar los concursos la gente pasa horas bailando en círculos, creando una especie de torbellino humano con una vibra PLUR rarísima que zapa- tea e improvisa sus pasos como los matachines del futuro. Lo hacen al ritmo de una música que viene de internet y de la frontera y que en una sola rola puede mezclar sonidos diversos, como flautas prehispánicas, guarachas colombia- nas, Carmina Burana, flows de hip-hop, ritmos del house y corridos norteños.

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A Gustavo, de 11 años, y Carlos Mendoza, de 15, se les conoce como Los hermanos. Quedaron segundos en la final del concurso de baile.

Las botas exóticas son en realidad botas normales hechas con materiales baratos comprados en mercerías y ferreterías. Y, así como las botas, el tribal es una música hecha en casa que se improvisa con los materiales que se tienen a la mano. Ambas expresiones son parte de un movimiento que, a medida que inventa sus propias reglas, las vuelve a romper. El tribal guarachero y sus formas de vestir fueron creados por una nueva generación de jóvenes mexicanos que, en lugar de tener un acordeón, tienen una computado- ra con software básico, como Fruity Loops. Estos jóvenes se la pasan conectados, ya sea en casa o en un cibercafé, y ya no sólo tienen como referencia la música regional, sino los terabytes de una cultura pop ininterrumpida y aleatoria que no obedece términos como pirata ni postdatado y cuya naturaleza orgánica y sin ironía es el mash-up.

DJ Toy Selectah, uno de los aristas que más ha contri- buido a difundir los sonidos de las calles del norte del país con su música, dice que gente como Érick Rincón y 3Ball MTY están haciendo la música del México del futuro. El productor regio, quien ha mezclado la cumbia con otros géneros durante más de quince años, afirma emocionado que México empieza a tener “su época en Estados Unidos” y que el tribal que hacen las nuevas generaciones es “la música electrónica autóctona mexicana del siglo XXI”.

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Tanto la energía que se percibe en Matehuala y en las rancherías que la rodean, como Villa de Guadalupe y Zaragoza de Solís, como la ropa y la música que escuchan estos hipsters ejidales nos permiten darnos cuenta de que algo completamente nuevo se está cocinando. Quizá Toy Selectah tiene razón.

El antropólogo Rodrigo Martínez Serna opina que quie- nes observan el fenómeno de las botas exóticas y la moda tribal sin encontrar ciertos paralelismos con el punk no están viendo bien las cosas. Skinheads, deadheads, indies, ravers, psychobillies y surfers, entre otros, ofrecen hoy for- mas de “rebeldía” que es posible encontrar en el mall local. Pero ¿ponerse punk en el ejido? Eso sí que requiere huevos, sobre todo en una sociedad tan machista y tradicionalista como la del medio rural de este país y las comunidades inmigrantes en Estados Unidos.

Luis Angel Castillo Sierra, de Buenavista.

Estas son las botas con purpurina de Zaragoza de Solís que más nos gustan.

Aunque la moda de la bota exótica vaya en picada en Matehuala, sigue habiendo puristas, como Minri y su crew, Barrio Hyphy Apache, en Zaragoza de Solís, que siguen usando las botas picudas y no se agüitaron cuando vieron los comentarios que suscitaban en internet.

El Minri, también conocido como Gabriel Amaro Bara- jas, aparece en un blog como el portador de las botas más picudas de 2010, donde tiene una centena de comentarios burlándose de su calzado de 2 metros con 20 centímetros, un par de botas tan largas que se vio obligado a amarrárselas al cinturón para poder caminar. Él asegura que, junto con su crew, inventó la moda ahí mismo, en el pequeño ejido de Zaragoza de Solís, y que los de Matehuala ya no usan las botas picudas porque no pudieron competir.

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“No nos pueden ganar”, dice orgulloso. “Cuando la gente ve pasar a alguien con botas picudas, dice: ‘¡No’mbre, ese bato está loco! ¿Por qué saca esas botas?’, pero yo digo que cada quien su moda, ¿no?”.

Otro que está orgulloso es Francisco de los Celulares, quien, a sus 18 años, vende crédito y fundas para móviles en un diminuto local comercial y pasea orgulloso por el Centro de la ciudad con sus skinny jeans de color aqua y sus espectaculares botas con puntas de más de un metro y cubiertas de chaquiras rojas. Además de las suyas, ha hecho más de cien pares para vender. De hecho, nos cuenta que ha vendido algunas de sus creaciones en los Estados Unidos.

Martín Cerda Cruz, del Barrio Apache Hyphy crew

Jesús Briones, de Zaragoza de Solís, otro miembro del Barrio Apache Hyphy crew.

“Cada quien lo suyo. Para mí, estas son las mejores botas. Es todo. Esto me gusta mucho a mí, y yo bailo con ellas. A mí no me importa lo que diga la gente. Mientras a mí me guste, la gente me vale. Es lo que yo pienso”, dice al caminar. Está atardeciendo, y la calle se ve terrosa y café. Las paredes tienen un color gris monoblock, y el contraste entre los colo- res de Francisco y los de su ciudad es radical.

Al pasar, con el sol reflejado en la lentejuela roja de sus botas, algunas personas se le quedan viendo escandalizadas con la cara de imbéciles mientras en las pequeñas bocinas del celular de Francisco, que reproducen tribal constantemente, se escucha el futuro musical de este país.

Además de estos tastemakers matehualenses, podemos encontrar en internet que las botas se están expandiendo por todo Estados Unidos. Incluso hay quienes han comen- zado a modificarlas con luces LED para llamar todavía más la atención en los bailes. Aunque en Matehuala disminuyó la fiebre de las botas exóticas, parece que esta guerra aún no ha terminado.

Si eres de los que ven el vaso medio vacío, estas botas sí están medio raras. Definitivo. Quizá nadie cool las usaría y no son material para publicarse en Lookbook. En cambio, si eres de los que ve el vaso medio lleno y crees que el futuro role model en Estados Unidos algún día va a ser mexicano, esta expresión cultural valiente, creativa y auténtica es algo increíble.