En noviembre, en los Países Bajos se llevó a cabo un evento de estilo de vida de lujo para quienes son extraordinariamente ricos. Los organizadores de la Masters Expo —anteriormente conocida como Masters of LXRY y antes de eso, como la Millionaire Fair— consagraron la 19ª entrega del evento anual con el tema de los felices años veinte. Pasé la tarde allí para ver cómo les va a los superricos durante estos tiempos inmensamente complicados.
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Durante un tiempo, en 2020, parecía existir la creencia de que, tal como pasó después de la Primera Guerra Mundial y la gripe española, nos recuperaríamos como sociedad de la pandemia y entraríamos en una era de sexo y prosperidad económica. Para la mayoría de nosotros no parece que es ese magnífico periodo haya comenzado aún.
El evento tiene lugar en el RAI Amsterdam Convention Center (RAI significa Rijwiel en Automobiel Industrie, la carrocería oficial de las bicicletas y los automóviles del país), una sala de exposiciones que existe en la ciudad de una forma u otra desde 1900. Nada en el exterior del lugar insinúa la opulencia que se encuentra al otro lado de las puertas de entrada. Las vallas publicitarias del evento, que tienen un ligero parecido con un anuncio de Peaky Blinders o de una mala película de Netflix sobre la Gran Prohibición, tampoco muestran nada que sugiera la exuberancia de la riqueza ilimitada.
Al entrar veo autos, diamantes y yates, todos iluminados por el glamoroso resplandor de las brillantes luces del techo: el lujo en su forma más obvia. Al dar un vistazo al lugar, parece que la campaña de marketing no es lo único moderado de la exposición. Incluso los departamentos de lujo que se ofrecen se encuentran ubicados en un tranquilo suburbio de Ámsterdam, lo que sugiere que, al menos en los Países Bajos, ni siquiera los más ricos pueden permitirse pagar el depósito de un espacio habitable en el centro de la ciudad.
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El hundimiento del Titanic era un incidente relativamente reciente que estaba muy presente en la mente de los adinerados de la década de 1920. Un siglo después, los cruceros siguen siendo una parte crucial del mercado del lujo. Por solo 33.000 euros, cualquiera de nosotros también puede abordar el barco de cinco estrellas Le Commandant Charcot para hacer un viaje de dos semanas al Polo Norte. Hablé con Stephen, un estadounidense que ha viajado mucho y es empleado de la empresa que vende estos viajes. De hecho, en nombre de la investigación visitó el Polo Norte y vio ocho osos polares. "Pensé que me aburriría", dijo. “Pero eso no pasó. Cuando cruzamos el meridiano 90 oeste, destaparon botellas de champán y hubo una gran celebración".Para Stephen, subir a bordo de un palacio flotante para ir a mirar osos polares no es un tonto escapismo ni un ostentoso despliegue de riqueza. Claro que no: es activismo climático. "Llevamos la sostenibilidad a un nuevo nivel", me dice, señalando que el barco es una opción de viaje respetuosa del medio ambiente, que los científicos pueden unirse al crucero sin pagar un centavo y que los turistas pueden asistir a conferencias periódicas sobre el calentamiento global. Si confiamos en sus palabras, viajar al Polo Norte podría incluso combatir el cambio climático. "Una vez que los pasajeros vean lo hermosa y vulnerable que es la zona, querrán protegerla", me dijo.
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Curiosamente, parece que a él le sucedió lo contrario. “Por supuesto, históricamente hablando, la cantidad de hielo disminuye, pero también hay hielo nuevo cada año. Durante el crucero, pasamos días rompiendo hielo para avanzar. ¡Había hielo por todas partes!". Si bien el hielo marino está aumentando en la Antártida, los glaciares y las plataformas de hielo se están derritiendo rápidamente, lo que genera grandes volúmenes de agua dulce. Según World Wild Life (WWF), perdimos el 95 por ciento del hielo del Ártico en los últimos 30 años.
Según Rosanna, una glamorosa estratega de negocios que me acompaña al bar para tomar una copa de champán, el cambio climático es la versión de 2021 de la época de la prohibición. “Necesitamos pensar en lo que haremos de manera diferente, inventar nuevos modelos comerciales. Estamos en una era disruptiva”, dijo.En su tiempo libre, ayuda a jóvenes emprendedoras que se han topado con un muro profesional y les habla desde su experiencia personal. “Mi marido y yo tenemos un bed and breakfasts en Modena, cerca de Bolonia. Es un hermoso complejo, un verdadero paraíso con vista a las colinas. Pero cuando quisimos abrir nuestras puertas, llegó la COVID-19 y nadie nos hizo reservaciones. Así que nosotros terminamos quedándonos allí". Al parecer son tiempos difíciles para todos.
El ambiente es un poco más alegre en el bar, el cual es patrocinado por Icoinic, una empresa emergente de criptomonedas que espera entrar al ámbito de las finanzas convencionales. Charlo con su director ejecutivo, Egbert Krop, mientras tomamos una copa. Hablamos de la hiperinflación que hubo en la República de Weimar en la década de 1920, que provocó que las personas tuvieran que llevar consigo carretillas con dinero en efectivo cuando iban a comprar sus víveres. Krop me recuerda que en el mundo de las criptomonedas no existe la inflación. El precio de las acciones de las distintas monedas en el mercado puede subir y bajar, pero este "simple holandés", como él mismo se describe, tiene fe en las posibilidades a largo plazo de todas las criptomonedas. Y con justa razón: el negocio está en auge.
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Krop me dice que "no es muy materialista" y que solo ha venido a comprar unas cuantas botellas de vino. Esto coincide con lo que me dijeron algunos de los demás invitados con los que hablé. Parece que quienes han hecho su fortuna en la esfera digital no están tan interesados en las posesiones físicas como sus contrapartes que se enriquecieron con el viejo sistema monetario.En el evento se exhibe un Lamborghini decorado con arte del artista Pablo Lücker. Este auto de medio millón de euros es un regalo que viene con la compra de un NFT de arte digital del mismo artista. Pablo está aquí para agitar un poco las cosas, explica. "Mucha de la gente aquí es un poco apática".
La persona que muestra el máximo desdén hacia el mundo material en toda esta exposición es el YouTuber Kwebbelkop, quien está considerando comprar el combo NFT-Lamborghini. "No por el Lamborghini, sino por el NFT". El auto, me dice, lo vendería, "antes de recorrer la autopista digital con mi NFT".
La fiesta termina a las 6 pm. Ni siquiera Masters Expo escapa de tener que cumplir con las normas gubernamentales de seguridad ante una pandemia. Por ahora, las empresas y las personas con buenas ganancias en estos tiempos desesperados están más interesadas en la modestia y la eficiencia que en el hedonismo desbordado. En estos días, el resurgimiento de los felices años veinte parece más un deseo que una posible realidad.