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Indagué sobre la búsqueda espiritual en las drogas y las respuestas no fueron muy alentadoras

Buscar espiritualidad, reflexión y paz interior con ayuda de las drogas, me dijeron un psicoanalista, un neuropsicólogo, un antropólogo y un cura, puede no ser tan provechoso.

Este texto fue publicado originalmente en VICE Colombia.

El tema del consumo de drogas es mundial. Sabemos que hay consumo, que aumenta con el paso de los años, y que empieza a temprana edad, en la adolescencia. Aunque las preguntas claves aún no han sido resueltas de la mejor manera: ¿por qué consumimos? ¿Es acaso una cuestión puramente recreativa? Parece que no. La Encuesta de Salud Mental 2015, realizada por el Ministerio de Salud y por Colciencias, sugiere empezar a "ligar los estudios de consumo de sustancias psicoactivas a los de salud mental para explorar posibles factores de riesgo y protección, que permitan profundizar en la problemática del consumo de sustancias psicoactivas".

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Hay algo más. Los estudios de drogas miden sobre todo el consumo de mariguana, cocaína, éxtasis y heroína. Poco se habla de LSD, y mucho menos de ayahuasca, que son cada vez más comunes y tienen un uso particular, pues ambas permiten lo que se conoce como el ensanchamiento de la conciencia. Dicho en lenguaje corriente, la famosa "conexión con el universo".

Ambas, la ayahuasca ––también conocida como yagé–– y el LSD ––ácidos–– se han utilizado de manera terapéutica. La primera es una planta sagrada para los indígenas de la que Schultes ––etnobotánico, taxónomo, escritor y fotógrafo––, considerado uno de los exploradores de plantas más importantes del Siglo 20, dijo que sería "la gran medicina". La segunda fue utilizada, sobre todo en los años 60, antes de su prohibición, para hacer psicoterapia.

Albert Hoffman, el químico suizo que dio vida al LSD, decía que este podía servir de recurso psicoanalítico y psicoterapéutico para que el paciente adquiriera conciencia de sus problemas en su verdadera significación. En sus palabras: "creo que si se lograra aprovechar mejor, en la práctica médica y en conexión con la meditación, la capacidad del LSD para provocar, en condiciones adecuadas, experiencias visionarias, podría transformar un niño terrible en uno prodigio".

Actualmente, el uso de LSD en psicoterapia no es común.

Por su parte, el consumo de yagé empieza a ser más frecuente. El estudio "Consumo urbano de yagé (ayahuasca) en Colombia", publicado por la Corporación Nuevos Rumbos en 2004, ya hablaba del creciente consumo y las motivaciones de la gente para hacerlo. Entre ellas se destacaban las siguientes: sanación física y emocional, espiritualidad, interés académico, y, en menor medida, curiosidad.

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Es más, según el estudio, el 82.5 por ciento de los encuestados dijo buscar en el yagé limpieza corporal, y el 84 por ciento coincidió en afirmar que beberlo juega un papel importante en la percepción de situaciones personales, generando cambios positivos en la actitud y en la concepción de problemáticas que afectan la vida del sujeto. De ellos, el 67 por ciento considera que el yagé propicia ascender en una escala espiritual. Paz interior que, a la vez, permite estar tranquilo con el mundo externo.

El estudio determinó que "los miembros de la población estudiada, integrantes de un contexto urbano, enmarcado en la cultura occidental, han incorporado el yagé dentro de un complejo entramado de creencias en el que confluyen elementos de orígenes diversos, religión o corrientes como la Nueva Era, y, además, acuden a las ceremonias por razones que básicamente se relacionan con motivaciones de tipo terapéutico a nivel emocional".

Ahora, el tema es el siguiente: ¿por qué buscamos espiritualidad en ellas? Para encontrar respuestas, acudí a un cura, un psicoanalista, un antropólogo y un neuropsicólogo. Cuatro personas de disciplinas diferentes que llegaron a conclusiones similares:

"Que la sociedad occidental es un fracaso", me dijo el Padre Carlos Novoa, jesuita, profesor titular y doctor en teología por la Universidad Javeriana. "Que vivimos en una sociedad inhumana que mata el sentido. Una sociedad que nos quiere convencer de que la libertad es solo una, la libertad de escoger mercancía". Y eso, según él, deja un profundo vacío, sed de espiritualidad. "Por eso es que se ponen a hacer experimentos con yagé. Con todo respeto, están perdidos".

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Sin ir muy lejos, el neuropsicólogo Juan Daniel Gómez habla de una anomia social como resultado del fracaso del proyecto de la modernidad. "Eso ––el fracaso–– generó un estado de ánimo en Occidente, principalmente, que dio origen a algo que se llamó la posmodernidad. Entonces, en realidad la posmodernidad es un estado de ánimo".

De ahí que, me dijo, "la gente empieza a buscar el sentido y explicaciones menos racionales o no digamos menos racionales sino atenidas a lógicas diferentes".

A lo anterior se le suma lo que dice Andrés Felipe Palacio, psicólogo, psicoanalista y profesor universitario. "Esta generación no tiene sostenes espirituales y a veces no logra obtener lo que nuestros padres y nuestros abuelos obtenían, que era una cierta calma a través de rezar y cosas así".

Sin tener una prueba científica, se atreve a decir, por ejemplo, que generaciones anteriores, como nuestras abuelas y madres, fueron capaces de soportar grandes dolores a punta de rosarios y misa los domingos. "Hoy la gente sufre muchísimo más frente a pérdidas menos grandes. Entonces tienen el fin de semana para descargar en una fiesta, allá se sienten bien y felices", dice Andrés.

El Estudio de Salud Mental 2015 procuraba visibilizar, por primera vez, los problemas mentales de los colombianos, entendidos como los síntomas o conductas que no constituyen una enfermedad mental diagnosticada, pero que producen malestar emocional y disfunción en las capacidades para relacionarse con los otros, y que requieren apoyo social y clínico.

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En el estudio se evidencia que la población adolescente del país ––esa que está entre los 12 y 17 años–– presenta problemas como síntomas de ansiedad, depresión y sugestivos de psicosis. Y en adultos –– esos que están entre los 18 para adelante–– ansiedad y depresión. E incluso, en esa misma población adulta, el 38,9 por ciento de las mujeres y el 29,2 por ciento de la población total expuesta a la violencia por delincuencia organizada afirman que sufren un trauma psicológico.

Es posible, por supuesto, que ahí aparezcan las drogas.

"Sin embargo ––dice Juan Daniel––, el uso generalmente ritual de estas plantas sagradas es muy diferente a la función que puede estar jugando en la actualidad. No conocen de dónde viene ese poder que tienen en la mano y lo usan como cuando uno se toma un café para despertarse". Y luego volvemos a lo mismo: al miedo, a la ansiedad.

Cuando en los años 60 algunos terapeutas usaron LSD para sus terapias, siempre había dos reglas claras. La primera, el estado del paciente, lo que llama el set y el setting: "¿como está? ¿sí puede resistir llegar tan adentro de sí mismo?" Además, siempre, después de cada toma, había acompañamiento terapéutico. No bastaba con ver, era necesario entender lo que se estaba viendo, asumirlo.

"Para poder digerir cosas, uno necesita compartir, porque tal vez uno no es capaz de soportarlas y tal vez uno no es capaz de entenderlas completamente en un diálogo. Pero cuando una persona está completamente drogada, no está en un diálogo con nadie. Y no sé si al final del viaje uno logre recordar todo lo que pensó", dice Andrés Palacio.

Juan Daniel, que es neuropsicólogo, sabe muy bien que ningún estado psíquico o físico que no provenga de todo el arsenal de respuestas biológicas y comportamentales del ser humano no puede ser producido por una sustancia psicoactiva. Es decir, que todo lo que se logra ver en un viajecito ya estaba ahí. Lo que pasa es que es más difícil verlo sin alterar la conciencia. Como quien, digamos, necesita tomar algunos tragos para declarar su amor.

Al final de cuentas todos vamos por la vida buscando algo: es legítima cualquier manera de buscar. Eso es claro. Y es muy distinto, además, la recreación o la búsqueda de placer. Pero puede que acá, en el camino de la realización personal, como me dijeron todos, no haya tanta eficacia.

Doy la palabra a Juan Daniel: "cuando se trata de afrontar los problemas que le hacen a uno la vida infeliz esa máscara no sirve porque el acto más revolucionario que puede ejecutar un ser humano es buscar su propia felicidad".