Las caras del género no binario y trans en Madrid

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Identidad

Las caras del género no binario y trans en Madrid

Más allá de las etiquetas, estas son historias de identidades disidentes.

¿Eres cisgénero? Si no sabes lo que significa, entonces casi seguro que sí. Cisgénero y cisexual son los términos contrarios a transgénero y transexual. Ser cis es tan inmensamente mayoritario, que de hecho se considera simplemente normal, mientras que las realidades trans y no binarias son tan desconocidas, a menudo ocultas, que resulta imposible incluso cuantificarlas. Y eso, socialmente, es una clara desventaja.

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Me llamo Alejandro, soy cisgénero y maricón. Me agarré a esas etiquetas hace mucho, y fui con ellas hasta donde me quisieron llevar. Hace 7 años, en Berlín, trabajé en un rodaje que me cambió la vida. Allí conocí y amé a personas que no se identificaban con el género binario. Gracias a su generosidad, cada día aprendí algo de ellas. Gracias a ellas, me di cuenta de lo ciego que había estado.

En estas entrevistas con fotografías de Mariel Orellana hemos querido comunicarnos desde el corazón con personas de una diversidad que emociona, para que las conozcáis y las queráis aunque sea una pequeña parte de lo que las hemos conocido y querido nosotros. Esta es la semilla de un proyecto que, esperamos, nos sobreviva.

Antonio de Norberto, 25 años, vive en Madrid, es de Getafe

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Antonio de Felipe en el parking de abajo de su casa

Conozco a Antonio a través de un amigo al que hablé de este proyecto, que me pasó sus redes sociales. Me sentí cautivado por la manera en la que Antonio muestra su expresión de género y su individualidad en Instagram. Le escribo. Acepta. Es la primera persona con la que quedamos.

Le veo de lejos en un banco, leyendo. Me ve y se levanta. Nos abrazamos. Se nos nota mucho que estamos deseando empezar.

"Cuando alguna gente no sabe cómo leerme sinceramente me da igual, me da más apuro en realidad que ellos se sientan mal" — Antonio

Me cuenta que es de Getafe, que “ahora está muy bien, ya no es tan heavy”. Que ahora trabaja en Madrid como dependiente de H&M y que está, contra todo pronóstico, feliz. Viene de un tiempo de "esclavitud laboral" en pos de un proyecto que requería mucho esfuerzo y poca vida personal, y el cambio le ha venido muy bien. Le pregunto cómo se define, y cómo se siente con la manera en la que los demás le leen.

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“Mi apariencia, sobre todo cuando empiezo a hablar, puede parecer más la de un chico. Pero yo no digo, ‘hola, soy Antonio, soy un hombre.’ A ver, yo soy una persona. Una persona que anda, come, vive, y que tiene opiniones”.

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Cuando no está posando para la cámara, Antonio muestra su fragilidad. Cafetería de una estación de autobuses del sur de Madrid

“Ahora estoy en una época de expansión, y estoy muy intensa, pero siempre he sido así. He madurado, he crecido, me he aceptado. Pero soy yo, soy ‘Antoñito el hijo del panadero’. Cuando alguna gente no sabe cómo leerme sinceramente me da igual, me da más apuro en realidad que ellos se sientan mal. A mí no me importa cómo me llames, siempre que no me insulte”.

“He tenido mucha suerte, y siempre he tenido aceptación por parte de los niños del cole y mi familia" — Antonio

Hablando con Antonio veo a una persona muy sensible, risueña y tímida. Y también veo a a una persona de una fiereza envidiable y una mirada que dice con todas las letras zero fucks given.

Le pregunto si su expresión de género ha evolucionado a lo largo de los años, y me dice rotundamente que no. “De ninguna forma”. Me cuenta que siempre salía con su Barbie Jasmine impecablemente peinada en las fotos familiares. “He tenido mucha suerte, y siempre he tenido aceptación por parte de los niños del cole y mi familia”.

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Veo el lápiz de Antonio como un mensaje político súper potente. Cafetería de una estación de autobuses del sur de Madrid.

“Tanto el sexo como el género en mi familia es algo como… normal. También en mi entorno. La diversidad de género y el sexo están tan normalizados que da un poco igual. Yo desde pequeño he sido un niño-niña, niña-niño o lo que sea. Soy yo, y ellos lo aceptan. Me entienden”.

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Ahora que tenemos más confianza le cuento que, al verle en Instagram, pensé que su lápiz de labios resultaba un mensaje político súper potente. Se ríe mucho. “Yo no me maquillo como arma política, me maquillo porque me gusta”.

Ahora se atreve a hacer cosas que antes no, como ir a comprar maquillaje con sus amigos o tener una pelea de baile con una trapera cis. Le encanta el trap de ahora, que le parece mucho más inclusivo que "el de antes".

"Desde pequeño he sido un niño-niña, niña-niño o lo que sea. Soy yo, y ellos lo aceptan. Me entienden" — Antonio

“El machismo es miedo. Que exista da miedo. Aún hay que dar pasos hasta que consigamos que cada uno vaya a su puta bola y puedas expresarte como te salga del coño si respetas a los demás… Pero yo no tengo por qué sentir miedo. Y no lo voy a hacer”.

Antonio ha vencido al machismo, al miedo que seguro ha tenido en otra época. Me dice que es súper feliz ahora, y piensa que por eso puede conectar mejor con los demás.

“Ahora la gente llega a mí y yo a ella. Es que cuando conoces a alguien y te llega, ¿por qué es? Lo que se siente es lo que llega, lo demás es un matiz. A mí me interesan las mentes. Es como con vosotros, yo os he conocido hoy y ya me siento súper cómodo. Sois dos personas, dos mentes. Dos mentes con las que me gusta estar”.

Alex de la Croix, 24 años. Vive en Madrid desde hace cinco y es de Puerto Real

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Alex en la estación de Príncipe Pío

Conocí a Alex hace unos años, en la inauguración de una exposición en su galería de arte. Cuando le vi, le leí como persona trans. Cuando vi que nos iban a presentar, preparé mis mecanismos para no referirme a Alex ni en masculino ni en femenino. Lo primero que me dijo fue “soy Alex, encantado”, dándome dos besos y lanzándome otro reto. Desde entonces he querido que me contara su historia.

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Decido empezar con esta confesión cuando quedamos cerca de su casa, en Príncipe Pío. Se ríe muchísimo, no se acuerda de eso. Le pido que me cuente más sobre su expresión de género.

"Odio las etiquetas, odio los nombres. Odio el genderless, genderqueer, el transhumanista" — Alex

“Yo hablo con los dos pronombres, y depende del adjetivo que vaya a usar. Las palabras tienen, además de una connotación de género lingüístico, una connotación de género en base a qué palabras usan las mujeres, y qué palabras usan los hombres. En mi casa somos muchas trans. Mi madre y sus hermanas son seis, y en esa casa nadie se ha sentido nunca hombre. Tuvieras picha, chocho o lo que sea, todas hemos sido unas mujeres allí. Es por este contexto de patio andaluz, que pienso que hay ciertas expresiones que no se pueden decir en masculino, como por ejemplo ‘estoy harta, estoy cansada’. Es que no te replanteas si quieres ser, o si eres, hombre o mujer. Lo usas como te sientes en ese momento. Yo siempre he hablado así”.

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“Yo soy trans, y como no me he convertido en mujer cis hay canales que no puedo usar”. Alex. Estación de Príncipe Pío

Me contó cómo plasma esto en su trabajo. “Recientemente inauguré una exposición en Zaragoza en la que parto de un lienzo en blanco, una impresión mía desnuda en tamaño real, con los órganos sexuales y características de género borrados. Al lado hay polaroids de genitales de personas de mi entorno y quien viene a la exposición me pone lo que me pega según ellos perciben de mí. Ellos definen mi sexo en base a la pregunta que les estoy lanzando”.

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"Tanta etiqueta excluye, no incluye. Categorizas a alguien que se puede confundir, que abraza una etiqueta y tiene que ir hasta el final con ella. No, eso no me representa" — Alex

“La gente que no me conoce me pregunta ‘¿te hablo de él, de ella, neutro?’ A ver, yo no me voy a sentir ofendido por nada. Y además toda esta palabrería y etiquetado me pone negra. ODIO las etiquetas, odio los nombres. Odio el genderless, genderqueer, el transhumanista. Las etiquetas no valen para nada. Tanta etiqueta excluye, no incluye. Categorizas a alguien que se puede confundir, que abraza una etiqueta y tiene que ir hasta el final con ella. No, eso no me representa”.

Alex defiende que esas etiquetas que odia han podido ser más dañinas que favorables a la causa trans.

alex de la croix género no binario madrid españa queer trans

Con estos zapatos, Alex mide casi dos metros

“Yo de pequeña me lo quería poner todo, y me lo ponía. Yo no me planteaba ser mujer, porque he crecido con mi prima hermana que era trans y ella quería ser una mujer. Ella quería cosas que yo no, tenía necesidades que yo no. Yo quería ser como ella, sin ser mujer. Y entonces fue cuando me planteé, ¿qué es ser mujer? ¿Por qué ella es mujer y yo no? ¡Si somos iguales! Y es porque yo no soy ni mujer ni hombre, soy una persona”.

"Muchas trans al final se convierten en mujer cis, pasando por la mutilación, para que nadie sepa que has sido trans. ¿Y tú no eres nadie hasta que un médico lo dice? Pues yo no lo creo" — Alex

Me habla de la imagen de las mujeres trans en los medios. De Carmen Carrera. De cómo eso excluye.

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“Yo no me he convertido en una mujer a la que no se le nota. Soy una persona trans, pero por no ser así no puedo expresar mi discurso en un canal como la televisión. Lo peor es que es un reflejo de la sociedad. Muchas trans al final se convierten en mujer cis, pasando por la mutilación, para que nadie sepa que has sido trans. ¿Y tú no eres nadie hasta que un médico lo dice? Pues yo no lo creo.

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“Sólo por salir a la calle ya me estoy manifestando” Alex. Campo del Moro.

Me cuenta también lo terrible que una persona externa tenga que determinar tu género, y que implique una serie de pasos estándares. “Cuando me ponen una norma, la presión sobre mí hace no la quiera. No se puede disfrutar algo a lo que te obligan”.

Álex considera que la situación ha mejorado mucho desde su infancia. “A día de hoy y gracias a las asociaciones trans, una niña trans y su familia sí están muy bien asesorados. Eso sí me parece que está bien hecho, esos médicos y psicólogos son expertos. Hoy en día sí, pero antes no.

Aitor y Rubén, 25 años, viven en Madrid

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Aitor y Rubén emulan su foto que dio la vuelta al mundo enfrente de su trabajo, en la Gran Vía de Madrid

Conocí a Aitor por Facebook hace casi tres años. Yo estaba documentándome para un proyecto y necesitaba hablar con hombres trans. Chateé a menudo con él por Facebook y viví su transición en directo a través de su muro. Supe cuánto le querían las personas de su entorno, entre ellas Rubén. La primera vez que quedé con Aitor, hace dos años, venía con él. Desde entonces son un pack indivisible para mí, nunca les he visto por separado.

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Y juntos, Rubén y Aitor se postraron un buen día ante el #dichosoautobústránsfobo con la bandera trans. Y su foto dio la vuelta al mundo.

"Lo que no se nombra no existe. Yo siempre quiero ser muy sincero conmigo mismo, y me da mucho pavor ponerme una etiqueta y luego cagarla. Me gustan, por eso, las etiquetas más amplias" — Rubén

Quedo con ellos en el VIPS de Gran Vía cuando salen de trabajar en Primark, donde trabajan juntos.

Rompo el hielo hablando de las etiquetas. Quiero saber qué opina de ellas. “Uf, son complicadas… pero está claro que lo que no se nombra no existe. Yo siempre quiero ser muy sincero conmigo mismo, y me da mucho pavor ponerme una etiqueta y luego cagarla. Me gustan, por eso, las etiquetas más amplias. Ahora soy un chico trans bisexual o pansexual”.

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Rubén lleva tatuado un caballito de mar, único animal macho que gesta a sus crías

Le pregunto si esas han sido siempre sus etiquetas. “No. En algún momento me creí que era una mujer. Teniendo la historia de Aitor tan cerca, pensé que la realidad trans era muy diferente a la mía. Yo siempre he querido gestar, y esto es algo que es inconcebible si no eres mujer. Por personas como Aitor, veía que había unos patrones que cumplir para ser trans, como odiar tu cuerpo o sentirte mal contigo mismo. La primera vez que por fin me identifico con alguien y me deshago de esa idea, es cuando conozco a un chico trans embarazado. A través de él me he llegado a sentir lo que soy”.

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“A través de ver a un chico trans embarazado, logré saber qué soy”. Rubén mira ropa de bebé en El Corte Inglés de Sol

Le pregunto por algo que sé que es incómodo para un chico trans, sobre todo al principio de la transición: los baños públicos.

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“Desde hace mucho voy al de chicos, desde antes de las hormonas. Llevo sólo nueve meses con ellas y mejor, pero siempre he tenido mucho cuidado. Intento ir acompañado, siempre fijándome en si ha entrado antes alguien, si no. Y si no estoy cómodo, no voy”.

“Un día entré en el de chicas, y cuando salgo había una mujer en la cola y me dice una 'te has colado'. Le contesté ¿Es este el baño de los chochos? ¿Sí? Pues he entrado bien” — Aitor

“Lo más significativo que me ha pasado, sin embargo, ha sido una cosa positiva. En las fiestas de un pueblo había una caseta con baños, y el de chicos estaba ocupado. Iba con una amiga y entré al de chicas. Cuando salí, una señora se quejó de que ese no era mi baño, que el mío era el de chicos. Acostumbrado a tener miedo por que me fuese a pasar lo contrario, de repente me alegró el día”.

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Si sólo hay urinarios en el baño de hombres, Rubén no puede hacer pis

Aitor me cuenta una anécdota parecida. “Un día entré en el de chicas, y cuando salgo había una mujer en la cola y me dice una 'te has colado'. Le contesté ¿Es este el baño de los chochos? ¿Sí? Pues he entrado bien”.

Me emociona que estas personas que han tenido que salir dos veces del armario, se han enfrentado dos veces al patriarcado, y que se confiesan “el rarito de clase dentro de la lucha LGTB”, hablen de todo esto entre risas, con una alegría que se contagia.

Aitor no se pone serio ni para contarme cuando sus padres le intentaron echar tres veces de casa al saber que era trans. Eran muy religiosos. A veces aún le hablan en femenino.

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Los padres de Aitor son muy religiosos. Aún le hablan en femenino. Iglesia de San Antón, Madrid

“En mi casa, lo que opine mi madre es lo único que cuenta. Una vez vine de una excursión llorando muchísimo, con 16 años, y ahí ya sabía lo que me pasaba. Fue la primera vez en mi vida dije en voz alta que era un chico. Me costó mucho, pero se lo conté a mis padres, y como no me respondían nada me puse muy nervioso. Terminé diciéndoles ‘¿bueno, qué pasa, no decís nada?’ con un ataque de risa”.

Aitor pensó que sus padres se lo tomarían mejor, pero no. “Desvariaron, y estuvieron semanas sin mirarme, o mirándome como si hubiera matado a alguien. Me intentaron echar tres veces de casa, la última cuando descubrieron que me estaba hormonando. No querían que hiciera eso en su casa. Y yo pensaba, ¿y dónde voy?, ¿qué hago ahora?’. No podía hacer nada. Así que le dije “mamá, que no me voy. Y ella decidió entenderme, y cuidarme”.

"Mi madre me decía que esos amigos que yo creía que iban a estar toda la vida, no iban a estar siempre. Y resulta que en mi transición había muchísima gente siempre conmigo. Allí estaban estos amigos que según ella se iban a ir" — Aitor

Me cuenta que ese cambio positivo de su madre se ha extendido también a cómo ve a su grupo de amigos, de los que antes desconfiaba. “Me decía que esos amigos que yo creía que iban a estar toda la vida, no iban a estar siempre. Y resulta que en mi transición había muchísima gente siempre conmigo. Allí estaban estos amigos que según ella se iban a ir. También, a raíz de ver a mis amigos llamarme Aitor, mi familia ha terminado de entenderlo. Mi madre y la de Rubén son amigas ahora, y van a grupos de madres de personas trans”.

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“A raíz de ver a is amigos llamarme Aitor, mi familia ha terminado de entenderlo”. Iglesia de San Antón, Madrid

“El que mejor se lo ha tomado ha sido mi abuelo. Mi padre no me trata en masculino, pero mi abuelo por teléfono el otro día me preguntó si ‘estaba solo’. Es una alegría enorme, sin haber siquiera hablado con él. A ellos les perdono que me hablen en femenino”. Le pregunto qué siente cuando otras personas le leen en femenino. “Uf, eso es hundirte. Es amargarte el día”.

Les pido que me digan qué creen que deberían hacer mejor las personas cis de su entorno. Aitor sentencia: “Interesarse más. La sociedad somos todos, y si estás en ella, vas a coincidir con personas trans. Yo conozco la tuya, conoce tú la mía y ponte en mi lugar”.

“El hecho de preguntar ¿cuáles son tus pronombres? o ¿cómo te llamas?, nos evitaría muchas situaciones incómodas" — Rubén

Rubén está de acuerdo en que el interés, la curiosidad, es importante. “Sólo con preguntar… El hecho de preguntar ¿cuáles son tus pronombres? o ¿cómo te llamas?, nos evitaría muchas situaciones incómodas. El nombre ya te da una pista de cómo esa persona quiere ser leída. A mí me sigue pasando que me leen como mujer, y la verdad es que, viniendo de según qué persona, te hace sentir muy incómodo. Es como no sentirse entendido. Y más cuando tienes que repetirlo muchas veces. Tengo gente que lleva trabajando conmigo un año y medio, y me sigue tratando en femenino. Imagínate cuando se juntan dos o tres”.

Diciendo esto, le descubro a Rubén una seriedad en la mirada que nunca le había visto antes. Otro de los mayores problemas, me cuenta, está relacionado con la etiqueta y su negativización. “De la negativización de nuestra realidad y el desconocimiento, vienen el encasillamiento y el miedo”.