Este artículo fue publicado por VICE México.Cuando era adolescente me cagué en los pantalones. Fue en el segundo año de secundaria. Un día, durante las audiciones de coro, en un imprevisible momento de gases me salió una tremenda y aguada sorpresa. Todos notaron que un intenso olor empañaba el salón. Enseguida cambié de asiento con un compañero y me fui a la esquina del salón sigilosamente hasta que llegué a la salida y, sin avisar, corrí al baño con ese característico paso de pingüino de alguien que no desea escurrir por los calzones. Regresé al salón y todos molestaban a mi compañero con el que había cambiado de lugar por el olor. Y así fue por un par de días. Amigo anónimo: yo sé que no fuiste tú, y lo siento.
Los accidentes pasan, y no solamente cuando eres adolescente. A continuación comparto algunos testimonios de “popolegas” míos que han sufrido cuestiones similares, incluso en su vida como adultos:Supongo que esto le ha pasado a más personas: en una ocasión estaba un poco enfermo del estómago, pero valientemente creí poder soportarlo en mi vida cotidiana. Fui a trabajar y a pesar de los gases y el espontáneo burbujeo estomacal que en ocasiones experimentaba, me sentía bien. El problema fue que uno de esos pedos sordos, en los que solemos confiar por su densidad aparente leve, salió con premio.
Fui al baño de la oficina y mi calzón estaba hecho un desastre. De pequeño hubiera huido a casa, pero de grande uno tiene responsabilidades. Envolví mi truza en un papel para secar las manos, me limpié, y después de guardarla en mi mochila continué mi jornada hasta la hora de salida.
Fue una asquerosa pesadilla. Hace un par de años, en un festival de música electrónica, la fiesta ya estaba a todo: mucho MDMA, mucha coca, mucho alcohol y muy poca comida. En fin, después de haberme dado unos cuantos “dedos” de MDMA y los primeros “pericazos”, se desató la furia en mi estómago. Estaba con una amiga y le rogué que me acompañara al baño porque neta no iba a aguantar. Todo parecía salirse de control y los baños, de esperarse, estaban a reventar.Tuvimos que correr hasta el baño más lejano de todo el festival, donde por suerte había menos gente. Pero fue en vano: con la corrida y la adrenalina de buscar el baño y, claro, la drogada, pues ni me di cuenta de que ya me había cagado en el bikini. Nadie se dio cuenta, tampoco creas que fue muchísimo. Mi amiga me prestó su pareo y con los recursos disponibles en el baño (que obviamente no era de los portátiles) lavé mi bikini y a seguir la fiesta.
Guadalupe, 27 años
Regina, 29 años
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