Centre d'hébergement géré association Aurore
CHRISTOPHE ARCHAMBAULT / AFP
Identidad

Así es ser sintecho y madre por primera vez

El centro La Rochefoucauld, en París, acoge a las mujeres y los niños más vulnerables de la sociedad.

En brazos de su madre, Hawa* engulle un biberón de leche. Pese a sus dos meses de vida, luce abundantes rizos y vive despreocupada, ajena a que ha estado a punto de terminar en la calle. Su madre, Véronique, ha estado intentando sobrevivir al frío con la pequeña. Después de 10 días durmiendo a cubierto en la cama de un hospital, recibió una llamada del 115 —el número de los refugios de emergencia de Francia— en la que le informaron de que había una plaza libre en el centro para madres primerizas de La Rochefoucauld.

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“Desde junio, hemos acogido a 50 madres sin hogar”, señala Sihem Habchi, directora de actividades de la Asociación Aurore, responsable del centro. Según la Agencia Regional de Salud, en Francia hay 2400 madres primerizas que han dado a luz después de 2017 y que no tienen hogar. Y Francia no es el único país: en el Reino Unido, el porcentaje de madres solteras sin techo aumentó un 48 por ciento entre 2009 y 2018. En Dublín, donde los alquileres se han disparado en los últimos años, esta imagen de un niño de cinco años sin hogar se hizo viral en octubre. De hecho, Finlandia es el único país de Europa en que el índice de madres sin techo está bajando, según el Foro Económico Mundial.



“Aquí, en el centro, las mujeres tienen acceso a personal de pediatría y a exámenes médicos, puesto que su salud suele ser muy frágil”, dijo Habchi. Las madres tienen un lugar seguro en este lugar, que antiguamente fue el Hospital La Rochefoucauld (todavía pueden verse colgados varios carteles de Cirugía y Radiología).

Algunas mujeres han llegado huyendo de otros países cuando aún estaban embarazadas y ni en sueños se imaginaban que acabarían en las calles, en Francia. Véronique huyó de Camerún y de su marido violento; Melinda* busca un trabajo con el que pueda mantener a su hijo de 4 años, a quien tuvo que dejar en Costa de Marfil. Para Blanche*, que durmió en las calles durante su embarazo, marcharse supuso nada menos que salvar la vida de su bebé: “En mi aldea, en Costa de Marfil, matan a las mujeres como yo, que no nos hemos sometido a los ritos religiosos. Me marché para proteger al bebé que llevaba dentro”.

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“Una amiga me alojaba en su piso de dos habitaciones, pero una vez que nació el bebé, su marido no quiso seguir alojándome porque no había espacio”

Con frecuencia, el peligro empieza con la noticia del embarazo. “Una amiga me alojaba en su piso de dos habitaciones”, recuerda Melinda. “Pero una vez que nació el bebé, su marido no quiso seguir alojándome porque no había espacio”. Priscillia, originaria de Congo, se enteró de que su novio, de quien estaba embarazada, estaba casado. El centro les ofreció a todas ellas una habitación en el centro, evitando así que tuvieran que dormir en las calles con sus recién nacidos.

Pese a la alegría de tener un bebé, estas jóvenes madres cuentan nerviosas los días en el hospital, esperando una llamada del 115 con la que les anuncien que ya tienen un sitio en el que vivir. Fueron siete días para Véronique, diez para Thérèse y tres semanas para Priscillia. Las áreas de maternidad tienen la obligación de prolongar las estancias de las mujeres hasta que se les adjudique alojamiento. Melinda señala que está muy agradecida a una de las personas que trabajaba en el hospital, “que convenció a mi amiga para solicitar unos pocos días más después de que diera a luz, de forma que tuviera tiempo para encontrar un sitio al que ir”.

Une mère de famille, au centre d'hébergement d'urgence de l'Hotel Dieu

Dos mujeres y sus bebés comparten cada habitación del centro. Foto por Estelle Emonet para AFP

No todas tienen la misma suerte. Tres días después de dar a luz, Blanche se vio obligada a dormir en el vestíbulo del hospital en el que dio a luz y a irse cuando amanecía. Lo mismo le pasó a Alice, de Rumanía. “Duermes en una silla, no puedes lavar a tu bebé ni tu ropa. En esas condiciones no se puede cuidar de un niño”. Habchi, de la Asociación Aurore, lo expresa más claramente: “Dejar que una criatura llegue al mundo sin un lugar en el que quedarse es abuso”.

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“Un sitio cálido en el que podamos lavarnos y dormir, con leche y pañales para los bebés. Es lo único que pedimos”, dijeron Melinda y Blanche mientras caminaban con sus hijos en brazos. En otras palabras: la posibilidad de descansar el cuerpo y la mente, ya que la mayoría de ellas se encuentran extenuadas física y emocionalmente después de su periplo.

“Al principio, dormía mucho en mi habitación, con mi hija; la cesárea me había dejado casi sin energías”, recuerda Véronique. Pasa los días caminando por el jardín, tomando clases de francés y siestas. Las madres pasan la mayor parte del tiempo con sus hijos, sus “únicos confidentes y familiares”, como señala Véronique. Pero a veces las madres charlan en el vestíbulo y se ayudan unas a otras. Priscillia trabó amistad con otra madre, también originaria de Congo.

Sin embargo, también pueden surgir tensiones. La asociación debe alojar a dos madres y sus hijos e cada habitación para gestionar de forma efectiva la llegada de más de ellas procedentes de la maternidad de los hospitales. “Cuando un bebé llora, despierta a todo el mundo”, se lamenta Thérèse. “Y no todas las madres tienen las mismas costumbres”.

“La labor de las trabajadoras sociales es ayudar a estas madres a obtener los papeles y los beneficios de la seguridad social”

Algunas, como Blanche, que tiene un hijo de dos meses, están tan acostumbradas al ruido que duermen del tirón, sin enterarse. Alice, por su parte, critica al centro: “No me están ayudando a obtener el número de la seguridad social; no me dan ropa para el bebé, así que se la tengo que pedir a su padre. Y no hablo con las otras chicas porque me enfado muy rápidamente”. La trabajadora social de Alice, Baya Mostefaoui, entiende su situación. “Para ella es muy estresante, sobre todo por la tensa relación con el padre del bebé, que la maltrataba”, señala.

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La desnutrición, la exposición a la violencia y el estrés son factores que complican el embarazo de estas mujeres, según una investigación de la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con las Personas Sin Hogar (FEANTSA). Los riesgos médicos aumentan tras el parto, “sobre todo por infecciones en la cesárea”, dijo Linda Monkri, enfermera de cuidados infantiles del centro. El programa de cuidados de maternidad del centro incluye vacunas, cuidados posnatales y pediátricos y nutrición.

También se encargan de una parte del papeleo administrativo de las madres. “La labor de las trabajadoras sociales es ayudar a estas madres a obtener los papeles y los beneficios de la seguridad social”, dijo Mostefaoui. “Les comento los distintos tipos de ayudas económicas a las que pueden optar una vez tengan los papeles, pero hasta entonces, no les dan nada”. Como la clásica estancia en el centro no excede los tres meses, las asistentas sociales también intentan trabajar un poco en el futuro de estas mujeres. Mostefaoui, por ejemplo, ya ha preparado la renovación de la subvención médica estatal (AME), de forma que Thèrése solo tenga que presentarla cuando salga del centro.

Durante los últimos tres meses, Véronique ha pensado mucho en su futuro y el de su bebé. Con su permiso de residencia de tres meses ya en vigor, ha conseguido un trabajo en una empresa de limpieza, lo que le da cierta tranquilidad. “Cuando me mude a mi propio estudio”, afirma, “dejaré una plaza libre para otra chica que la necesite”. Alice, Melinda y Priscillia también imaginan un futuro feliz para ellas y sus hijos. Alice quiere formarse como guardia de seguridad, para que su hijo pueda “estudiar y ser abogado”. Melinda y Priscillia quieren trabajar como auxiliares de geriatría una vez consigan los papeles.

Aunque sus hijos las ayudan a mantener la esperanza, muchas temen el día en que deban abandonar el centro. “Su siguiente etapa podrían pasarla en un alojamiento de emergencia o en un refugio de larga estancia”, dice Habchi, quien añade que “nadie saldrá del centro sin un lugar en el que quedarse”. Está previsto que el centro cierre sus puertas en abril de 2020, y entonces no habrá garantías para las mujeres más vulnerables de París y sus hijos.

*Se han cambiado algunos nombres para proteger la intimidad de las aludidas.