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2016 nba playoffs

Es hora que los Clippers saquen al chico malo que llevan dentro

Los Clippers se han convertido en los villanos del basquetbol. Al final de cuentas, puede que no sea tan malo.
Richard Mackson-USA TODAY Sports

Hace tan solo una década, J.J. Redick era uno de los hombres más odiados en el basquetbol, una fuente consistente de ira en toda la ACC y más allá. Lo cual es aún más sorprendente que Redick, el mismo que con frecuencia era objeto de consignas profanas, quien resguardaba cuidadosamente su número telefónico por miedo al acoso, quien él mismo reconoció años después ser "un ojete", podría terminar siendo uno de los miembros más populares en su ámbito profesional.

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Justo por este tipo de cosas Los Angeles Clippers son agradables…o no.

¿Pero y ahora qué? J.J. Redick es un admirado guarda lanzador/anfitrión de podcasts. Mientras tanto, Chris Paul es una peste de jugador, chillón y sucio, DeAndre Jordan es un amante del dramatismo, cuya indecisión provocó una situación de rehenes en la NBA, y Blake Griffin está demasiado feliz en demostrar su capacidad, pero demasiado calmado para hacerle frente a las consecuencias. Ya sea que sean ciertas y/o justas, o no, estas caracterizaciones, está fuera de discusión. Toda historia necesita a un villano; después de todo, a Los Angeles Clippers les quedó el saco a la medida.

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Este año a los Clippers les tocó enfrentarse contra el favorito menos favorito de todos para ganar algo. No se esperaba que los Portland Trailblazers llegaran hasta estas instancias luego de la salida de Robin Lopez, Wesley Matthews, y sobre todo de LaMarcus Aldridge. Pero gracias al surgimiento de C.J. McCollum y a la cátedra vengativa de Damian Lillard, los Blazers lograron colarse de nuevo a la postemporada, y se convirtieron en el valeroso equipo de los Estados Unidos con menos esperanzas.

Lo que, por supuesto, produjo la perfecta oportunidad para que los odiosos, malignos, pero sobre todo, inmensamente talentosos Clippers acabaran con el cuento de hadas de Portland. En el juego uno, Paul fue la fuerza de la naturaleza que ha sido en toda la segunda vuelta de la temporada, anotando 28 puntos en solo 33 minutos. Griffin fue tan eficiente como lo ha sido desde que regresó de su fractura de mano, anotando 19 puntos y ganando 12 rebotes. Redick logró el 75 por ciento de sus intentos para anotar 17 puntos.

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La cara del mal. Foto: Richard Mackson-USA TODAY Sports

Pero a final de cuentas, la victoria de los Clippers se dio por medio de su defensa, es decir, lograron ensuciar el partido. Muy pocos equipos son buenos para hacerlo. Jordan obstruyó las salidas de pases, Paul llevó las reglas hasta su límite legal, y Doc Rivers sacó ventaja de cada oportunidad para ejercer presión sobre los oficiales. "Chicos, no me quejo tanto", Rivers dijo a los medios hace un año por estas fechas, frese que sigue siendo tal vez la más descarada en toda la ciudad de Los Ángeles desde que James Cameron prometió filmar Avatar con un bajo presupuesto.

Existe una sensación de falsedad que, para bien o para mal, se ha adherido a los Clippers por mucho tiempo, gracias a los diferentes incidentes como el de DeAndre que introdujo al mundo el término "moratoria de agente libre", o tal vez el más sonado y chistoso intento, vía Twitter, para convencer a los fans que la agresión de Griffin en la cara de uno de los miembros del personal del equipo fue simplemente un caso de carácter familiar que se calentó de más. Los Clippers, los eternos hermanitos, puede que quieran ser amados, pero su estilo, historia, y sus irritables personalidades, simplemente no lo permiten.

Lo cual, al final del día, no importa mucho porque los partidos no están determinados por nuestros corazones, sino por la cancha, donde los Clippers aún pueden parecer brillantemente seductores. La profundidad sigue siendo un problema en gran parte por la incompetencia de Rivers, en su papel como presidente del equipo, por no poder encontrar una reserva efectiva para el Jamal Crawford, el jugador Sixth Man of the Decade. Pero no hay duda que cuando están al cien y finos, la tenacidad de Paul y su visión de cancha, la condición física de Griffin, la energía y precisión de Redick, y el comando de la rotación defensiva de Jordan, se combinan para hacer de los Clippers, cuando menos, un contendiente decente para los equipos de primera en la liga.

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Pocos los estarán apoyando en su ascenso hacia la montaña, en su mayoría porque carecen de la autenticidad innegable de Russell Westbrook, el carisma del cara de niño Steph Curry, o la exquisita extrañeza de los San Antonio Spurs. (Sí, estamos hablando de ti Bobanpero no solo de ti). Pero aunque ninguno de los jugadores de estos Clippers tendría posibilidades de quedar nominado para el premio a la persona más carismática, su deseo por jugar es merecedor de todo nuestro respeto.

Justo como hace unas semanas, con la llegada de la locura de marzo, y el país pendiente de Grayson Allen, Redick sacó provecho de los micrófonos para explicar lo ridícula que en realidad es el linaje "malhechor de Duke".

"Es casi como si cada vez hubiera un jugador de Duke que los medios escogen para odiar", explicó Redick en su podcast. "Supongo que los medios escogieron a quién deberíamos odiar. La prensa se puso a decir qué jugador era el siguiente".

Desde luego, Redick está en lo correcto, no solo por decir que los medios deportivos juegan un papel importante al escoger a los chicos malos, sino también que el concepto de "villano" en la cancha es inherentemente defectuoso. Quejarse por la marcación de las faltas, cometer infracciones rudas, decirle a la prensa falsedades, entre otras, son todos crímenes deportivos, es decir, no son reales. El mundo tiene suficientes problemas verdaderos como para preocuparse si Blake Griffin es en realidad tan adorable como en sus comerciales.

Pero como Redick sabe, la lógica por sí sola nunca es suficiente. Hay mucho qué amar de los Clippers, pero sigue siendo mucho más fácil (y mucho más conveniente) odiarlos. Tal vez es hora que la franquicia lo reconozca.

El asistente de entrenador, Christian Laettner, tiene buena pinta para hacerlo.