Salud

Las secuelas prolongadas de COVID me han destruido

La vida después de la infección por coronavirus ha sido sorprendentemente difícil para muchas personas jóvenes que solían estar completamente sanas.
Răzvan Filip
Bucharest, RO
LC
traducido por Laura Castro
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Foto: Yaroslav Olieinikov / Alamy Stock Photo

Como cualquiera que se haya infectado te puede decir, "las secuelas prolongadas de COVID" pueden ser peor que el ataque inicial de coronavirus en sí. Si las secuelas persisten durante más de tres meses después de la infección, clínicamente son diagnosticadas como “síndrome post-COVID-19”, y los síntomas varían desde cosas aparentemente pequeñas, como una pérdida duradera del olfato y el gusto, hasta daños en los nervios y órganos. Este síndrome también lo pueden padecer las personas cuya infección fue leve.

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Bogdan Mincu, un neumólogo de Cluj, Rumania, dijo que ha manejado docenas de casos de secuelas prolongadas de COVID en el último año y ha notado que a los pacientes más jóvenes les resulta más difícil lidiar con sus persistentes problemas de salud: “Los jóvenes, por regla general, no están acostumbrados a tener síntomas después de una enfermedad leve".

Hablamos con algunos jóvenes sobre cómo han afectado sus vidas las prolongadas secuelas de la infección por COVID.

“Tengo 30 años y nunca me había sentido tan enfermo en mi vida”

Cuando Robert, de 30 años, contrajo COVID en enero de 2020, lo primero que perdió fue el gusto y el olfato. Luego vinieron los vómitos —todas las mañanas durante nueve días—, los dolores corporales y la fiebre. En los peores días, solo se levantaba de la cama para ir al baño, pero necesitaba ayuda incluso para eso.

Además de todo esto, Robert sufría un caso extremo de insomnio: dormía un máximo de tres horas por noche. Una prueba negativa confirmó que el virus había abandonado su cuerpo a partir del 21 de enero, pero el insomnio aún continua. Ha intentado tomar pastillas de melatonina, pero no han funcionado. Su sentido del gusto y el olfato tampoco han vuelto.

Mincu dijo que el insomnio después del COVID potencialmente podría indicar un trastorno de estrés postraumático (TEPT), el cual, durante la pandemia, se ha identificado tanto en sobrevivientes de COVID como en el personal médico.

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“Antes de enfermarme, realmente no creía en el virus”, admitió Robert. “No siempre seguí las reglas y, a veces, solo llevaba la mascarilla en la barbilla, porque no había conocido a nadie que tuviera el virus. Tengo 30 años y nunca me había sentido tan enfermo en mi vida".

“Mi mente se vio afectada durante un mes y medio”

Dos semanas después de recuperarse de COVID en 2020, Alexandra, de 26 años, empezó a sufrir dolores de cabeza crónicos y debilitantes. Se volvió difícil para ella hacer cualquier cosa, y mucho más trabajar. Los dolores de cabeza continuaron durante aproximadamente un mes y aún vuelven cada vez que no duerme lo suficiente.

"Soy joven, así que me sorprendió el llegar a sentirme tan mal. Nunca antes había tenido migrañas. También estaba cansada todo el tiempo. Los mareos y la fatiga también persistieron durante aproximadamente un mes. Es difícil saber las causas de todo esto después de un tiempo. ¿Son las prolongadas secuelas de COVID? ¿Es agotamiento?", se pregunta ella.

Se volvió cada vez más difícil para Alexandra explicarle a su jefe por qué no había recobrado su capacidad máxima. Sus colegas evitaban el tema y ella no sabía cómo comunicarles que aún no se sentía mejor.

“Me resultaba difícil concentrarme. Veía mis pendientes y parecían imposibles, aunque en realidad se tratara de tareas rutinarias y sencillas”, dijo. “Después de recuperarme, terminaba esas tareas en diez minutos. Mi mente se vio afectada durante un mes y medio".

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Finalmente, Alexandra se sometió a pruebas para ver si no había quedado con problemas neurológicos. Los escáneres cerebrales no mostraron nada, ni tampoco los análisis de sangre ni las tomografías computarizadas de sus pulmones. Los especialistas concluyeron que ella solo necesitaba descansar lo más posible. Lo hizo, y dice sentirse mucho mejor ahora.

“No pude dormir durante varias noches debido a un dolor en el hígado”

Dragoș, de 32 años, sufrió un caso leve a moderado de COVID y no necesitó ir al hospital. Mientras estaba infectado, incluso pudo cuidar a su novia, quien también contrajo el virus. Todo parecía estar bien hasta que la pareja salió de la cuarentena y se sometió a análisis de sangre. Dragoș descubrió que tenía problemas hepáticos graves, con valores dos veces más altos que el promedio, a pesar de que no fuma, rara vez bebe y no tiene antecedentes de enfermedad hepática. Su novia, en cambio, no presentó problemas, a pesar de haber sufrido un episodio más grave de COVID.

A pesar de todo, Dragoș volvió al trabajo. Comenzó a sentirse cada vez más cansado, en especial después de comer. Le hicieron más pruebas en el hígado, con peores resultados: sus valores eran tres veces más altos que el promedio. Alarmado, sacó una cita para que le hicieran radiografías, ecografías y ver a un especialista, quien le diagnosticó hepatitis crónica. Comenzó a sufrir un dolor de hígado tan severo que le impedía dormir y tuvo que pedir licencia médica en su trabajo de nuevo.

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Todo esto a pesar de que el virus ya había abandonado su cuerpo. Su médico le dijo que los efectos adversos podrían estar relacionados con varias cosas, incluido el antibiótico que les recetaron a él y a su novia mientras estaban infectados. La azitromicina se usa para tratar infecciones de pecho y senos nasales, pero estudios médicos recientes han cuestionado su eficacia en el tratamiento de COVID. Su médico sugirió que también podrían estar relacionados con otra infección no identificada en su cuerpo, o simplemente podrían ser un efecto secundario aún por confirmar del COVID.

El doctor Mincu dijo que el daño hepático como resultado del COVID o, de hecho, el daño en cualquier órgano que no sean los pulmones, es difícil de explicar: “Esto no es nada común en el caso de los virus a los que estábamos acostumbrados. Probablemente, el fenómeno más similar ocurre en pacientes que han sobrevivido al ébola".

“Siento que envejecí 20 años”

Andreea, de 41 años, ha luchado contra el COVID dos veces. La primera vez fue en marzo de 2020, cuando presentó principalmente síntomas respiratorios y gastrointestinales. Dos meses después, se le empezaron a caer mechones de cabello. En noviembre, contrajo el virus por segunda vez. Durante las dos primeras semanas después de recuperarse, dijo que se sentía muy bien.

“Limpié la casa, cuidé a mis dos hijos, que también estaban infectados, aspiré, cociné”, dijo. Así que Andreea se sorprendió al descubrir, el día 15, que tenía vitiligo, condición que afecta el pigmento de la piel, y tiroiditis autoinmune o la enfermedad de Hashimoto. “Fui con un neurólogo en el Hospital de Monza [en Bucarest] y me dijo que a muchos pacientes les quedan secuelas como estas y que tenía suerte de no haber ido a verlo en silla de ruedas, como a otros les ha pasado”.

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Las dos afecciones de Andreea son neuropatías: enfermedades de los nervios periféricos que causan una variedad de síntomas, desde pérdida de cabello hasta pérdida de memoria y sensación de ardor. Ya existen estudios que investigan la correlación entre el COVID-19 y los trastornos asociados con el sistema nervioso, pero aún no está claro si son una consecuencia directa del virus o si están conectados a otras enfermedades crónicas o autoinmunes en los pacientes.

El cabello de Andreea dejó de caerse en enero de 2021 después de someterse a un tratamiento que le recomendó un neurólogo, pero otros síntomas han persistido. La pérdida de memoria, los dolores de cabeza, los dolores corporales y los problemas de visión dificultan su vida diaria. “Por lo regular escondo los teléfonos de mis hijos porque pasan demasiado tiempo con ellos”, dijo. "Pero, luego olvido dónde los puse. Siento que envejecí 20 años".

“Antes de marzo estaba sano como un roble, ahora soy un vegetal”

En marzo de 2020, Ionuț, de 38 años, contrajo COVID. Además de los síntomas clásicos, como tos, escalofríos y pérdida del olfato y el gusto, también tuvo un dolor de espalda que persistió durante casi seis meses.

Ionuț describió su dolor como una sensación de haber sido atropellado por un automóvil. A fines de abril, después de múltiples citas médicas, le diagnosticaron problemas cardíacos y le dijeron que debía someterse a una cirugía. Los médicos le dijeron que era un problema que tenía desde su nacimiento, pero Ionuț se muestra escéptico: "Antes de marzo estaba sano como un roble, ahora soy un vegetal".

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Ionuț siguió el consejo médico y tuvo una cirugía de corazón. A pesar de que el dolor de espalda desapareció, desde entonces comenzó a experimentar dolores de cabeza y dolores en las piernas, y su vista se ha deteriorado. También ha tenido ataques de pánico, aunque los medicamentos contra la ansiedad los han vuelto infrecuentes.

¿Qué tan permanentes son las secuelas prolongadas de COVID?

Según Mincu, en el último año, alrededor del 30 por ciento de sus pacientes han sufrido problemas continuos después de recuperarse de COVID. El médico dijo que la expectativa de que los síntomas desaparezcan de inmediato no es realista.

Citó la guía NICE del Reino Unido como el manual "más completo" para manejar los efectos secundarios persistentes de COVID. La guía recomienda esperar cuatro semanas a partir de la fecha de infección antes de consultar a un médico con respecto a los síntomas persistentes.

Mincu también citó datos recopilados por el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido que mostraron que, 14 días después del inicio de la enfermedad, el 50 por ciento de las personas todavía tienen síntomas. Ese porcentaje cae al 4 por ciento después de tres meses. "Solo he tenido un paciente cuyos síntomas persistieron durante más de seis meses, e incluso en ese caso, los síntomas desaparecieron después de siete u ocho meses", dijo.

En un mundo ideal, Mincu dijo que médicos de diferentes especialidades colaborarían en una guía oficial sobre las secuelas prolongadas de COVID. El problema es que en este momento la mayoría está ocupada lidiando con los casos de COVID más urgentes. "Probablemente pasarán algunos años más antes de que comprendamos realmente la enfermedad y sus consecuencias", advirtió Mincu.