Nina Griffiths retrato
Fotografías por Jake Mein 

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El número del poder y el privilegio

Esta adolescente luchó por cambiar su ciudad después de que dos amigas se suicidaran

Después de que seis jóvenes se suicidasen en poco tiempo, Nina Griffiths lucho por cambiar las cosas.

Este artículo aparece en "El número del poder y el privilegio" de nuestra revista. Subscríbete aquí.

A principios de 2016, en la localidad de Kaitaia, en en el Distrito del Extremo Norte de Nueva Zelanda y con una población de 5000 habitantes, sus vecinos experimentaron la muerte de seis jóvenes que se suicidaron en un breve espacio de tiempo. Nina Griffiths, alumna del instituto local, era una de las que más lamentaron el suceso. Entre los que se quitaron la vida estaba una amiga muy cercana que había formado parte de un grupo de apoyo entre jóvenes en el que ella participaba: “Somos una comunidad pequeña, así que estamos todos afectados. Todo el mundo se conoce”.

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Tras los suicidios, siguieron aparecieron obstáculos en el camino de Nina Griffiths y otros adolescentes que trataban de manejar la situación. Pidieron más financiación para programas de apoyo pero la ayuda económica les fue denegada. Incluso cerraron las salas de reuniones que utilizaban. Conscientes de que el debate en la escuela podría generar réplicas de suicidios, se decidió que en los institutos de la localidad no se hablaría del asunto. “Creí que habíamos fallado. Me frustré muchísimo” declarara Nina Griffiths.

Nina decidió que los adolescentes debían manejar este tipo de asuntos por ellos mismos. Organizó una serie de reuniones para toda la comunidad y empezó a hacer campaña de concienciación para que hubiera más respuestas de la comunidad ante estas muertas. “Como somos jóvenes, siempre se nos ha dicho que los adultos saben más”, dice. “Y creo que esto es cierto en muchas ocasiones pero esta vez, me di cuenta de que nosotros los jóvenes comprendimos mejor el dolor por los suicidios de lo que ellos hicieron”.


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La tasa de suicidios en Nueva Zelanda es alarmante: se trata de la mayor tasa en Occidente. Según un informe de UNICEF publicado en 2017, la tasa de suicidio entre adolescentes de entre 15 y 19 años es de 15,6 suicidios por cada 100 000 personas, el doble que en Estados Unidos y cuatro veces más que la tasa de Inglaterra. La tasa de suicidio obedece, en parte, a las consecuencias de la colonización: carencias, descomposición social y altas tasas de encarcelamiento entre aquellos que forman parte de la comunidad indígena. Según datos de 2018, la tasa de suicidio entre hombres maoríes de cualquier era edad era 1,7 veces mayor que la la de un hombre no maorí.

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En el Extremo Norte de Nueva Zelanda, donde viven Nina Griffiths y su familia, el problema es todavía más grave. Las altas tasas de pobreza y consumo de drogas provocaron que Ricky Houghton, un activista y filántropo muy reconocido, solicitara al Gobierno el estado de emergencia en la región el año pasado.

“Debes entender las auténticas carencias sociales y económicas de esta comunidad” afirmó Houghton a TVNZ, la televisión pública del país, en su momento. “Un 85% de la población está desempleada, el 37% son familias monoparentales y aun así la renta media es de unos 21 000 dólares neozelandeses [unos 12.000 € anuales]. Aun así, según Nina Griffiths, el norte de Nueva Zelanda es el mejor lugar del mundo. No existe un lugar equivalente en el mundo.” Se trata de la región menos urbanizada de Nueva Zelanda y se conoce como “El Norte neozelandés sin invierno” y es que tiene un clima cálido, subtropical.

Nina Griffiths asegura que la primera vez que se enfrentó al asunto de la depresión e ideas suicidas fue cuando apenas tenía 12 o 13 años. Pamapuria, la pequeña escuela donde estudiaba primaria, copaba los titulares y es que un profesor confesó haber abusado de muchos estudiantes que estaban a su cargo. Un amigo de Nina Griffiths era una de las víctimas y le contó lo tedioso que fue todo el proceso de denuncia y atención psicológica. Gracias a él, Nina se dio cuenta de que muchos jóvenes consideraban fríos, distantes e inaccesibles a los expertos que trabajaban en la salud mental. “Las personas necesitan alguien con quien hablar así que podríamos hablar de forma distinta a las personas de nuestra edad que lo necesitan” asegura.

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Para los adolescentes que crecen en el norte de Nueva Zelanda, estas estadísticas tan peligrosas podrían hacerles perder la esperanza. “Uno de los problemas que tenemos al ser rangatahi [es decir, juventud maorí] son las pocas opciones que tenemos al acabar el colegio y es que son muy pocas. Según Nina Griffiths, los que se quedan atrás no tienen la oportunidad de seguir avanzando tras estudiar primaria y secundaria. La gente se desanima, sus amigos se van.

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Según Nina Griffiths, las oportunidades están aumentando pero eso sí, es imprescindible que los jóvenes tengan la sensación de estar empoderados y es que son muchos los jóvenes con las capacidades y habilidades necesarias para la vida a los que nunca se les ha recordado que pueden conseguir todo lo que se propongan.

Afinales de 2016, la campaña de Nina Griffiths había sido todo un éxito. Había recaudado 10.000 dólares neozelandeses [unos 5.000€] para un centro de jóvenes, extendió su programa de ayuda entre amigos y reabrió el debate sobre el suicidio a nivel nacional. Ganó el premio que otorga el público Hits People’s Choice a la Neozelandesa del año 2016. Y, lo mejor de todo, la tasa de suicidio en el Norte de Nueva Zelanda cayó un 25%: si en 2015, 28 personas cometieron suicidio, en 2016 ya fueron 21. Sin embargo, Nina Griffiths puso de relieve que las cifras seguían siendo muy altas.

La campaña también le dio a la gente joven la oportunidad para hablar sobre los asuntos que más afectan a sus comunidades. “Se trata de decir en voz alta que tu opinión importa, que tienes algo que decir. Y que si tu opinión sirve, entonces, tú también sirves”, asegura Nina Griffiths.

Este año, Nina Griffiths se ha mudado al sur y actualmente vive en Wellington donde está acabando sus estudios en Maoritanga, esto es, antropología maorí. Tiene la esperanza de volver a casa algún día. De momento, se ha distanciado un poco y ya no está tan vinculada con la campaña de apoyo que había desarrollado en el Norte, sacando tiempo para cuidarse a sí misma y darse un respiro pues todo era muy duro para ella. Por suerte, en el Norte el debate sobre el suicidio sigue en el orden del día. Nina Griffiths asegura que ha aumentado la conciencia colectiva, los grupos de apoyo y el debate. También, asegura que jamás dejará de alzar la voz por la prevención del suicidio.

“Mi fortaleza es que puedo comunicar” asegura, riéndose. “Tengo una boca muy grande así que… ¿Por qué no usarla?".

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