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Identidad

La peliaguda historia del vello púbico en el porno

Aunque los recientes debates en torno a la controvertida falta de vello púbico en la pornografía se han centrado en el feminismo contemporáneo, las mujeres llevan siglos podando sus setos.
Photo by Marcel via Stocksy

Dejarse crecer el matojo o no dejárselo crecer ha sido una cuestión que lleva siglos en nuestra mente. Aquello que solía simbolizar el paso de las niñas a la edad adulta o el momento en que serían capaces de concebir un bebé se ha convertido en un tema muy polarizado. Algunas mujeres insisten en dejarlo crecer libre, argumentando que les permite estar en contacto con su femineidad, rechazar la imagen distorsionada que ofrece el porno y en general no tener que preocuparse por el mantenimiento. Para otras, depilarse con cera una vez al mes se ha convertido en algo casi tan habitual como cepillarse los dientes por la mañana. La historia del vello púbico es bastante escabrosa y se remonta a muchos siglos antes de que la industria del entretenimiento para adultos empezara a mostrar —y algunas personas dirían que a imponer— qué está bien y qué no. .

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Del antiguo Egipto a Darwin

Aunque dejarse el vello púbico intacto pueda ser lo natural, tanto mujeres como hombres llevan afeitándose el pubis desde tiempos tan pretéritos como la Grecia y el Egipto antiguos. Diversos jeroglíficos descubiertos en algunos templos representan a las mujeres con pequeños triángulos de vello púbico y también las cuchillas metálicas que usaban para recortarlo. Para ellas, aquella práctica era más funcional que decorativa: cuanto menos pelo tuvieran en el cuerpo menos probabilidades tenían de coger piojos o de morir de un ataque al corazón bajo el intenso sol africano. Según el libro de Victoria Sherrow Encyclopedia of Hair: A Cultural History ("Enciclopedia del vello: una historia cultural"), las mujeres de la Grecia antigua también eliminaban su vello púbico porque creían que dejarlo al natural parecía "poco civilizado" y los escultores de aquella época siempre representaban a sus diosas-mujeres sin vello.

Hacia la década de 1500, las mujeres europeas entraron en acción y algunas incluso llevaban divertidos peluquines púbicos fabricados con pelo de cabra. Tras observar a los indígenas del hemisferio occidental. Darwin se dio cuenta de que el vello púbico era muy poco común en muchas culturas y afirmó que muchos de ellos creían que la presencia de vello era "sucia", tanto por motivos religiosos como higiénicos. Dentro del marco inexpresivo de la ciencia que le etiquetaría como ofensivo durante los siglos venideros, Darwin afirmó que la "pérdida de vello corporal" era resultado directo de la evolución: las mujeres se dejaban el cabello largo pero se afeitaban el resto para atraer a los hombres, los "selectores sexuales". En su obra llegó a indicar que existía un vínculo entre las mujeres muy peludas y lo que la sociedad consideraba como "idiotas", es decir, que el exceso de vello corporal no solo era "grotescamente repugnante" sino que también denotaba cierta "degeneración".

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Para gustos, arbustos

Un repaso a la historia del arte occidental nos muestra una impactante falta de vello púbico en los desnudos femeninos (dejando a un lado El origen del mundo, de Courbet). "El Bosco, Tiziano y Miguel Ángel pintaban vaginas sin vello", escribe Roger Friedland, profesor de sociología de la religión, en su ensayo "Looking Through the Bushes: The Dissapearance of Pubic Hair" ("Repaso a los matorrales: la desaparición del vello púbico"). "Incluso Manet, cuando pintó a la famosa prostituta Olympia en 1863, fue incapaz de reflejarlo".

Para estos artistas, escribe Friedland, el vello púbico era sinónimo del deseo de las mujeres y cualquier muestra de aceptación hacia él significaría reconocer la "falta de modestia" de dichas mujeres. De hecho, a la invención de la primera maquinilla de afeitar moderna por parte de Gillette en julio de 1901 le siguió toda una serie de eslóganes que afirmaban que el vello corporal era "antiestético" y "cuestionable". De ahí surge la locura en la que todavía nos hallamos sumidos: dejarse crecer el matojo o no dejárselo crecer, he ahí la cuestión.

Los bikinis y los límites de la legalidad

Una leyenda popular dice que la criada de Marilyn Monroe entró una vez en la habitación de la estrella de Hollywood y se la encontró con las piernas abiertas de par en par, tiñéndose el vello púbico del mismo color que su rubia melena. Como símbolo sexual e icono cinematográfico, Monroe fue una de las primeras en dejarse sus partes femeninas al natural (excepto por el color). Sin embargo, cuando posó para las legendarias fotos que mostraban su falda volando a causa del aire que salía de una rejilla en el suelo de Nueva York, llevaba dos pares de bragas para asegurarse de que ningún mirón pudiera echar un vistazo a su vello púbico. Durante décadas, aquella fue la tónica: los pubis debían admirarse en privado, pero la idea de mostrar abiertamente la madurez femenina se despreciaba profundamente.

Con el invento del bikini en 1946 se produjo un cambio tajante en el modo en que las mujeres trataban su nueva parte corporal correspondiente: la línea del bikini y comenzaron a ofrecerse un sinfín de procedimientos a las mujeres —cremas depilatorias, electrólisis, etc.— para que lidiaran con aquel problema capilar hasta entonces inexistentes.

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La primera aparición de vello púbico en los medios fue como parte de las "Guerras Púbicas", bautizadas así por Hugh Hefner, que se centraban en torno a la rivalidad existente entre la esencialmente norteamericana Playboy (fundada en 1953) y la más europea —y por lo tanto más arriesgada— Penthouse (fundada en 1965). Después del debut de esta última en EE. UU., que ya mostraba vello púbico, la primera tuvo que seguir su ejemplo.

Según Friedland, fue justo entonces cuando dos acontecimientos desembocaron en la desaparición del vello púbico. Primero, en 1972, la Enmienda de Igualdad de Derechos empezó a exigir que la ley tratara por igual a hombres y a mujeres. Después, en 1974, Larry Flynt empezó a publicar Barely Legal, una revista que se centraba en desnudos frontales de chicas de 18 años de edad. Aquellos dos acontecimientos suscitaron una peliaguda disyuntiva. El vello corporal se convirtió en un fuerte símbolo del feminismo y, en ese contexto, las mujeres más peludas se consideraban las más radicales (y por lo tanto más imprevisibles, furiosas y contraculturales). La idea de la joven sin vello se comenzó a vincular al estatus sexualizado que las feministas rechazaban a favor de la igualdad de derechos. De modo que, con el fin de distanciarse de las que consideraban más radicales —y, como siempre, para atraer los gustos masculinos— muchas mujeres empezaron a depilarse.

Foto por HOWL vía Stocksy

Llegan las ingles brasileñas

A principios de los años ochenta se produjo un auge del movimiento BDSM y el mercado de las cintas VHS hizo que fuera más fácil ver porno desde la comodidad del hogar. Como resultado, el negocio del BDSM se volvió muy influyente, lo que provocó una gran brecha entre las feministas en particular. Algunos afirman que, como las mujeres en el porno BDSM a menudo se representaban como "débiles" y "vulnerables" —y puesto que el vello púbico se había convertido en un símbolo de empoderamiento femenino— aquellas mujeres aparecían completamente depiladas. Otros dicen que la ausencia de vello es sencillamente mejor para los jueguecitos sado-maso y también debido a la suave sensación que provoca.

En la década de 1990, la industria del porno experimentó un auge enorme gracias a la introducción de internet en la cultura popular y, como resultado, encontrar a dos personas follando se convirtió en algo de lo más fácil. El sexo se volvió extremadamente accesible y, en consecuencia, las tendencias en el estilismo del vello púbico que aparecían en el porno empezaron a influir en la sociedad en general. Las mujeres empezaron a imitar lo que veían en el porno y los hombres empezaron a animar a sus novias a que siguieran el ejemplo: así es como comenzó la lenta pero inexorable deforestación. El vello púbico se redujo primero a una pequeña franja y finalmente las mujeres decidieron afeitarse del todo ahí abajo.

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El porno en la actualidad

Existe una teoría entre los expertos en sexo que dice que la desaparición del vello púbico en el porno es en cierto modo síntoma del interés en una mayor sexualidad. Cuando nos conectamos para ponernos manos a la obra, queremos ver la mayor cantidad posible de interacción entre genitales y, si vemos matas de pelo chocando entre sí en lugar de pollas penetrando vaginas, se nos va el santo al cielo.

La estrella porno y educadora sexual Jessica Drake empezó a actuar en películas para adultos al final de 1999, apareciendo por primera vez en una película llamada Modern Love ("Amor moderno"). Como ávida consumidora de porno antes de entrar a formar parte del negocio, Drake recuerda la franja de vello como la tendencia más icónica durante los noventa. "He visto muchísimo porno", afirma Drake. "Creo que cuando me incorporé a esta industria quería hacer lo que hacían todas las demás, pensaba que debía emular lo que hacían otras chicas. Recuerdo que cuando fui a los primeros castings me disculpaba por mi falta de vello. Siempre me lo había afeitado todo como preferencia personal, pero en aquella época la gente buscaba variedad. A veces incluso me pedían que me dejara crecer todo el vello para alguna película".

Pero conforme pasaron los años aquella tendencia empezó a cambiar. La franja de vello desapareció y dio paso a un período en el que las mujeres se afeitaban por completo. Durante ese período, Drake recuerda que las únicas mujeres que se dejaban crecer todo el vello eran las que hacían películas fetish. A principios de la década de 2000, el arbusto completo se consideraba una categoría fetish, dirigida a un nicho de mercado de hombres que se sentían cómodos viendo mujeres "maduras" en las películas.

Mirando al futuro, Drake afirma que la percepción que el público tiene del porno por fin se está alineando con lo que sucede en la sexualidad humana real; es decir, que el auge de diversos tipos de porno mainstream —y del porno feminista en particular— ha liberado a las mujeres de las tendencias en cuanto al vello púbico se refiere, al menos en parte. "Las mujeres son por fin capaces de emular lo que ven y, como hay tal cantidad de opciones, pueden imitar lo que les dé la gana", afirma. "Por fin se ha terminado la generalización acerca de lo que las mujeres deberían o no hacer con su vello púbico. En el mercado actual todo vale".