Por qué el Gobierno de Pedro Sánchez no es feminista
JJ Guillen /Reuters

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Opinion

Por qué el Gobierno de Pedro Sánchez no es feminista

Un Gobierno formado por una mayoría de mujeres no es un Gobierno feminista, es un Gobierno formado por una mayoría de mujeres.

Los nombramientos de Pedro Sánchez para la configuración de su Gobierno están despertando una expectación poco habitual, pero también demasiadas expectativas.

En un sociedad verdaderamente igualitaria, que hubiera once mujeres en un grupo de diecisiete personas con cargos de responsabilidad no debería resultar tan sorprendente, ni tan esperanzador, ni generar tanto revuelo.

En una sociedad verdaderamente igualitaria, las personas alcanzarían los espacios de decisión debido a su cualificación, a su capacidad para escalar en los espacios de poder o a esa cosa tan difícil de describir —pero tan fácil de imaginar— que es la “cintura política”, y no en función de su género.

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Pero no vivimos en una sociedad igualitaria. Por eso, que haya una clara mayoría de mujeres en un equipo de gobierno se vuelve una noticia. O muchas noticias. Que si “postureo”, que si “Gobierno feminista”, que si qué bien y qué sobriamente visten las ministras de Pedro Sánchez.

Porque en una sociedad, como la española, en la que los espacios de poder político, económico y mediático, y prácticamente todos los espacios de decisión están ocupados por los hombres, la sobrerrepresentación masculina nos parece el estado natural de las cosas, mientras que la representación femenina nos parece extraordinaria, excepcional, o un gesto.

La sobrerrepresentación masculina nos parece el estado natural de las cosas, mientras que la representación femenina nos parece extraordinaria, excepcional, o un gesto

Pero estas once mujeres no son representativas de la situación de “las mujeres”. Estas once mujeres son representantes de la ciudadanía a la que pretenden gobernar, y una cosa os voy a decir: las mujeres somos la mitad de esa ciudadanía. ¡Oh, sorpresa!

Prepárense, porque esto va a empezar a pasar cada vez más a menudo. Las mujeres, después de décadas (y siglos) enfrentándonos a los obstáculos para conseguir estudiar, trabajar y desarrollarnos profesionalmente, que nos impone el sistema heteropatriarcal, hemos conseguido, cada vez de forma más masiva, ir ocupando espacios en las diferentes profesiones y cargos, con niveles de cualificación y eficacia que han demostrado que —en ningún sector— las diferencias salariales, los techos de cristal (o de hormigón) y todas las excusas que pretenden justificar la situación de precariedad y discriminación de las mujeres no tienen ninguna explicación que no sea la desigualdad fruto de un sistema machista.

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La nueva vicepresidenta y ministra de Igualdad, Carmen Calvo, recibe su maletín ministerial de Soraya Sáenz de Santamaría durante una ceremonia de entrega en el Palacio de la Moncloa en Madrid. Luca Pergiovanni/Reuters

Y ahora, gracias la lucha de las mujeres que durante siglos han ido conquistando cada uno de los derechos que tenemos las que ahora estamos vivas, desde aprender a leer a ir a la universidad o tener una cuenta corriente, algunas pueden intentar ocupar espacios de poder que les corresponden, por cualificación, por capacidad para escalar o por cintura política.
Pero un Gobierno formado por una mayoría de mujeres de esas no es un Gobierno feminista.
Un Gobierno feminista tendría, seguramente, un número elevado de mujeres, sí. Pero un Gobierno feminista tendría un programa económico que pusiera la sostenibilidad de las vidas de todas las personas en el centro, en lugar de los intereses de los mercados, y no el beneplácito de Ana Patricia Botín a su ministra de Economía.

Un Gobierno feminista tendría al frente del Ministerio del Interior a una persona que se comprometiera en la capacitación a todas la fuerzas de seguridad del estado para que no violaran a sus compatriotas

Un Gobierno feminista tendría al frente del Ministerio del Interior a una persona que se comprometiera en la capacitación de todas la fuerzas de seguridad del estado para que no violaran a sus compatriotas, pero también para que pudieran responder de una forma responsable y eficaz antes las diferentes formas de violencia contra las mujeres, y no a un juez que ignoró las denuncias de violación y torturas de las detenidas bajo su tutela, después ratificadas por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y el Protocolo de Estambul.

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Claro que hay mujeres feministas en el nuevo Ejecutivo. La primera, Carmen Calvo, que ya es vicepresidenta y ministra de Igualdad, y opina que “estar contra los vientres de alquiler no es solo un asunto de posición ética, sino de socialismo de clase”. Pero un Gobierno en el que hay mujeres feministas no es un Gobierno feminista. Es un Gobierno en el que hay mujeres feministas.

Y resulta que las feministas creemos que todas las personas debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, y peleamos contra las causas sistémicas de todas las desigualdades. Por eso, para que consideráramos que un Gobierno es feminista, debería ser un Gobierno que desarrollara políticas contra todas las formas de discriminación, que construyera una estrategia real y con presupuesto para luchar contra todas las formas de violencia contra las mujeres, que cerrara los CIE, que derogara la ley mordaza y la ley de extranjería (Ley Orgánica 4/2000), que convocara un referéndum para cuestionar la monarquía, que se atreviera a quitar los privilegios a las iglesias para construir un estado laico… y así hasta conseguir transformar la sociedad en un sitio donde se hayan eliminado todas las estructuras que el sistema ha creado para perpetuar todas las discriminaciones y hacernos creer que las desigualdades son naturales o fruto del azar.

Un Gobierno feminista estaría formado por personas gitanas, negras, racializadas, lesbianas, trans, diversas de todas las diversidades

Que el Gobierno con mayoría de ministras creado por Pedro Sánchez no es fruto de una sociedad igualitaria en la que las mujeres ya tenemos las mismas oportunidades que los hombres lo prueban dos noticias que han engordado hoy la bulímica actualidad política que nos rodea: que la Real Academia de la Lengua se ha apresurado a advertir que no digamos “Consejo de Ministras”, por mucho que las mujeres sean amplia mayoría, y que yo ya me sepa el estado civil, la situación sentimental, la cantidad de criaturas y el gusto en el vestir de cada una de ellas, sin haberlo preguntado.

Un Gobierno feminista estaría formado por personas gitanas, negras, racializadas, lesbianas, trans, de todas las diversidades, que ocuparían sus cargos por cualificación, capacidad para escalar o cintura política, pero no por su género.

Porque en España, siempre ha habido personas que han conseguido alcanzar espacios de decisión debido a su género: los hombres. Porque en este país con muchas ministras, ser un hombre todavía es un privilegio.