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10 preguntas que siempre quisiste hacerle a un ex amish

"Hasta la secadora de pelo me daba miedo, porque hacía mucho ruido. Me sentí muy abrumada durante aproximadamente medio año".
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Imagen: pixabay

Artículo publicado originalmente porVICE Australia.

Misty Griffin, de 37 años, es licenciada en enfermería y autoeditora en Pasadena, California. También es ex miembro de los amish, a los que dejó a los 22 años después de que el obispo con el que vivía la agrediera sexualmente. Esta es su experiencia personal de vivir entre los amish de la Antigua Orden, el grupo más grande de asentamientos amish rurales descendientes de los menonitas amish. VICE: Hola Misty, comencemos con una breve descripción de tus orígenes. ¿Cuál fue tu situación familiar?
Misty: Fui criada como amish por mi madre y mi padrastro desde los seis años de edad; fueron increíblemente abusivos y nos aislaron a mi hermana y a mí en un rancho remoto en el norte del estado de Washington. Creo que nuestra extrema apariencia religiosa causó que la gente se mantuviera alejada de nosotros, lo que benefició a mi madre y mi padrastro. A los 19 años traté de escapar del rancho, pero mi hermana y yo fuimos llevadas a una estricta comunidad amish y dos familias separadas nos adoptaron informalmente. Nos convertimos en miembros bautizados de la iglesia. Mi hermana y yo creíamos 100 por ciento en que teníamos que ser amish o iríamos al infierno. Cuando dejé a los amish años después, tuve que dejar a mi hermana atrás, ya que ella no quería irse. Hoy está casada, tiene tres hijos, y nos escribimos algunas veces al año. No tengo contacto con mi madre o mi padrastro.

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Misty, cuando era adolescente, junto a su padrastro y su hermana menor. Imagen proporcionada por Misty

¿Cómo y por qué te fuiste finalmente?
Después de aproximadamente tres años de vivir en la comunidad amish, dejé a la familia que me había adoptado y me convertí en la empleada doméstica de planta del obispo —jefe de la iglesia y líder de la comunidad— y su familia. El obispo y su esposa tenían siete hijos menores de 12 años. Tan pronto como me mudé a casa del obispo, él comenzó a agredirme sexualmente. No se lo dije a nadie; de haberlo denunciado, me habrían culpado. Pero después de casi seis meses, empecé a sospechar que el obispo también estaba abusando sexualmente de su hija de 12 años, luego de que un día lo viera abrochándole apresuradamente el vestido. Entonces decidí acudir a la policía. Entre muchas comunidades amish, ir a la policía está muy mal visto. Los depredadores sexuales por lo regular son repudiados durante solo seis semanas, luego los reciben de vuelta y los niños permanecen en sus hogares con ellos. Por eso supe que tenía que denunciarlo. Pero la policía me dijo que no tenía suficientes pruebas para que lo acusaran, y un mes después se mudó a Canadá con toda su familia. El detective a cargo me dijo que no había nada más que pudiéramos hacer, ya que no había ningún registro en papel.

Abandoné la comunidad amish y durante los siguientes siete años trabajé en construir mi nueva vida. Pero tenía un sentimiento de culpa persistente por haberle fallado a los hijos del obispo. Finalmente, después de siete años, comencé a escribir mis memorias para crear conciencia sobre el abuso infantil y sexual en las comunidades religiosas estrictas. Dos años después de su publicación, el obispo regresó a los Estados Unidos, y sus hijas mayores lo denunciaron por abuso infantil en un intento por salvar a su hermana menor. El detective al que le asignaron el caso resultó estar leyendo mis memorias en ese momento. Me pusieron en contacto con los niños y el obispo fue sentenciado a 10 años de prisión por abuso sexual infantil.

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¿Cuáles fueron algunos de los mayores obstáculos que enfrentaste al dejar la comunidad?
Tratar de bloquear la idea de que me iría al infierno. Los amish creen que si eres bautizado en su iglesia y luego te vas, con absoluta seguridad te irás al infierno. Cuando has creído algo durante toda tu vida, no puedes olvidarlo en pocos días. Entonces, aunque sentía que estaba haciendo lo correcto, hubo momentos en que tuve miedo y dudé de mi misma.

El mayor desafío físico que tuve fue que no sabía cómo sobrevivir o comportarme en el mundo exterior. No sabía cómo conseguir un trabajo. Solo había estudiado los primeros tres años de la primaria. Me sentía como si me hubiera teletransportado del siglo XIX al XXI. Puse cara de valiente, pero en realidad estaba aterrorizada.

¿Qué te confundió del mundo exterior y qué sorpresa agradable te llevaste?
Casi todo en el exterior me parecía extraño. Por ejemplo, tuve que aprender a usar desodorante. Me parecía muy extraño ponerme algo debajo de las axilas; lo había visto antes pero no había entendido de qué se trataba. Pensaba que era algún tipo de perfume sólido. También me resultó agotador tener que elegir cada día un atuendo distinto para vestirme. En las comunidades amish estrictas como de la que provengo, solo tienes dos vestidos de trabajo, y algunos vestidos en diferentes colores para asistir a la iglesia. Todo me parecía ruidoso y aterrador. Las luces eléctricas me lastimaban los ojos y las apagaba todo el tiempo. Al principio, hasta la secadora de pelo me daba miedo, porque hacía mucho ruido. Me sentí muy abrumada durante aproximadamente medio año.

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Una de las mejores experiencias del mundo exterior fue ya no sentir que estaba siendo vigilada constantemente, como si la gente esperara que cometiera algún error para poder decirle al ministro. Todos en el exterior eran amables; me animaron a cultivar mis talentos y ser yo misma, a diferencia de la comunidad amish, donde te presionan para que te conformes. También disfruté mucho ir a diferentes restaurantes y probar diferentes comidas. Pero probablemente lo más sorprendente fue el agua corriente, fría y caliente. A veces, todavía me maravillo ante esto. Ya no tenía que calentar agua en la estufa de leña.

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¿Cuánto sabías sobre el mundo exterior antes de dejar la comunidad amish?
No sabía casi nada. En muchos aspectos, sabía incluso menos que el joven amish promedio, porque mi madre y mi padrastro me habían aislado la mayor parte de mi vida. Mi hermana y yo no teníamos permitido tener amigos o asistir a la escuela. Mi único contacto con el mundo exterior [en ese entonces] era cuando iba a buscar suministros para el rancho o a vender productos con ellos. Solo pude aprender lo que podía ver del mundo exterior en esos viajes, y no fue mucho. El aislamiento comenzó cuando tenía seis años, así que tampoco había mucho que pudiera recordar de antes.

¿Cómo fue el día que te fuiste?
No me despedí de nadie. Me fui temprano una mañana, una pareja no amish me llevó a Seattle. Al abandonar una comunidad amish, nadie suele despedirse. Solo te encontrarías con más sermones sobre que te irás al infierno. Pero, de hecho, vi al obispo y a su esposa mirando desde la ventana. Nadie intenta detenerte físicamente cuando abandonas la comunidad, pero tampoco te ayudan. Te vas sin nada.

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Me fui a vivir cerca de Seattle, Washington. La hermana mayor de mi padrastro me acogió y me dio un trabajo en su tienda de muebles. Ella no se parecía en nada a su hermano, era una mujer muy amable y gentil. Me ayudó a entrar en la sociedad moderna y a salir adelante.

¿Qué cosas te dijo la comunidad sobre el mundo exterior específicamente?
Que era peligroso; que todos buscaban secuestrarte, aprovecharse de ti y usarte para su propio beneficio.

¿Hay algo que hayas extrañado o que aún extrañes de la comunidad?
Siempre disfruté convivir con los niños. Se reunían a mi alrededor, tratando de ayudarme o simplemente trepando a mi regazo para que los abrazara. Los quería a todos, y me sentí muy triste y sola cuando ya no tuve sus dulces caras regordetas sonriéndome. Además, como en cualquier grupo cerrado o iglesia, había un sentimiento de pertenencia e identidad. Formaba parte de una gran familia extendida. Cuando me fui, sentí que ya no sabía quién era.

También extrañaba mi trabajo familiar. Las cosas familiares son reconfortantes. Me encantaba hacer jardinería, cocinar y hornear. Sobre todo, me encantaba hacer pespuntes para la señora amish que vendía colchas en su tienda. Me consideraban una de las mejores costureras porque era rápida y mis puntadas eran pequeñas y uniformes. Cuando entré al mundo exterior, me di cuenta de que necesitaba aprender un conjunto completamente nuevo de habilidades. Nadie estaba buscando una costurera o alguien que supiera hacer fideo.

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¿Alguien habló alguna vez de querer irse? ¿Tenían curiosidad por el mundo exterior?
Los que suelen irse por lo regular son hombres jóvenes solteros, aunque muchos terminan regresando después de un par de años. En las comunidades amish estrictas, como a la que yo pertenecía, a los adolescentes generalmente se les exige que se bauticen a los 17 años, la misma edad en la que comienzan a salir a reuniones. Si no obedecen las reglas de la iglesia, pueden ser repudiados. Si son repudiados, no se les permite salir o asistir a reuniones sociales juveniles, y eso es un gran problema para un adolescente. Por lo tanto, generalmente tratan de evitar ser repudiados.

Ninguna mujer joven en mi comunidad habló alguna vez sobre dejar a los amish. En las iglesias más estrictas, las jóvenes amish están sometidas a un estándar de comportamiento más alto que los hombres. Sin embargo, algunas de las adolescentes solían pensar en el maquillaje y trataban de imaginar cómo se verían al usarlo. Eso es lo más lejos que llegó la curiosidad de las chicas de mi iglesia por el exterior.

¿Algunos padres siguen viendo a sus hijos no amish independientemente de las "políticas" de repudio?
En mi iglesia había dos familias con hijos que se habían nido. Solo escuché que les mencionaran un par de veces. Sorprendentemente, ambas eran mujeres. Una simplemente parecía haber huido, y nadie sabía qué había pasado con ella. La otra estaba casada cuando se fue. Ella, su esposo y sus hijos se unieron a una iglesia amish menonita llamada la Nueva Orden Amish. Esta iglesia permite a sus miembros tener automóviles, electricidad, teléfonos y plomería interior, pero se siguen vistiendo como los amish. Sin embargo, aun así fueron repudiados, ya que muchos no consideran que los amish menonitas sean verdaderos amish.

Visitaron la comunidad amish una vez, pero solo se les permitió quedarse unas horas. La regla general (si te repudían) es que solo puedes ir de visita cada ciertos años, y tendrás que comer en una mesa diferente. Es así en la mayoría de las iglesias amish, pero algunas de las iglesias más liberales han relajado un poco sus políticas de repudio. Sé que, por lo general, los padres y hermanos no quieren hacer cumplir la política de repudio, pero deben hacerlo o ellos mismos serán repudiados.

El libro de Misty, Tears of the Silenced: An Amish True Crime Memoir of Childhood Sexual Abuse, Brutal Betrayal and Ultimate Survival detalla su vida en la comunidad amish y su partida, y el presunto abuso que ahí sufrió.