Los enólogos texanos quieren que Texas sea el próximo Napa Valley
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Los enólogos texanos quieren que Texas sea el próximo Napa Valley

Decir que Texas no es conocido por su buen vino es un eufemismo. Pero sorprendentemente, el mercado vinícola ha crecido gracias a la cantidad de nuevos productores en la última década.

En el cuarto de tanques de laBodega Pedernales, el vino sale lentamente del cuello abierto de un barril de roble. Una salpicadura ocasional de rojo profundo mancha la madera mientras la cosecha del verano pasado de Tempranillo es probada y mezclada, llenando el aire con el dulce y tibio olor del vino tinto.

Pero esto no es un Cabernet decantado en California, ni en La Rioja ni en el norte de España. Estoy en el corazón de Texas, en un viñedo que ha estado aquí por diez años.

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Decir que Texas no es conocido por su buen vino es un eufemismo. Pero poco a poco –y tal vez sorprendentemente, sobretodo en un estado conocido por hacerse notar mucho a sí mismo– la industria del vino aquí está teniendo un gran auge, con el número de bodegas cuadriplicadas durante la última década.

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El cuarto de barriles en la Bodega Pedernales, en donde el vino se añeja de 3 a 18 meses. Foto de Emma Dixon. Los viñedos en la Bodega Pedernales. Foto cortesía de Julien Khlken.

Los dos centros de vino en Texas —el de Hill Country y el Panhandle– han visto grandes cambios. Hay sobretodo granjeros, que tradicionalmente cultivaban y vendían algodón en las planicies altas, convirtiendo campos en viñedos.

Los productores aquí saben que se enfrentan a un público escéptico, pero la gente está empezando a tomar nota de lo que ocurre con el vino —además, los premios de competiciones reconocidas, desde San Francisco hasta Lyon, Francia, comienzan a llegar–. Recientemente el gurú del vino Ray Isle dijo que el estado es una de las regiones más interesantes del país y que la calidad de algunos de los vinos que se están produciendo, según él, «puede hacer que Texas se ponga a la altura de cualquier otra región importante de vino».

Fueron los misioneros españoles quienes trajeron vino a este estado fronterizo en los años 1600s, pero luego de siglos de producción, la industria fue diezmada por la Gran Prohibición.

«No dejaron nada en esta área», dice Julie Kuhlken, la cofundadora de Pedernales. «Y Texas fue fuerte. Aún cuando se terminó la Prohibición, era muy difícil producir y transportar el alcohol. Recuerdo cuando algunas zonas de Dallas estaban secas y las tiendas de licor estaban fuera de la ciudad, en las autopistas».

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Comenzando otra vez de la nada, en la década de 1970, un grupo de productores intrépidos volvió a Hill Country, en las afueras de Austin, para revivir la producción de vino, que aumentó en cantidad en los años 90's. El problema fue simplemente que el vino no sabía bien.

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Luego de un largo y frío invierno, las viñas han sido podadas, alistándolas para la primavera. Foto de Emma Dixon.

«Había mucho Chardonnay, Cabernet y Merlot. La escena estaba dominada por unos cuantos productores muy orgullosos de la idea de hacer vino en Texas», dice Devon Broglie, un master sommelier y comprador global asociado de bebidas en los supermercados Whole Foods.

«Estos vinos tenían precio justo y eran buenos, considerando que se trata de vino texano –pero es que siempre agregábamos: 'es bueno para ser vino texano'—», dice Broglie. «Diez años después, Texas está por fin haciendo vinos que cada vez más son parte de la conversación vinícola del mundo».

Sabiendo que algo tenía que cambiar, los nuevos dueños de las bodegas empezaron a arrancar las viejas viñas y a plantar uvas que fueran bien con el suelo seco y difícil de Texas.

«Hubo un momento en que nos dimos cuenta de que debíamos enfocarnos en las uvas que no solo pudieran adaptarse a este clima, sino que se vieran beneficiadas por él», dice Frederik Osterberg, el esposo de Kuhlken y el presidente de las Bodegas Pedernales. «Chardonnay y Pinot, por ejemplo, se pueden plantar en Texas, pero nunca producirán vinos de calidad mundial»

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Fredrik Osterberg y Julie Kuhlken, owners de Pedernales Cellars. Foto by Emma Dixon. Viñedo de Spicewood. Foto por Emma Dixon.

En vez de Chardonnay y Pinot, los productores optaron por Viognier y Tempranillo, uvas que, según Osterberg, «están formando la cepa insignia de Texas». Estas variedades crecen muy bien en el calor; no se marchitan.

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Bodegas Pedernales no fue la única productora en ver el potencial del suelo caliente y polvoroso de Texas. Si pasas por la autopista 290, a una hora de Austin, te encuentras con el corazón de la región vitivinícola, rodeado de viñedos y bodegas a orillas de la carretera.

Este auge en el vino, de proporciones verdaderamente texanas, se ha visto en el crecimiento de bodegas en el estado: pasaron de ser 46 en 2001 —según un reporte del Departamento de Comercio de los Estados Unidos— a 220 en 2011. Con esto, la producción de vino se multiplicó, del 2001 al 2009, de 600 mil cajas a 1.2 millones, descubrió ese mismo reporte. Cifras más recientes de la Universidad Técnica de Texas, la que monitorea la industria, han mostrado que en 2015 hay 286 bodegas, con más de 11 mil personas empleadas en el campo y con un estimado 1.6 millones de turistas visitando las bodegas texanas al año.

«Hace siete años, tener a 50 personas en una cata de fin de semana nos emocionaba mucho. Ahora, 300 personas forman un grupo normal», dice Ron Yates, un ranchero de séptima generación que compró las Bodegas Spicewood en 2005. «Aunque aún nos encontramos con reacciones como: '¿Qué? ¡¿Hacen vino en Texas?!', pero las cosas están cambiando muy rápidamente».

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Flores salvajes bajo las viñas de Spicewood en el corazón de Hill Country en Texas. Foto por Emma Dixon.

Sin embargo, los vitivinicultores texanos tienen que enfrentarse con la perfecta tormenta de clima extremos, de los veranos insoportablemente calurosos a la escarcha de primavera, las tormentas de hielo y la batalla constante contra la sequía. Así que es justo decir que el terreno local no es hospitalario, mucho menos para las variedades de uva muy frágiles.

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«Definitivamente plantar uvas para vino en Texas no es fácil», dice Laura Martin, la dueña de Bodegas Perisson, quien empezó fermentando vino en su cochera, pero ahora tiene una propiedad de 16 hectáreas en Hill Country. «La clave es encontrar la variedad que vaya mejor aquí. No hay muchas, porque es un clima muy caluroso y pocas uvas lo resisten. Las viñas necesitan más cuidados para que puedan crecer».

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Dan Cooken el viñedo de Spicewood. Foto por Emma Dixon. Uvas en Pedernales. Foto cortesía de Julie Kuhlken.

Algunas veces, el clima puede ser tan severo que la mayoría de la cosecha queda destruida. Ocurrió en el 2013, cuando Panhandle pasó por cuatro heladas consecutivas. Ni la uva Tempranillo más robusta pudo sobrevivir.

«No hay vino Tempranillo del 2013», dice Kuhken, y agrega que la primavera fue tan mala, que se vieron forzados a hacer una mezcla de vino con los sobrantes de las uvas blancas de Albariño, Viognier y Chenin Blanc.

Pero Texas no es un estado que se intimide con malos rumores ni con peleas con la Madre Naturaleza, el jefe de cata de Spicewood dice que hay un sentido de expectativa en la industria del vino texano.

«Somos el Napa Valley de hace 30 años, en lo referente al crecimiento y la expansión de los viñedos», dice mientras camina entre las viñas que, aunque están peladas, se espera que den hojas en cualquier momento, para proveer uvas el año siguiente. «Estamos encontrando uvas que son buenas para Texas, así que la industria va a empezar a crecer cada vez más. Se siente como una ola. Estamos en la cresta y montados en ella».