Cocinando con 'muxes', el tercer género de Oaxaca, México

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Cocinando con 'muxes', el tercer género de Oaxaca, México

Muxes significa "mujer" en zapoteco. Pero las muxes no son mujeres. En vez de eso, se les trata como "el tercer género" y no se identifican ni con el sexo masculino ni con el femenino.

En la región del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, México, se encuentra el distrito de Juchitán. Es la tierra de la antigua civilización zapoteca, cuya lengua y cultura aún se mantienen vivas. Una de las muchas características distintivas de Juchitán es su población de muxes, que significa "mujer" en zapoteco.

Pero no son mujeres, sino personas que nacen biológicamente como hombres y se visten como mujeres y a las que no se consideran ni travestis ni transgénero. En vez de eso, se les trata como "el tercer género" y no se identifican ni con el sexo masculino ni con el femenino.

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Debido a eso, los muxes no se enfrentan, por lo general, al mismo grado de discriminación que sufren los hombres gais o las mujeres trans. Muchos de ellos se dedican a trabajos que han sido tradicionalmente reservados a las mujeres, si bien otros realizan trabajos reservados a los hombres.

Fue en "las velas" (fiestas oaxaqueñas donde se baila, se come y se bebe), donde los muxes encontraron su lugar, vistiéndose con la tehuana tradicional. Desde la década de 1970, han organizado su propia vela llamada "Los auténticos e intrépidos buscadores de peligro", una señal que demuestra que la sociedad y el gobierno de Oaxaca creen en la diversidad sexual.

Para aprender más sobre la cultura muxe, viajé a Juchitán y conocí a varios de ellos, que me prepararon platos tradicionales de la zona mientras me explicaban sus orígenes y sus experiencias.

«LA TOYA»

Victoria López Ramírez, más conocida como «La Toya», tiene 32 años. Vive con su madre María y sus hermanas, y se gana la vida peinando y maquillando a mujeres y a otros muxes.

«Vendo ropa, doy clases de Zumba y hago arreglos de flores para cumpleaños y bodas», me dice con una sonrisa. Desde que era joven, sabía que se sentía atraído por los hombres. «Yo quería ser muxe desde que tenía 12 años de edad. No lo entendía bien y mi familia no lo tomó de la mejor manera al principio, pero después no les quedó otra opción más que aceptarlo».

«La Toya» habla de Juchitán con reservas. «A pesar de que nos dejan ser libres, esta ciudad no es un paraíso. Hay homosexuales que no son muxes y que vienen a Juchitán a refugiarse, porque de alguna manera aquí nos aceptan, pero todavía hay un largo camino por recorrer. Tenemos que dejar de ser tratados como una atracción turística».

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El plato que «La Toya» me prepara, estofado de venado con chile verde, ajo y tomates, se suele comer en el desayuno. La carne de venado es muy dura, así que la cocina durante por lo menos tres horas en agua con ajo y aceite. Luego añade tomate, achiote (un condimento rojizo) y chile ancho al gusto.

Le pregunto si es cierto que algunas familias realmente presionan a sus hijos para que se conviertan en muxes. «No sé nada de eso», responde. «Lo que es seguro es que nadie te puede enseñar a ser gay. No te puedes forzar a ser algo que no es natural para ti. Hay familias que quieren que sus hijos sean "machos", pero no se puede luchar contra el instinto natural de la persona. Es por eso que muchos vienen a Juchitán a ser lo que realmente son».

GALA

Gala tiene 22 años, pero comenzó a vestirse con ropa de mujer desde que tenía cuatro. «Eso fue lo que me permitió salir del armario, porque antes no me habría atrevido», me dice. «Siempre fui homosexual y creía que mi familia me rechazaría; pero cuando decidí ser muxe, fue más fácil y no tan traumático como pensaba que sería. Fue una alegría para todos, y ahora todo el mundo me mira con admiración; asumir la homosexualidad como un muxe es socialmente aceptado. Más que en otros lugares de México, más que antes».

Gala trabaja con su tía y es dependiente en un botanero popular (un tipo de tienda de barrio local) donde sirven pequeñas porciones de platos tradicionales y venden cervezas, tequila y mezcal.

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Me prepara una ensalada de camarones, algo de lo más popular en el botanero. Cocina ligeramente los camarones con cebolla, limón y tomate y luego añade cilantro fresco encima. Es un plato sencillo, pero delicioso, y se come con nachos.

El otro plato que me prepara es muy tradicional de Juchitán y también se sirve como snack. Es un caldo espeso, o salsa ligera, hecha de carne de res, harina de maíz amarillo, tomate, paico (hierba aromática de Centroamérica llamada en México epazote), cebolla y carne de res.

«No somos hombres ni mujeres», dice Gala resueltamente. «Somos un tercer género. Los hombres son hombres, las mujeres son mujeres, y los muxes somos muxes. Es así de sencillo».

FELINA

Felina Santiago tiene 48 años y vive con su sobrina y su padre, a quienes apoya con sus ingresos como peluquera. Me pide que no lo llame por su nombre de nacimiento, pero añade: «Parte de nuestra identidad como muxes es mantener nuestros nuevos nombres y defender nuestra identidad mientras nos sumergimos en las costumbres de Juchitán. Lo que marca la diferencia es cómo vivimos, no dónde vivimos. Aquí es donde soy Felina Santiago».

Los muxes no necesariamente tienen que vestirse como mujeres, pero asumen su papel como muxes en la sociedad. «Es una forma de ser», me dice Felina. «Mientras tú eres un hombre o una mujer, nosotros tenemos lo mejor de ambos mundos. Obviamente somos homosexuales, pero nuestro comportamiento es diferente. Tenemos relaciones sexuales con hombres heterosexuales, aunque siempre digo que son gais de armario, y nunca tendríamos a un muxe como pareja. Jamás».

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Le pregunto a Felina sobre el rumor de que, en un pasado no muy lejano, muchos hombres en Juchitán pagaban por perder su virginidad con un muxe. Suspira y dice: «Los muxes siempre han estado abiertos a los encuentros sexuales, pero nunca por dinero… Muchos hombres en esta ciudad tuvieron su primera relación sexual con un muxe mucho antes de hacerlo con su novia oficial. Pero nadie va a admitirlo».

Felina me prepara un pescado cocido, un plato muy sencillo. Me dice que se puede guisar con cualquiera de las variedades de pescado de la zona, pero en este caso se trata de una lubina negra. La rellena con trocitos de cebolla, tomates y cilantro. Después ata el pescado con una fibra resistente y lo coloca en un horno tradicional llamado comiscal, que es una especie de olla de barro. Lo deja cocer durante 45 minutos.

En una de las habitaciones de la casa de Felina hay un altar con una imagen de la Virgen de Guadalupe, flores, velas y una foto de la madre de Felina, que falleció hace unos años. «Mi madre era lo más importante para mí; ella me apoyó en todo», dice. «Los padres siempre te quieren arreglar, pero las madres son siempre más comprensivas. Al final, todo el mundo termina aceptando nuestra condición. No tienen otra opción».

MÍSTICA

Mística Sánchez Gómez tiene 37 años. Se gana la vida vendiendo gelatinas de todos los sabores en la ciudad todas las mañanas. La encuentro un domingo en el cementerio pregonando sus gelatinas, que se agotan en cuestión de minutos. «Esto es lo que hago todos los días», me dice. «Aparte de esto, cocino para cualquier persona que me lo pida».

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Mística me prepara un plato tradicional de desayuno, hecho con iguana y tomate. Primero mata al animal y lo deja desangrarse lentamente. Después lo coloca sobre el fuego para que la piel se reblandezca y pueda quitarle las escamas. Una vez que está limpio, coloca la iguana en una olla con agua, tomate, achiote y chiles. Mística también cocina los huevos de la iguana, que se hierven durante por lo menos 30 minutos. Sirve todo junto y me dice que «las patas y la cola son lo más sabroso y lo que todo mundo quiere comerse».

«Hago trabajos de mujeres desde que tengo uso de razón», dice. «Lavo ropa, vendo mis gelatinas y también vendo queso. Respeto mi sexo de nacimiento y nunca me haría una operación de cambio de sexo. Soy muxe, estoy integrado y tengo un lugar de respeto en la sociedad. Me siento orgulloso».