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Este artículo fue publicado por primera vez en Motherboard.
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A principios de este año, dos pequeñas y rayadas pelotitas de pelusa fueron alumbradas en el zoológico del Bronx. Sin embargo, los dos cachorros de tigre malayo, que han sido bautizados como Nadia y Azul, estaban muy débiles. Su madre no les estaba ofreciendo el cuidado suficiente, de manera que los responsables del zoológico mantuvieron a los cachorros en una localización secreta.
Durante la primavera, los trabajadores empezaron a alimentar a los cachorros con biberones. Les nutrieron cada tres horas y les pesaron a diario. En septiembre, habían madurado lo suficiente como para ser presentados ante el público.
Solo existe una cantidad estimada de 250 tigres malayos en todo el planeta. Al igual que todas las subespecies de tigre, estos grandes felinos están amenazados debido a la destrucción de su hábitat y a las implacables batidas de los cazadores furtivos. Sucede, sin embargo, que los tigres malayos se encuentran en una situación de riesgo todavía más extrema — el Sindicato Internacional por la Conservación de la Naturaleza los tiene catalogados como una especie críticamente amenazada, la consideración más peligrosa, la inmediatamente anterior a la extinción silvestre. De tal forma, haber introducido dos ejemplares más es motivo de celebración.
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La cría en cautividad, por supuesto, es un motivo de contención para muchos conservacionistas, quienes defienden que los esfuerzos deberían dirigirse antes a proteger al animal en su hábitat natural. Sin embargo, organizaciones como la Sociedad por la Conservación de la Vida Animal, propietaria también del zoológico del Bronx, creen que puede tratarse de un paso fundamental para la recuperación de la especie.
El hecho de mostrar a los animales públicamente, no solo despierta la concienciación sobre el peligro que se cierne sobre la especie, sino que además ayuda a comprender hasta qué punto producir más tigres podría ser nuestra única esperanza de salvarnos si no conseguimos protegerles en la naturaleza. Tanto la Sociedad por la Conservación de la Vida Animal (WCS en sus siglas inglesas) como otros grupos conservacionistas, con el Fondo Mundial para la Vida Silvestre y la fundación Panthera, también trabajan para proteger a las especies que quedan viviendo en libertad, con iniciativas destinadas a combatir la caza furtiva y la destrucción de sus hábitats.
A lo largo de las últimas semanas, los cachorros de 10 meses han seguido creciendo y aprendiendo nuevas habilidades. Hoy pesan ya el doble de lo que pesaban en junio. Los animales en cautividad necesitan interactuar ocasionalmente con cuidadores humanos —para cosas como someterse a chequeos médicos— de manera que los cachorros han aprendido a obedecer instrucciones sencillas, tipo “siéntate” o “estírate” o “levántate”, según cuenta Pat Thomas, vicepresidente de WCS y comisario general del zoológico del Bronx.
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“Se han ajustado extremadamente bien al hecho de ser exhibidos ante el público y a sus habitaciones privadas”, cuenta Thomas, que es parte del equipo de cuidadores de los tigres. “El hecho de que se tienen el uno al otro para jugar y para consolarse, ha contribuido enormemente a su adaptación a su nuevo hogar. Han demostrado ser inequívocamente curiosos y haber explorado todas las zonas de su nuevo hogar”.
Esta es la tercera camada de cachorros de tigre malayo que ha sido alumbrada en el zoológico del Bronx, una cifra que se suma a los cerca de 70 tigres malayos que viven en cautividad en el país de Donald Trump. La cría en cautividad no siempre es la solución ideal para la conservación de la vida animal silvestre, pero puede resultar una herramienta útil para asegurarnos de que los números no disminuyan todavía más.
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