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Lo que aprendí escuchando a mis pacientes hablar de su vida sexual

Entre el porno, la hipersexualización del cuerpo y la presión de tener un buen desempeño, muchos jóvenes terminan perdiéndose en su propia libido.

Foto por Chiara Cremaschi vía Flickr.

Soy sicóloga clínica y llevo unos años trabajando en un centro médico. Mis pacientes padecen una amplia variedad de ansiedades y lo más sorprendente es que muchas de esas ansiedades están relacionadas con su sexualidad.

Algunos nunca tuvieron el valor de contarme esas cosas. Sin embargo, para muchos, el tema es demasiado crucial y está demasiado conectado a ellos como para esquivarlo. No dejo de sorprenderme por la enorme cantidad de problemas sexuales que la gente enfrenta hoy en día y los efectos sicológicos que pueden ocasionar estos problemas. Entre el porno, la hipersexualización del cuerpo y la presión de tener un buen desempeño, muchos jóvenes terminan perdiéndose en su propia libido.

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Como G., una paciente mía de 26 años de edad. "Mi vida sexual era relativamente aburrida hasta que conocí a M.", dijo mi paciente. "Yo tenía 23 y él tenía 35. Estaba loca por él y al principio nos la pasábamos increíble en la cama. Pero después, poco a poco, se volvió muy exigente en el sexo. Por ejemplo, insistía en tener sexo anal y en que usara cierta ropa interior que yo jamás habría escogido para mí. Lo hice porque estaba muy enamorada de él y no quería que se fuera. No me di cuenta de que estaba permitiendo que él construyera y definiera nuestra relación sexual basándose únicamente en sus deseos".


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Hace seis meses terminó con él y ahora sufre una crisis de identidad. Cuando tratas de satisfacer los deseos de una pareja sin fijarte límites, olvidas lo que quieres y lo que no quieres. Habíamos discutido las experiencias sexuales de G. durante algunas sesiones cuando dijo: "Al principio creí que estaba bien y que solo estaba probando cosas nuevas. Pero con el paso del tiempo me di cuenta de que no era bueno para mí. Terminé con él cuando finalmente acepté que estaba haciendo todo lo que me pedía para que me no me dejara por otra chica, alguien que estuviera dispuesta a hacer todas las cosas que no me gustan".

La presión social de hacerlo bien en la cama puede convertir el sexo en una competencia. Si solo te enfocas en satisfacer a tu pareja a toda costa y volverte irremplazable, es muy fácil que te olvides de quién eres.

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Foto por Chris Marchant vía Flickr.

Como era de esperarse, los hombres que llegan a mi consultorio están igual o peor. F, de 24 años de edad, se veía muy frágil cuando me confesó que su vida sexual es, según él, una catástrofe. "He tenido pocas experiencias sexuales y todas han sido espantosas. No dejo de pensar en que la chica no se va a venir, que la estoy aburriendo, que no la estoy tocando bien o en los lugares correctos". No ha podido detener ese bombardeo de pensamientos durante el coito desde su primera vez, hace cinco años.

Y henos aquí, ansiosos por tener un buen desempeño sexual. Esta ansiedad puede carcomer a los jóvenes que tratan de establecer su lugar dentro del trabajo, la vida social y la cama. En los casos de G. y F., receté el clásico "concéntrate en ti mismo". Aunque es bueno tomar en cuenta las expectativas de otras personas, no es necesario dejar todo lo que somos para cumplirlas. Nuestra sexualidad es algo a lo que no podemos renunciar. Es como un jardín que necesita el cuidado de dos o más personas. Si quieres darle un regalo a una persona para hacer que le gustes más, hornéale un pastel.

Otro problema que veo muy seguido en mi profesión no es tanto el desempeño sino la falta de sexo. H., un paciente de 29 años de edad, lleva cuatro años con su novio y desde hace unos meses no le dan ganas de tener sexo. Por eso decidió venir a su primera consulta. "Amo a mi novio", me dijo. "Vivimos muy felices juntos, nos cuidamos mutuamente y nos encanta pasar tiempo juntos. Creo que somos felices. No tengo ganas de engañarlo con otra persona".

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El rechazo sexual puede enviar un mensaje sicológicamente violento, como: 'Tu cuerpo no es digno de reproducirse'.

Cuando lo escucho hablar, siento que el problema que tiene es externo. "Me da miedo contarle a mis amigos que no hemos cogido en semanas y que no tenemos ganas. He tratado de hablar de eso con ellos un par de veces y siempre responden los mismo: que tengamos un trío, que usemos juguetes o que probemos el juego de rol. Como si no coger fuera un enfermedad".

H. no se está alejando de su pareja, más bien se está alejando de la sociedad. Por lo que entiendo, su novio es comprensivo o lo ve como una fase de la relación. En ese contexto, el problema no es tan serio. Las relaciones no se basan solo en la frecuencia del sexo. Sin embargo, H. se siente culpable y cree que es necesario ocultar la realidad de su vida sexual a sus amigos. No obstante, H. fue capaz de superar su ansiedad cuando decidió enfocarse en la calidad de su relación.

La falta de deseo es una cosa y la falta de oportunidad es otra. Una tercera parte de mis pacientes son personas olvidadas por el sexo. Como R., quien, a sus 26 años de edad, se encuentra en un entorno social y profesional bastante cerrado, con un círculo social reducido. Después de haber sufrido varias decepciones en páginas para "conocer al amor de tu vida", está exhausta y harta. "Las pocas veces que salgo, cuando encuentro a alguien que me gusta, o es gay o tiene novia". Lo peor de todo es que siente que es un fracaso porque nunca la notan o la escogen. Aparte del sexo casual en la universidad, lleva cuatro años sin dormir con otra persona".

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Foto por el usuario de Flickr Angrylambie1 vía.

"Nunca me había preocupado por el futuro de mi vida romántica", me dijo. "Pero cada vez que me dan ganas de tener sexo, me doy cuenta de que no tengo nadie con quien dormir. Me siento inútil". El rechazo en el amor siempre es duro pero el rechazo en el sexo y la soledad también pueden ser muy dolorosos. Este rechazo puede enviar un mensaje sicológicamente violento, como: "Tu cuerpo no es digno de reproducirse".

El dolor es universal, algo que mi paciente A. puede confirmar. A sus 28 años, tras crecer en un entorno muy varonil, me platicó sobre su 'fracaso' con las mujeres. "Mis amigos tienen novias o ligues de vez en cuando pero al menos tienen algo. Yo solo sé que cada vez que me rechazan me vuelvo más débil y me da más miedo volverlo a intentar". La soledad sexual no solo es frustrante para el individuo que la enfrenta, también cambia la forma en lo ven sus amigos, familiares y otras personas que pueden contribuir a su vergüenza personal.


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¿Qué puedo decir al respecto? A veces, no mucho. La presión sexual y la competencia para ver quién es el mejor es parte de la juventud. Siempre voy a escuchar y aconsejar a los pacientes que sufren esta clase de vergüenza y que tienen miedo de enfocarse en ellos mismos y en su desarrollo personal. La opinión del mundo no va a cambiar, lo que debe cambiar es la forma en que la persona que tiene este problema ve la situación. Necesitamos proporcionar las armas necesarias para que la gente se enfrente a la opinión pública. Durante nuestras sesiones, trato de reparar el daño y crear dinámicas nuevas para encontrar un lugar dentro del paciente donde pueda estar en paz consigo mismo.

Cuando estos jóvenes vienen a consulta, veo la enorme influencia que tienen ciertos fenómenos sociales y culturales sobre ellos y me da mucha tristeza. La sexualidad, una cosa natural y gloriosa, está perdiendo su espontaneidad y la sujetamos a reglas contradictorias. Paradójicamente, esas reglas dicen que nos relajemos y estemos abiertos a "escucharnos a nosotros mismos" pero al mismo tiempo nos obligan a tener tres parejas al mes y probar cuatro posiciones cada noche.

La gente con la que platico ha perdido el control de su propia sexualidad o de su relación. Cuando esto pasa, la única conclusión a la que puedo llegar es a la que he llegado en muchas otras situaciones: hay que analizar constantemente qué es lo que quieres y cuáles son tus deseos. Ese es el principio para sentirte cómodo con tu propia vida sexual y con la vida en general. Saber qué es lo que quieres y lo que no quieres es probablemente lo más sexy que hay.