Yo no soy guapo sonideros CDMX
Fotografía: Joyce García.
Música

“Los sonideros son el verdadero punk”: 'Yo no soy guapo' y la resistencia musical del barrio en CDMX

Hablamos con la directora mexicana Joyce García sobre su documental alrededor del movimiento sonidero de la Ciudad de México.

Los sonideros de la Ciudad de México son un movimiento musical urbano que resiste y vive. Vive en las calles, vive en el barrio y vive con su gente. “En los 60 los sonideros empezaron siendo la opción económica y alternativa a los conjuntos o los grupos musicales. La banda que no podía acceder a salones de baile o a contratar un grupo musical se organizaba para prestar el equipo de sonido para la vecindad, para la cuadra, para la fiesta patronal o para lo que fuera”, cuenta Joyce García, directora del documental Yo no soy guapo, alrededor del movimiento sonidero de la CDMX.

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“Desde ese pequeño gesto de cómo surgió, de esta idea de aperturar y de compartir la música con la gente, es una resistencia. Siempre ha sido y se ha mantenido como una manifestación para la gente marginada. Han ocupado las calles y no han pedido permiso, porque las calles son de todos, son de nosotros como ciudadanos”, agrega.

Joyce García estudió Fotografía en la Universidad Veracruzana. Después de concluir la licenciatura, dejó su hogar en el puerto de Veracruz y se mudó a la Ciudad de México, donde actualmente trabaja en su proyecto de tesis de maestría en Cine Documental en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuando emigró a la CDMX, Joyce llegó a vivir a la colonia La Cruz, situada entre las estaciones de metro Mixihuca y Santa Anita. Fue allí donde tuvo su primer acercamiento con personas que la introdujeron en el movimiento, mismo que fue conociendo más a fondo gracias a la ampliación de su círculo social con conocidos de otros cuadrantes sonideros, como el pueblo de San Juan de Aragón, la colonia Romero Rubio y la delegación Tacubaya. “Tengo un grupo de amigos que se llama Chakanais. Es un colectivo de DJ’s, hacen fiestas, también fanzines y programas de radio, les late un buen la cultura de la calle y ellos fueron los que me llevaron por primera vez a un sonidero, que fue en La Merced, cuando se hacían bien las fiestas allí”, dice. 

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Joyce agarró tanto gusto por esta cultura que pensó darle foco a elementos no reconocidos del movimiento a través de un documental: “Cuando conocí el ambiente sonidero me pregunté cómo era posible que no existiera una película sobre eso. Sí hay reportajes, pero son más sobre la historia popular o de los grandes sonidos como la Changa”. 

Buscando destacar esos elementos 100% underground de los sonideros y con la bendición de sus amigos, la directora comenzó a llevar su cámara a bailes a los que principalmente iba a divertirse, pero que poco a poco empezó a retratar.  Así, de manera natural y orgánica, nació Yo no soy guapo. “La gente siempre quería aparecer, dar su testimonio y bailar a cuadro. No les asustaba para nada la cámara, al contrario, era como una invitación para platicar con ellos y cotorrear”.

Lupita la Cigarrita

Lupita "La Cigarrita". Fotografía: Joyce García.

“No nada más existen los riquillos, no nada más existen en Polanco o en Las Lomas. En los barrios más bajos también existimos”. — Lupita, La Cigarrita

Los sonideros son música hecha desde el barrio para la gente del barrio. Por lo mismo, muchas personas fuera de ese espectro tienden a discriminarla y hacerla menos válida. Sin embargo, su gente actúa, defiende su cultura, y, sobre todo, es feliz bailando. “De las cosas que más admiro del ambiente sonidero es su resistencia y su búsqueda de felicidad. Ellos no sobreviven, ellos viven. Esta pasión que ves en la gente que baila, en los organizadores, en los que venden y ponen música, en los que hacen gráfica, en el staff, todos están muy orgullosos de su cultura”, comparte Joyce. “Son una comunidad muy unida. Generan un ritual comunitario y colectivo que les sirve a todos para resistir día a día a sus condiciones y marginalidades y lo catarsean a través del baile, del desmadre, y de convivir todos en el cotorreo”, suma. 

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En el documental, un claro ejemplo de esta ‘búsqueda de la felicidad’ cobra forma humana en Lupita “La Cigarrita”, una de las mujeres más representativas del movimiento sonidero  de la Ciudad de México, y a quien tal vez identifiquen porque hace unos años se convirtió en un meme viral al gritarle a Paris Hilton en un aeropuerto: “Eres humilde, mi chiquita”. 

“La conocí por una antropóloga que tenía un proyecto multidisciplinario llamado Proyecto Sonidero, un libro digital con muchos autores hablando sobre la cultura del sound system y cómo se replica alrededor del mundo. Ella me acercó con Lupita para contarle sobre mis ganas de hacer una película acerca de los sonideros ya que era la magnate del ghetto cultural del sonido y quien ha impulsado el movimiento desde varios años atrás para llevarlo a la onda académica y darle reconocimiento”, comenta Joyce. En Yo no soy guapo se aprecia la camaradería y espontaneidad entre Joyce y La Cigarrita, una cualidad visual y de storytelling valiosa para un documental, tomando en cuenta que en ocasiones cuando un director o directora de cine retrata la cultura de la calle, pareciera que lo hace desde una superioridad moral que impide resaltar la intimidad y singularidad del barrio.

Sonido Duende

Sonido Duende. Fotografía: Joyce García.

“El sonidero no se va a extinguir, es como tratar de extinguir a un pueblo". — Sonido Duende

Acompañando a Lupita como protagonista, en el documental conocemos a “La Güera” y a Ricardo Mendoza, mejor conocido como “Sonido Duende”, quien desafortunadamente falleció por COVID-19 el pasado diciembre. A través de sus historias, Joyce hila una íntima narración que abarca el origen de la resonancia musical representativa del movimiento, la distribución de la música, la organización de los bailes, la resistencia frente al gobierno de la CDMX y, lo más importante, el amor de su gente hacia la cultura sonidera.

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“Ellos hacían sus propios equipos de sonido. O los modificaban, o los armaban, o los copiaban, o los componían, o los reparaban, siempre ha sido una cultura del reciclaje, de las alternativas, siempre tratando de adaptarse a sus condiciones marginales. Crearon una industria totalmente de la nada, desde cero, y sin intermediarios. Iban a comprar su propia música, viajaban al extranjero, a Colombia, a Puerto Rico, a Venezuela, a Panamá, para traer música que en las radiodifusoras no tenían. Fueron como los diggers que hacían estas exploraciones en las Antillas o donde se estuviera produciendo la música en aquellos años y la traían a México”, explica Joyce sobre el origen de la música, que pese a lo que podría creerse —porque no han sido 100% reconocidas— tiene una fuerte influencia de mujeres.

El documental expone a Sonido La Socia como la primera mujer sonidera de la CDMX. “El tema de las mujeres en los sonideros nunca se había abordado. El ambiente es muy machista y a la gente le falta mucho en el aspecto de darse cuenta de la importancia de las mujeres en el movimiento. Por ejemplo, gente de la familia Perea del Peñón de los Baños, un conjunto de muchos sonideros, de los iniciadores y de los más importantes, nos contó que la abuela era quien tenía el puesto de discos de acetatos, ella era la que compraba la música, la que estaba siempre buscando nuevas cosas y trayendo música del extranjero. La historia nunca la menciona”, cuenta Joyce.

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Fiesta sonidera en el Reclusorio Oriente. Fotografía: Joyce García.

Debido al innegable machismo que no es exclusivo de ese circuito, sino que atañe a todo México, el público en general no conoce la importancia de las mujeres en los sonideros. Por eso mismo que uno de los ejes de Yo no soy guapo sea reconocerlas y reclamar sus espacios es uno de los atributos más destacables del documental.

En 2019 Yo no soy guapo se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF), luego estuvo en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, y también tuvo algunas proyecciones en Ambulante. Con todo y que recorrió algunos puntos del circuito de festivales de cine más importante de México, Joyce destaca que, junto con la productora del documental, Yuli Rodríguez, su objetivo era que la película llegara a la mayor cantidad de gente posible. ¿Cómo lo lograrían? Haciendo alianzas y reclamando el espacio público para proyectarla.

“Estuvimos en algunos festivales pero en ninguno de la CDMX, y para nosotras era muy importante mostrarlo aquí, ya que es una película muy chilanga. No encontrábamos cómo mostrarlo y dijimos ‘ya, a la verga, hay que mostrarla en la calle’. Ideamos hacer proyecciones públicas porque la esencia del documental es sobre la calle y la apropiación de la calle, entonces gestionamos algunas funciones públicas y al aire libre en varias partes del Centro Histórico de la Ciudad de México”. Debido al éxito de dichas proyecciones, organizaron el estreno nacional a través del circuito de exhibición CEDECINE, un conjunto de exhibidores alternativos que están en todo el país, desde Baja California hasta Mérida.

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“Hay exhibidores que tienen cineclubes, salas de arte, organizan exhibiciones en cines muy pequeños, en universidades, en centros culturales, y es gente que ha dedicado muchos años de su vida a la exhibición y que tienen esa misión y esa labor altruista de mostrar cine independiente. Siendo de Veracruz los únicos lugares donde podía ver cine de arte era La Casa de Cultura. Hace 15 años que no existía Internet así como ahora, ni siquiera encontrabas películas piratas de cine de arte o independiente en Veracruz, entonces era muy difícil acceder a esos contenidos. Gracias a ese cine club encontré alicientes o inspiraciones para dedicarme al cine. A lo mejor la gente de acá de la CDMX no imagina la importancia que tienen esos espacios alternativos, pero al interior de la república está muerto, y por eso agradecemos que la peli se viera en muchísimos lados, lugares a los que nunca habríamos podido llegar. Fue muy hermoso porque aunque el sonidero es algo muy del centro del país, al final se reconoce ese esfuerzo humano de defender lo propio y de defender nuestras identidades”, afirma Joyce.

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Póster Yo no soy guapo. Cortesía de Joyce García.

Debido al éxito del documental, algunos diputados del Congreso Local de la CDMX vieron la película en la Cineteca Nacional. Les gustó tanto que convocaron a Joyce y a su equipo a una reunión. “Nos dijeron que es una cultura muy importante para la ciudad y que era una lástima que no estuviera reconocida. Formularon al Congreso Local una iniciativa de ley que proponía que los sonideros se denominaran como ‘patrimonio cultural intangible de la Ciudad de México’, lo cual crearía mecanismos para su salvaguarda,  para que siguieran tocando y se crearán espacios; además de mecanismos para que la cultura siga existiendo y se incorpore al trabajo no asalariado”, cuenta la documentalista. 

Esto es muy importante dado que los músicos y personas involucradas en los sonideros no tienen ningún tipo de seguridad social y que el Gobierno de la CDMX les brinde derechos laborales y les reconozca como un “trabajo digno” garantiza su supervivencia. Desafortunadamente, debido a la pandemia, los trámites se detuvieron, pero la iniciativa fue presentada y se espera que pueda activarse próximamente. “Nos gustaría que siguiera pasando esto, que se le diera ese reconocimiento como una cultura viva, importante y digna en todos los ámbitos. No solo en el laboral sino en el cultural y el de patrimonio”, celebra Joyce.

Los sonideros son una cultura de la resistencia: para la gente del barrio, para la música de la calle, para la reapropiación del espacio público y hasta para una parte de la comunidad LGBT+, quienes conviven de manera segura en sus espacios a través del baile. “Han demostrado que son una cultura viva, abierta, cábula, marginal, pero no desde el lado de ser las víctimas sino desde accionar, del lado del gozo, de la felicidad. Los sonideros forjaron un gusto musical en México, son unos bastiones de la cultura de la calle, del barrio, de la música tropical. No solo resisten sino que crecen, se adaptan, se mueven, generan más adeptos. Es la verdadera cultura underground de México y el verdadero punk. No necesitan de nadie, son autónomos y autogestivos en todas sus manifestaciones”, concluye Joyce.

Yo no soy guapo se puede ver a través de Vimeo. La renta cuesta dos dólares y dura 48 horas a partir de la compra, mientras que la venta cuesta cinco dólares y puedes disfrutarla cuando quieras. ¿Te animas a bailar?