Manicomio_Salud_Mental_Otras_Alternativas_@lenny_maya
Ilustración por @lenny_maya.
Salud

¿Sirven los hospitales psiquiátricos para sanar?

La reforma del sistema de salud es urgente, pero también lo es que dejemos de pensar en una lógica del manicomio, pues es una lógica que rechaza, estigmatiza y violenta

Diana se despierta desorientada. Su cuerpo está adolorido y tiene ganas de orinar. No puede levantarse al baño porque unas correas la tienen inmovilizada sobre la cama. Poco a poco recuerda estar en un hospital psiquiátrico en la ciudad de Manizales, Colombia. No tiene claro, sin embargo, cómo terminó amarrada. Llama a algún enfermero o enfermera para que la desamarren y pueda orinar. Al otro lado de la puerta, que tiene aspecto de celda, nadie responde. Nadie viene. No aguanta más. 

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Uno o dos días antes Diana había viajado con su mamá en una ambulancia de Pereira, donde vivían, hasta Manizales para una internación psiquiátrica sugerida por su psiquiatra. Al llegar, Diana no se sintió bien; no le gustó el lugar. “Yo no me quiero quedar acá”, le dijo a su mamá tras la entrevista de admisión. “Ahí ya me estaban agarrando de un brazo, y yo les dije ‘no me toquen que yo estoy hablando es con mi mamá’ y entonces ya me estaban agarrando del otro. Yo quise soltarme y empecé a patalear y a gritar y a gritar y a gritar y eso digamos que no tuvo ningún efecto porque me llevaron para un cuarto sin ventanas, había sólo un tragaluz. Y me encerraron ahí y me dijeron que me pusiera una pijama que era como un uniforme y yo no me quería poner la pijama y me cogieron entre todos, me quitaron la ropa y me inyectaron algo y me pusieron la pijama”, nos cuenta desde su casa en Dosquebradas. 

Aunque su estadía en el centro psiquiátrico fue breve y logró salir pidiéndole a su mamá que firmara un alta voluntaria, fue suficiente para convertirse en una de las peores experiencias de su vida. “Yo nunca había experimentado una violencia, un maltrato tal como el que experimenté en Manizales, yo les digo que yo he pasado por cosas muy duras, pero esa ahí, yo pensé que no iba a salir de ahí, que ese era el fin de todos los fines”, dice Diana . 

Dentro de los maltratos que sufrió están ser medicada sin su consentimiento, ser inmovilizada; despertarse con marcas físicas de abuso, como moretones y sangre; perder su autonomía, y ser silenciada. “Después llegó el psiquiatra con sus estudiantes y le dije que yo no había autorizado que me hicieran esto o me pusieran medicamentos, y me dijo ‘si va a seguir así la vuelvo a sedar’. Yo ahí entendí los términos y me quedé callada”, comenta, recordando la escena que siguió a su despertar desorientado dentro del cuarto. 

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No era la primera vez que Diana acudía al sistema psiquiátrico del país y que su médico recomendaba algún tipo de internación. En Pereira, su psiquiatra ya había determinado dos periodos en una clínica muy diferente a la de Manizales para tratar algunas crisis maníacas o depresivas ocasionadas por su trastorno afectivo bipolar y su trastorno de la ansiedad de origen laboral, que le diagnosticaron en 2018 tras su experiencia como coordinadora de disciplina en un prestigioso colegio internacional de la ciudad de Pereira. 

Al volver de Manizales, le recomendaron volver a la clínica psiquiátrica de su ciudad, donde ya había estado antes sin sufrir maltratos, pero Diana se rehusó. “Cuando salí [de la clínica en Manizales] quise poner una demanda, pero no fui capaz. Tenía pesadillas, y mi psiquiatra ahora me estaba tratando para trastorno bipolar, trastorno de ansiedad y estrés postraumático; no dormía y no podía permitir que otras personas como mi novio me tocaran o me quitaran la ropa”, recuerda. 

En lugar de una internación completa, Diana logró que el psiquiatra la viera una vez a la semana para un control y empezó a ir al hospital día, que funciona como una internación parcial dentro del hospital psiquiátrico. En este modelo, el paciente va durante algunas horas, hace terapia grupal, particular y otras actividades, y vuelve a su casa a dormir. Según el doctor Álvaro Arenas, médico psiquiatra especialista en epidemiología clínica, “en Colombia aún nos falta ampliar la capacidad de servicios comunitarios y hospitales día en los que el paciente puede estar en contacto con la comunidad”. Este tipo de tratamiento hace parte de una gran reestructuración del tratamiento psiquiátrico que, de la mano de la psicofarmacología, se ha enfocado menos en aislar al paciente y más en integrar su tratamiento a la comunidad, nos cuenta. 

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La primera experiencia de internación de Diana fue en 2018, cuando empezó a tener ataques de ansiedad insoportables. En una ocasión tuvo que irse del colegio en el que trabajaba en medio de la jornada laboral, acudió al servicio de urgencias y fue internada. Como explica el doctor Arenas, parte del problema de la estigmatización de la enfermedad mental se da porque los hospitales de medicina general y los de medicina psiquiátrica no están integrados: “una de las luchas para tratar de desestigmatizar la enfermedad mental es integrar la salud mental a los hospitales generales, porque existen en el imaginario el hospital general y el psiquiátrico como unidades separadas, cuando debería ser un solo el lugar a donde vamos a cuidar de nuestra salud integral. Desafortunadamente en Colombia hay muy pocas unidades de salud mental integradas a los hospitales”, añade. Aunque Diana fue internada en esa ocasión en un hospital general, lo que sería un síntoma de un avance en políticas de tratamientos de salud mental más humanos, la división entre los dos tipos de salud continuó operando: “a los pacientes psiquiátricos nos hacían poner una bata especial para identificarnos, y eso era muy estigmatizante”, dice. 

Tras una tentativa de tratamiento con psicofármacos y terapia cognitivo comportamental, los síntomas de Diana empeoraban: tenía ataques de llanto y agorafobia, tics nerviosos y empezó a maltratarse. Estaba pasando por un periodo de depresión grave. En una nueva visita al médico, la internaron en un hospital psiquiátrico en Pereira, donde pasó casi un mes y tuvo una experiencia compleja. “Cuando a mí me dejaron en el instituto pensé ‘bueno, yo de acá no me paro más’ pero al mismo tiempo fue una experiencia interesante porque tú te das cuenta que allá todo el mundo es quien es, cada uno está en su cuento; y también fue muy lindo porque uno crea como compinchería con las otras pacientes”, cuenta. Para Diana esa primera experiencia de internación fue una de cuidado en la que “finalmente pudo rendirse” y dedicarse a mejorar. Ya no tenía que tratar de equilibrar el trabajo con el cuidado de su salud mental y construyó con sus pares, otros usuarixs de salud mental, una relación de cuidado y escucha que la acogió.

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Recientemente en algunos países de Latinoamérica, el sistema de salud mental ha ido cambiando gracias a la lucha de movimientos sociales que reúnen expertos, expertos por experiencia, usuarixs y organizaciones enfocadas en derechos humanos, que denuncian las prácticas manicomiales como dispositivos de exclusión social. Estos movimientos promueven la creación de nuevas leyes, políticas públicas y nuevos espacios en donde haya un enfoque psicosocial, comunitario e intersectorial, enfocado en los derechos humanos para crear un nuevo paradigma de comprensión y tratamiento en salud mental. 

Andrés Matkovich, psicólogo y miembro del movimiento de usuarixs y sobrevivientes de salud mental de Rosario, Argentina, explica que “lo antimanicomial implica el cierre y la sustitución de los manicomios y esto no se negocia. Algunas perspectivas proponen una humanización de estos lugares, pero esto no cambia el hecho de que estos lugares son instituciones de encierro y todo lo que esto implica obviamente para la subjetividad y la salud de una persona; no hay ninguna corriente que determine que algo puede ser terapéutico en el hacinamiento, por medio de la ruptura de vínculos”. 

Una ejemplo de esta lucha contra la estigmatización y contra la violación de los derechos humanos por parte del Estado fue en Uruguay, en donde en 2018, después de un esfuerzo colectivo lograron derrocar la Ley del Psicópata de 1936, radicada durante la dictadura de Terra, en la cual se estipulaba, entre otras cosas, que el/la paciente "pueden ser objeto de medidas de seguridad, incluida la detención indefinida". Leyes como esta se encajan en una compresión de la enfermedad psiquiátrica y su manejo centrados en el control, la exclusión, la vigilancia y el castigo. Conquistas similares se han dado en Brasil y Argentina, donde los movimientos antimanicomiales hacen parte de la movilización social desde la década de 1970. 

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En países como Colombia, en los que la insititucionalización todavía se utiliza, los criterios de internación son variables, según el doctor Arenas, y las patologías para las que puede ser indicada una estancia en un hospital psiquiátrico van desde cuadros depresivos graves con ideas estructuradas de suicidio a pacientes con crisis agudas de esquizofrenia que representen el riesgo de hacerle daño a otros o a sí mismos. “Sin embargo, cada caso es visto de manera individualizada, tomando en cuenta criterios de la persona, de los síntomas y de la red de apoyo, porque podemos ver casos en que la persona tiene la fortuna de contar con un entorno que lo apoya, una familia que lo puede cuidar, que lo acoge, y en esa medida no sería necesaria la hospitalización, pero en casos en que la persona no tiene esa red, o la red está fracturada o deteriorada la mejor opción sería la internación en el hospital de salud mental”, continúa el doctor Arenas. 

El criterio de la red de apoyo, sumado a una casualidad administrativa —la falta de cupos en el hospital de Pereira donde Diana ya había sido internada— fueron las dos circunstancias que la llevaron a tener la experiencia de abuso físico y psicológico en Manizales. En esa última visita al servicio de emergencias, Diana optó por ir sin su mamá, para no preocuparla más y porque la relación entre ellas se había tornado difícil. Ese mismo día, no había lugar para ella en el instituto donde ya la conocían y donde había tenido experiencias de cuidado y acogimiento en el pasado. Así, por una decisión burocrática, la llevaron en una ambulancia hacia el lugar donde vivió la peor experiencia de su vida. 

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Desde una perspectiva antimanicomial, “muchas veces una internación puede ser necesaria; ahora, no puede ser el primer recurso, tiene que ser el último por todo lo que implica de segregación y por lo traumático y estigmatizante que puede llegar a ser”, dice Matkovich. Por otro lado, y quizás esto sea más relevante, la lucha es porque el espacio de cuidado o la red de apoyo no necesariamente se relacione con la familia, sino que se creen dispositivos que permitan a otrxs usuarixs y trabajadorxs de la salud ser este espacio de acogida y se evite una internación innecesaria o precoz. Casos de casas de cuidado comunitario en salud mental autogestionadas por ususarixs y trabajadorxs han tenido éxito en países como Canadá y se construyen actualmente en ciudades como Rosario, en Argentina. 

Estudiando sus historias clínicas para un proceso legal que inició contra su exempleador, Diana encontró que en el alta voluntaria había una nota que indicaba hesitación de su mamá en firmar su salida, basada en que en la clínica habían establecido que Diana presentaba riesgo de suicidio u homicidio. Diana resiente mucho la segunda parte del diagnóstico: “Yo jamás he sido violenta con nadie, nunca; yo todo lo hago en contra mía”, dice. Esto responde a una lógica manicomial que “es una cuestión transversal a toda la sociedad: aquella persona que tiene diversidad psicosocial es de alguna manera segregada tanto al interior de la familia, en los pueblos, en los barrios por esa forma de mirar al otro como diferente y de pensar que debería estar encerrado o que podría ser peligroso, y esto tiene que ver con el estigma de la locura. El criterio de internación legal es si puede hacerse daño a sí mismo o a terceros, eso es lo que plantea la ley, el problema es que se extiende mucho la interpretación de ese criterio legal”, continúa Matkovich.

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¿Qué pasa cuando la autopercepción del paciente no encaja con su diagnóstico y cuando este se mezcla con un criterio legal? ¿Cómo podría una simple y breve entrevista de admisión establecer que una persona es un riesgo para otros? Aunque en algunos casos el criterio de internación psiquiátrica es el de tomar la mejor decisión para un paciente, la experiencia de Diana en Manizales fue todo lo contrario. El sistema de salud le falló y, al burocratizar su tratamiento, terminó causándole un daño mucho mayor del que pretendía evitar. La reforma del sistema de salud es urgente, pero también lo es que dejemos de pensar en una lógica del manicomio, pues es una lógica que rechaza, estigmatiza y violenta. 

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Este texto es apenas una exploración de un fenómeno que es complejo. Las autoras de este texto no somos profesionales de la salud, ni psicólogas ni psicoanalistas. Las opiniones dadas aquí no sustituyen el tratamiento que cada persona juzgue necesario, útil o eficaz. Recomendamos que en caso de necesidad se consulte a un profesional. Algunas líneas de atención psicológica en América Latina se pueden encontrar aquí. 

Esta nota hace parte de un proyecto que busca explorar las vivencias de trastornos mentales desde una perspectiva cultural a partir de narrativas personales de quien vive con estas condiciones. Si quieres contarnos tu historia nos encuentras en Instagram como @julianaangelosorno y @aheilbronj .