Red Bull tiene una pistola... y la está apuntando a la cabeza de la Fórmula 1
Imagen vía Red Bull Racing

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sin red bull no hay paraíso

Red Bull tiene una pistola... y la está apuntando a la cabeza de la Fórmula 1

La amenaza de Red Bull de dejar la Fórmula 1 deja la disciplina en una situación límite —y plantea una serie de delicadas cuestiones sobre su gestión.

La Fórmula 1 no pasa por un buen momento. Ni siquiera los aficionados más incondicionales del deporte podrían discutirlo. Es cierto que quedan los argumentos positivos habituales —algunos pilotos fantásticos, un puñado de grandes marcas automovilísticas, y un buen número (aunque menguante) de bonitos circuitos—, pero incluso éstos palidecen ante los crecientes problemas: la cantidad cada vez mayor de conductores de pago, los dimes y diretes constantes entre los equipos y la pérdida de grandes premios históricos, entre otros.

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Estas cuestiones, y muchas otras, han contribuido a que las audiencias tanto televisivas como presenciales de las carreras disminuyeran. Los conductores o los motores alemanes han vencido en 12 de los últimas 15 temporadas, y aún así la Fórmula 1 no puede vender suficientes entradas como para financiar un gran premio en el país germano. Esta situación no habla bien de la salud del deporte.

Otro problema es el número de participantes. Actualmente, en la parrilla de la Fórmula 1 compiten 20 coches de 10 equipos distintos. A primera vista esto parece funcionar bien, pero si miramos con más detenimiento veremos que uno de estos equipos tiene graves problemas financieros tras quebrar el año pasado y que el futuro económico de otros tres parece cuando menos dudoso. Es completamente factible que más de uno de estos se arruine antes del final de la presente temporada, lo cual dejaría la parrilla preocupantemente flaca.

Uno de los equipos que no sufre penalidades económicas es Red Bull. No es sorprendente: el dinero raramente es una preocupación cuando la empresa a la que perteneces vende varios miles de millones de latas de bebida energética al año.

La escudería Red Bull no tiene problemas económicos, lo cual es comprensible si se tiene en cuenta que su dueño, Dietrich Mateschitz, gana miles de millones al año. Imagen vía Red Bull Racing.

Pero ahora hay rumores de que Red Bull podría marcharse de la Fórmula 1. Y, dada la situación, esto debería ser una enorme preocupación para Bernie Ecclestone y compañía.

Hagamos primero un resumen rápido de la historia de Red Bull en la F1. Entraron por primera vez en el deporte como patrocinadores de Sauber en 1995. En el 2005 se convirtieron en dueños de un equipo al comprar la fallida escudería Jaguar. En 2009 ya estaban ganando carreras, y entre 2010 y 2013 ganaron cuatro títulos mundiales de pilotos con su protegido, Sebastian Vettel. Desde el punto de vista del marketing, para ellos fue auténtico oro: "Red Bull convierte a un crío simpático en rey del mundo" y blablablá.

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En 2014, la F1 introdujo un cambio radical en las reglas sobre motores. Resumiéndolo rápidamente, el proveedor de Red Bull, Renault, la cagó al diseñar su nuevo motor; Mercedes en cambio lo hizo bien y ganó el título de manera convincente. Los Red Bull seguían siendo competitivos, no obstante, y ganaron tres carreras con otro protegido, Daniel Ricciardo. Terminaron la temporada segundos. Ya os podéis imaginar la campaña, algo como "los valerosos Red Bull siguen ganando carreras a pesar del déficit de potencia". De nuevo, y siempre desde la óptica del marketing, la situación era más que buena.

Esta temporada, sin embargo, Renault ha producido otro motor mediocre, y la aerodinámica de los Red Bull no parece especialmente extraordinaria. Mientras tanto, en Mercedes disponen de otro coche de récord, y en Ferrari han hecho grandes progresos. Todo esto se hace aún más difícil de digerir tras la marcha de Vettel a la escuadra italiana durante el pasado invierno.

Los Red Bull han estado lejos del ritmo ganador impuesto por las escuderías líderes. Mercedes ha ganado dos de las tres primeras carreras de la temporada; Vettel y su Ferrari han ganado la otra. Red Bull aún no ha logrado terminar más arriba del sexto puesto.

El protegido de Red Bull, Sebastian Vettel, se marchó a Ferrari y está muy por delante de su antiguo equipo en esta temporada. Imagen vía Scuderia Ferrari.

La situación ha producido enfrentamientos entre Red Bull y Renault. Ambas partes culpan a la otra de haber producido maquinaria insuficientemente buena. Recientemente, el dueño de Red Bull, el multimillonario austríaco Dietrich Mateschitz, ha sugerido que abandonaría la F1 a menos que su equipo tuviera posibilidades reales de ganar.

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"Solo nos quedaremos en la Fórmula 1 si tenemos un equipo competitivo, y para eso necesitamos un motor competitivo", aseguró Mateschitz a la agencia de prensa austríaca (APA). "Si no lo tenemos, podríamos correr con el mejor coche y los mejores pilotos y aún así no tendríamos ninguna opción de competir por la victoria".

Ahora, Red Bull ha subido un artículo en su página web en el que debate si el Campeonato del Mundo de Resistencia de la FIA (que tiene en las 24 Horas de Le Mans su evento principal) podría superar a la F1 en el futuro. El mensaje para Ecclestone y compañía era claro: podemos irnos a correr a cualquier otra parte si no nos cuidáis.

Específicamente, Red Bull quiere que la Fórmula 1 iguale las prestaciones de los motores y reduzca las diferencias en la pista. En otras palabras, quieren atar en corto a Mercedes para poder superarles de nuevo.

Para cualquiera que no siga la Fórmula 1, esa actitud puede sonar absolutamente intolerable. Mateschitz básicamente sugiere que si la organización del torneo no ayuda a su equipo a ganar, se marchará. Esto no ocurre en otros deportes. No obstante, si tenemos en cuenta que la motivación de Red Bull a la hora de estar en la F1 es el marketing, esto empieza a cobrar sentido. Y cabe mencionar que Red Bull ha estado también "al otro lado": cuando sus coches dominaban con puño de hierro, eran las otras marcas las que presionaban para que su ventaja se redujera.

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Vettel ganó cuatro títulos seguidos con Red Bull. Sus sustitutos empequeñecen a su lado. Imagen vía Red Bull Racing.

El peor problema es que Red Bull puede lanzar este tipo de amenazas y la organización del campeonato debe tomárselas en serio, porque en esta cuestión el deporte está entre la espada y la pared: Red Bull tiene una pistola apuntando a la cabeza de la Fórmula 1.

Volvamos a los números de la parrilla. De los 20 monoplazas, cuatro son propiedad de Red Bull: dos en el equipo Red Bull Racing y dos más en su escudería filial, Toro Rosso. Si cortan el grifo, un 20 por ciento de la mencionada parrilla desaparecerá.

Su dinero implica que pueden contratar pilotos con talento, a diferencia de muchas otras escuderías que no tienen más remedio que elegir sus conductores según el aporte económico que puedan hacer al equipo. Por lo tanto, Red Bull no solo garantiza que haya pilotos, sino que además garantiza que haya calidad. En su historial figuran nombres como el de todo un tetracampeón del mundo; Sebastian Vettel; un sólido ganador de carreras como Daniel Ricciardo; y una estrella del futuro como Max Verstappen. Desde este punto de vista, la F1 tiene mucho que agradecerles.

Añadamos esto a la incertidumbre en la que viven muchos otros equipos. Tras superar una quiebra, la escudería Manor Marussia está en la cuerda floja, mientras Sauber, Lotus y Force India sufren problemas financieros a distintos niveles.

Resumiendo: la Fórmula 1 corre el riesgo de sufrir un éxodo masivo.

La F1 tiene dos problemas muy graves aquí. El primero es que Red Bull, como compañía, posee dos equipos y ello le confiere un poder inmenso. Con una parrilla tan reducida, una posible marcha de la compañía austríaca sería muy relevante (y dañina).

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Red Bull ha usado su escudería filial, Toro Rosso, para hacer debutar a sus jóvenes promesas en la F1. Vettel y Ricciardo han sido sus graduados estrella. Imagen vía Red Bull Racing.

El segundo problema es que la F1 históricamente se lo ha consentido todo a los grandes equipos (incluyendo Red Bull, por supuesto, pero también Mercedes y Ferrari) y ha descuidado a escuderías más pequeñas como Sauber, Lotus y Force India, dejándolas mendigando por unas pocas migajas y sin la posibilidad de competir con los grandes.

Así, cuando Red Bull se levanta de la mesa y amenaza con irse, el deporte queda en una situación delicada: puede perder cuatro coches de un plumazo si no se pliega a las exigencias de un millonario malhumorado, y al mismo tiempo se arriesga a perder aún más si los equipos pequeños se arruinan —cosa que es más probable que ocurra si alguno de los grandes abandona la competición.

La F1 se ha mantenido o bien en una ignorancia interesada o bien en una inocencia espectacular… y ninguna de las dos actitudes sorprendería a nadie. Porque se sabía desde el principio que Red Bull haría esto. Tan pronto como dejaran de ganar, era inevitable que amenazaran con irse —e incluso que lo hicieran de verdad, porque al fin y al cabo para ellos la F1 no es más que un ejercicio de marketing. Quedar sextos en cada carrera les reporta muy pocas ganancias, especialmente si las audiencias televisivas caen. Es puro sentido común.

Lo mismo ocurre con Mercedes. Ahora mismo son el equipo dominante, pero llegará un momento en el que dejarán de serlo y la F1 se convertirá en un gasto superfluo. Es la misma razón por la que BMW, Toyota, Ford (vía Jaguar) y muchos otros fabricantes ya no participan. En un cierto punto deja de ser relevante para ellos. Solo Ferrari continuará indefinidamente (y eso significa, por cierto, que su poder dentro de la F1 es enorme).

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Mientras permitían que Red Bull, Ferrari y compañía les dictaran las reglas, la Fórmula 1 prácticamente ha ignorado a los equipos pequeños (lo cual no tiene ningún sentido, porque los equipos pequeños jamás abandonarán voluntariamente la F1: es su razón de ser). Red Bull y Mercedes compiten para promocionar su principal negocio: para Sauber y Manor, la F1 es su principal negocio. La única forma de deshacerse de ellos es que quiebren… y parece que la Fórmula 1 hace lo posible para que esto ocurra.

Los grandes equipos, como Red Bull o Mercedes, han tenido todas las ventajas imaginables frente a los 'ignorados' equipos pequeños. Imagen vía Red Bull Racing.

Durante muchos años, la F1 ha permitido a los grandes equipos que bloqueen las decisiones encaminadas a reducir costes y dictaminen los pasos a seguir en el futuro para su propio beneficio. En síntesis, los niños más grandes del parque son los que deciden las normas del juego. No sorprende a nadie que en un momento dado recojan su pelota y se vayan a casa: tampoco sorprende que los niños más pequeños sean maltratados y se les robe la merienda.

Indudablemente, hay mucho que no podemos ver desde fuera, pero al final la cuestión se reduce al hecho de que la F1 debería hacer mucho más para proteger a sus equipos pequeños: sin ellos, la parrilla se reducirá a números insostenibles. En ese punto, a los equipos más grandes se les pedirá que corran con tres o incluso cuatro coches. ¿Y qué ocurriría si Red Bull y Mercedes decidieran salir de la F1 en la misma temporada? La competición quedaría noqueada.

El equipo Red Bull no está haciendo nada mal: simplemente está actuando en beneficio propio. Es lo que hacen las grandes compañías; al fin y al cabo, no se construye un imperio de miles de millones de euros basado en una bebida energética siendo altruista y ayudando a tus competidores.

En último término, el culpable de la situación actual es la propia Fórmula 1, que ha permitido que se llegase a este extremo. Si la organización hubiese mostrado la suficiente visión de futuro como para proteger a sus equipos más pequeños, las amenazas de los equipos grandes le harían menos daño. La misma F1 ha sido quien ha dado a Red Bull la pistola que la escudería apunta hacia la cabeza de la competición. La cuestión ahora es saber si en Red Bull están realmente dispuestos a apretar el gatillo.