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Las prohibitivas leyes internacionales de drogas no frenarán la legalización de la marihuana

Los tratados internacionales que consideran ilegal a la marihuana no van a cambiar después de la cumbre de drogas de la ONU. Sin embargo, EEUU, Uruguay y otros países, aún tienen un mayor recorrido en la legalización.
Imagen por Jaime Saldarriaga/Reuters
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La última vez que Naciones Unidas realizó una reunión especial sobre la política de drogas, en junio de 1998, Sarah Merrigan tenía seis años. Google aún no existía, Apple apenas empezaba a dar beneficios, y sólo un estado de Estados Unidos — California — había legalizado la marihuana medicinal.

Hoy Merrigan tiene 23 años y es investigadora en la Universidad de Nebraska; Google y Apple son las dos empresas más valiosas del mundo, y 24 estados de EEUU permiten alguna forma de marihuana medicinal. Cuatro de ellos — Colorado, Washington, Oregon y Alaska — y Washington, DC, permiten a los adultos el consumo recreativo de la hierba. Y Uruguay ha legalizado la marihuana a nivel nacional.

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Sin embargo, aunque mucho ha cambiado en estos años, las leyes internacionales sobre drogas — que incluyen al cannabis — siguen siendo prácticamente las mismas desde 1961, cuando la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU igualó la hierba, en términos prohibitivos, con la heroína.

Merrigan fue también organizadora, junto con el grupo Students for Sensible Drug Policy [Estudiantes por una política de drogas sensible], de una protesta realizada frente a la sede de la ONU el lunes en la víspera de los tres días de Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones (UNGASS) sobre la política de drogas. A los ojos de Merrigan, el enfoque actual de Estados Unidos relativo a la marihuana envía un mensaje confuso al resto del mundo.

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"No creo que sea una solución en absoluto", dice Merrigan, refiriéndose a las afirmaciones de las autoridades estadounidenses que han dicho que los tratados de drogas de la ONU son lo suficientemente "flexibles" como para permitir la legalización a nivel estatal. "Hace una década parecía que no estábamos cómodos con la 'flexibilidad', pero ahora tenemos cuatro estados que van en contra de los tratados".

En el marco del documento final de la UNGASS redactado por diplomáticos el mes pasado en Viena y adoptado formalmente el martes en la sede de la ONU en Nueva York, el cannabis continúa estrictamente prohibido por los tratados que rigen el derecho internacional. Sin embargo esto no obligará a EEUU o Uruguay a cambiar sus sistemas, ni tampoco forzará a países como Rusia o China a suavizar sus políticas draconianas.

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Para los miembros de la sociedad civil, la intransigencia es un problema real que amenaza con socavar la legitimidad de todos los tipos de tratados internacionales. John Walsh, investigador asociado sobre políticas de drogas en el Instituto de Washington para América Latina, ha sido el presentador en uno de los dos eventos paralelos enfocados en la marihuana programados esta semana en la ONU. La discusión se ha centrado en cómo los países pueden legalizar el cannabis sin dejar de cumplir con los tratados actuales sobre drogas — una cuestión espinosa que EEUU ha decidido ignorar en gran medida.

'El cannabis es claramente el elefante en la habitación de la UNGASS. Está ahí, es enorme, pero nadie quiere hablar de ello'.

"El cannabis es claramente el elefante en la habitación de la UNGASS". dice Walsh. "Está ahí, es enorme, pero nadie quiere hablar de ello".

Hasta el momento, las autoridades de Estados Unidos han argumentado que la legalización a nivel estatal en Colorado y los otros estados no viola el derecho internacional porque la droga sigue siendo ilegal a nivel federal. En un documento informativo publicado en la víspera de la UNGASS, Walsh tilda de "una mierda" a este argumento, y afirma que la jugada "parece reflejar interés político en lugar de razonamiento jurídico". En declaraciones a VICE News señala que los tratados de drogas, los cuales EEUU ha defendido durante décadas, prohíben explícitamente el consumo recreativo de la marihuana.

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"Es como decir que el mundo ha aceptado que este color es rojo durante 50 años y ahora pasamos a afirmar que es color rosa", dice Walsh sobre el cambio de actitud referido a la marihuana por parte de EEUU. "Esa es la nueva afirmación unilateral, pero no existe asidero legal para ello".

En contraste con EEUU, Uruguay ha argumentado que su política de marihuana está dentro de la ley internacional porque los derechos humanos se imponen a los tratados de control de drogas. En Uruguay los ciudadanos pueden tener hasta seis plantas en casa, y los cultivos aprobados por el gobierno pueden tener hasta 99 plantas. Walsh simpatiza con este argumento, pero opina que los tratados continúan haciendo ilegal a la marihuana.

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En su documento informativo, Walsh expone cuatro opciones para reformar los tratados que dejarían a EEUU y Uruguay en el cumplimiento de la ley. Dos de las opciones que presenta, sin embargo, requerirían la aprobación de una mayoría de estados miembros de la ONU, y simplemente no existe apoyo suficiente a nivel global para la legalización de la marihuana. Las otras dos posibilidades son más individualizadas, e implican acciones por un único país o un grupo pequeño, pero su ejecución sigue siendo un desafío político. Es mucho más fácil para EEUU sostener que no hay necesidad de cambiar el status quo.

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"En un país puedes estar en el corredor de la muerte por hacer algo y en otro puedes estar haciendo un gran negocio legal por lo mismo", expone. "No hay consenso. La idea de que estamos listos para reunir a todo el planeta y revisar los tratados, incluso para algo tan específico como una reforma sobre el cannabis, es falsa. Las condiciones no están dadas, por ahora".

En efecto, mientras que el primer ministro canadiense Justin Trudeau se ha comprometido a legalizar la marihuana en los próximos meses, y los reclamos para poner fin a la guerra contra las drogas han crecido más fuerte que nunca en EEUU, en varios países de América Latina y en Europa Occidental, la mayoría de los países siguen siendo estrictamente prohibicionistas.

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El otro evento paralelo a la UNGASS centrado en la hierba fue presentado por Kevin Sabet, exasesor del gobierno de Obama en la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas y director del Instituto de Política de Drogas de la Universidad de Florida. Sabet también trabaja como consultor y es quizás el oponente más locuaz a la legalización de la marihuana en EEUU.

"Pensando a futuro, no habrá forma alguna de que la legalización y este tipo de políticas de regulación estén sobre la mesa", opina Sabet. "Con la excepción de Uruguay y la reciente declaración de Canadá, no habrá otros, ni EEUU, que la legalicen".

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Sabet insiste en que él no se opone a la reforma de las leyes de drogas porque cree que los fumadores de marihuana deben estar fuera de la cárcel. En lugar de la legalización al estilo Colorado, aboga por una política que pueda seducir a los países más moderados que buscan cambios graduales. Ir de la prohibición total hacia algo que se parezca al sistema de despenalización holandés — en donde cultivar y vender marihuana sigue siendo oficialmente ilegal, pero la posesión para consumo personal está despenalizada.

"Queremos implementar un tratamiento basado en la evidencia y la prevención", afirma Sabet. "Queremos educación y un enfoque orientado a la salud. Esa sería una política radicalmente diferente a la que tienen muchos países. Cuando nos adentramos en el quid de la cuestión de la reforma, los países se ponen muy aprensivos acerca de la legalización".

Sin embargo, esta estrategia dista mucho de ser la ideal — las drogas en los Países Bajos todavía son suministradas por grupos criminales, y la competencia por el comercio actualmente está alimentando una guerra de bandas — pero no se puede negar que sería una gran mejora para algunos países de Oriente Medio y Asia, donde los consumidores de drogas son ejecutados rutinariamente.

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"Nosotros queremos una reforma, no queremos pena de muerte por delitos de drogas, estamos en contra de las medidas punitivas, pero tampoco creemos que esto sea cosa de blanco o negro", continúa Sabet. "No es una dicotomía donde, o se criminaliza y arroja a las personas a un régimen de aislamiento, o se incentiva el consumo mediante la legalización".

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No todo el mundo coincide con esta lógica argumental, en particular aquellos que están familiarizados con el comportamiento de las fuerzas del orden a la hora de aplicar la ley cuando se trata de drogas. Diane Goldstein, exteniente de la policía de California y ahora miembro de la junta de la organización de reforma de la ley a favor de la marihuana Law Enforcement Against Prohibition (LEAP), considera que Sabet ignora cuestiones fundamentales de praxis.

'Lo que están planteando es una guerra contra las drogas más suave, más amable'.

"Lo que están planteando es una guerra contra las drogas más suave, más amable", expresa Goldstein. "El problema es la penalización. Le da a la policía todo el poder de decidir cómo ejecutar. Lo que esto provoca de facto es una incompatibilidad en las prácticas de aplicación y contribuye a que se cronifiquen injusticias raciales sistémicas por culpa de la ejecución de nuestras leyes de drogas. Es un enfoque equivocado. Totalmente equivocado".

El mero hecho de que este tipo de debates estén sucediendo marca un paso adelante en una conversación que durante décadas fue dominada por la retórica prohibicionista. Aún así, la realidad es que, al menos en el futuro inmediato, nada va a cambiar acerca de la marihuana en los tratados de la ONU. Pero esto no frenará a nuevos estados estadounidenses a legalizar la hierba para uso recreativo el próximo año, por ejemplo. Todo parece indicar que California lo hará en la elección de noviembre.

"El viernes [después de la UNGASS], cuando la gente se despierte, estaremos en la misma situación", sentencia Walsh. "Los tratados no habrán cambiado. Algunos gobiernos ya los están contraviniendo y otros se sumarán. Nada de lo que suceda evitará que otros avancen. La pregunta es ¿cómo lo harán? ¿Se va a debilitar el derecho internacional o se fortalecerá?".

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