2015, otro año perdido por los raperos blancos


Ilustración por Jane Kim

Siguiendo una tradición que empezó en la época de los Rolling Stones y Elvis, los blancos siempre «se han inspirado» en otras culturas para obtener algún tipo de beneficio y atribuirse posteriormente el mérito, como si se tratara de una idea original. El 2014 fue un año decisivo para los artistas blancos que gustan de apropiarse de la cultura negra: Macklemore se llevó a casa el Grammy al Mejor álbum de rap, a pesar de Kendrick Lamar; Robert Thicke se embolsa un pastizal gracias a su versión de «Blurred Lines» de Marvin Gaye; y Riff Raff sigue siendo el mismo ignorante y amado Riff Raff de siempre. Pero el 2015 ha supuesto la caída de esa torre Jenga de marfil y los artistas blancos se han dado un largamente merecido batacazo, dentro y fuera de la industria musical. Quizá no haya sido una caída repentina, desde la cima, pero el trabajo hecho en 2015 posiblemente se convertirá en el rasero con el que se juzgará la cultura «blanca» de ahora en adelante.

Todo empezó con el anuncio de que Robin Thicke y Pharrell tendrían que pagar una indemnización de 7,2 millones de dólares por plagiar el tema de Marvin Gaye «Got to Give It Up». En un alarde histórico de privilegio de la raza blanca, Robin Thicke señaló en todas direcciones para declarar su inocencia, alegando que durante toda la grabación estuvo bajo los efectos del alcohol y el Vicodin, y que Pharrell «escribió prácticamente todo el tema». Su intento de echarle a otro el muerto le valió el escarnio público y, por primera vez en su encantadora vida medio canadiense, se convirtió en el malo de la película. La mujer de Thicke, Paula Patton, lo dejó poco después de conocerse el veredicto debido a ciertos rumores de infidelidad. Y es que los caminos del universo son inescrutables.

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Cuando Q-Tip intentó educar a Iggy contándole la historia del hip hop en Twitter, a lo que la artista respondió: «No voy a ponerme a jugar a Hip Hop Squares con desconocidos solo para demostrar que merezco ser fan o que tengo influencias del hip hop». Su ignorancia pertinaz finalmente le costó la cancelación de su gira internacional al no vender prácticamente entradas. Aunque no existe una relación directa entre las ventas de entradas y las acusaciones de racismo, una pérdida siempre es una pérdida, e Iggy sufrió una de la que parece que no pudo recuperarse.

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No es fácil identificar qué elementos están lastrando a los raperos blancos, excepto quizá el hecho de que siempre estén demasiado rezagados como para coger una buena ola. El hip hop ha dejado de consistir únicamente en letras densas; ahora los chavales solo quieren ritmos que poder seguir. Los raperos blancos no hacen ese tipo de música, y a los pocos que la hacen o bien se les tacha de fraudulentos (Stitches vs. The Game) o son superados por productos de mejor calidad (Stitches vs. OT Genasis).

La única luz entre tanta oscuridad fue, sorprendentemente, Macklemore, que expresó su culpabilidad de hombre blanco incluyendo en su sencillo «Downtown» a todos los raperos de los que Vince Staples nunca había oído hablar. También atribuyó por error el Raisin in the Sun de Lorraine Hansberry a Langston Hughes, en un tropezón con el que echó por tierra el trabajo de una mujer negra. Pero pese a todo el rollo de sermoneo de Macklemore, al menos él parece haber prestado oídos a las críticas que recibió el año pasado.

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La cultura del hip hop fue inventada y perfeccionada por jóvenes negros y mulatos estadounidenses. Posiblemente es el mejor producto de exportación que jamás haya salido de ese país y mueve muchísimo dinero. Es fácil entender por qué hay tantos interesados en llevarse una tajada del pastel, pero no deberían olvidar quién aportó los ingredientes para su elaboración.

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Traducción por Mario Abad.