Música

424 hizo olas en el indie costarricense con la presentación de ‘Siempre Mar’

Las fotos fueron tomadas por Daniel Patlán 

Frente al Parque Central de la ciudad de San José, interrumpiendo una hilera de restaurantes de comida rápida, se encuentra el Teatro Popular Melico Salazar, un recinto barroco con una capacidad de casi 1800 personas, erigido en 1928 y reabierto al público a la mitad de los años 80, 18 años después de haber sido destruido en un incendio. Rompiendo la tradición del recinto de albergar ballet, danza, teatro y folklore, el cuarteto tico 424 anunció en diciembre del 2016 que aquí sería el concierto de presentación de Siempre Mar, su más reciente álbum —una muestra de ambición que tomó por sorpresa a más de uno.

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424, la agrupación creada en 2009 por Felipe Pérez, Juan Carlos Pardo y Guayo Mena, posteriormente acompañados por Leonardo Valverde, han mantenido una innegable aura de profesionalismo a lo largo de sus ocho años de actividades que rara vez es relacionada con una banda independiente. Con un EP homónimo y dos discos en su haber —Oro (2013) y Siempre Mar (2016)— además de participaciones en festivales como Vive Latino, Estéreo Picnic, SXSW y Marvin, no era alocado para la banda plantearse el medir su repertorio y fanaticada pisando un foro como el Teatro Melico. Pero, ¿cuál es el contexto que enmarca a una aventura como esta?

Primero, se debe entender al mercado de conciertos de Costa Rica como uno que se ha viciado sistemáticamente a lo largo de los años al punto en el que al público le cuesta trabajo concebir la noción de pagar por ver un concierto. “Entre festivales universitarios, conciertos para marcas, festivales gratuitos producidos por el gobierno local y el Ministerio de Cultura, los grandes shows de artistas locales son casi en su totalidad gratuitos para el público”, comenta al respecto Roberto Montero, mánager de 424 y productor de eventos como el Festival Epicentro. “No todos los artistas tienen presente la noción de que tanto concierto gratis afecta [al mercado]”. Tanto es así, que mucha gente no tenía idea de cómo descifrar el sistema en línea de boletería para comprar las entradas.

Y luego está el propio hecho de llenar el Melico siendo una banda de rock. Hace 20 años, Ghandi y El Parque, dos agrupaciones que disfrutaron de estar firmados con Sony en el ocaso de los 90 lograron la hazaña. Otros casos, como la reunión de El Parque en 2010 y el show de la banda de rock progresivo Time’s Forgotten en 2012, también lograron el codiciado sold-out, pudiéndosele atribuir el motivo, respectivamente, a la nostalgia y la lealtad de los fanáticos de bandas de nicho. Para Daniel Ortuño, miembro del grupo Los Waldners y conductor de radio local, este último caso se asemeja al de 424. “En estas semanas de clima soleado han habido y habrán muchos festivales de música, y lograr congregar a un público tan grande para una sola banda, estando rodeados de tantas opciones donde invertir su dinero de entradas, habla mucho de la lealtad que la gente ha desarrollado con el grupo y de lo atractivo que [les] resulta”.

Esa lealtad se manifestó desde temprano en la nutrida fila fuera del teatro, y la emoción traspasó hasta el brillante set de Colornoise, trio telonero de la velada, quienes, con un balance inusual entre delicadeza y músculo, aportaron una dimensión inesperada y bienvenida al evento. Sonya Carmona, guitarrista y cantante de la banda y bajista de Las Robertas, considera el sold-out como algo histórico, e interpreta el espectáculo como una motivación para las bandas costarricenses: “Creo que la calidad y la producción del show fueron impresionantes y han marcado un nuevo estándar en nuestro país. Creo que va a influenciar a otras bandas a apuntar a este tipo de show. Para mí, esto es muy buen statement de que en Costa Rica se están haciendo cosas de muy alta calidad, y para los artistas es motivación de apuntar alto”.

La producción a la que se refiere Carmona fue indiscutiblemente espectacular. La banda, enmarcada en una sobretarima que reflejaba como si estuviera hecha de petróleo, fue respaldada por visuales impresionantes del artista visual Pollux, proyectadas mediante mapeo sobre pantallas que cambiaban de configuración a lo largo del concierto, y un show de luces casi impecable que alcanzó su pico máximo al coincidir con el solo de guitarra de “En la mañana”, apuntando sobre una esfera disco girante que rompió la luz en miles de fragmentos por toda la sala.

Fue así como por una hora y 45 minutos, desde que abrieron con un poema ligado con “Las Olas” hasta el cierre definitivo con la favorita “Lógica”, el cuarteto se paseó por la totalidad de Siempre Mar y selecciones de su primer disco, Oro, y de aquel EP debut del 2010. Ese pop-rock difícil de ubicar exploró los caminos de la sicodelia en “Resolví”, sacó más de una lágrima –literalmente– con “Socórreme”, y le arrancó al público los coros más ensordecedores con, entre muchas, “Ánimo”. Y fue justamente el público quien completó la experiencia, entregándose con cada canción, cantando algunas de las canciones intensamente.

Pablo Rojas, miembro de Hijos y anteriormente de Florian Droids, asistió al concierto, y considera que el boleto “valió cada puto colón”. La experiencia le produjo sentimientos encontrados: “Por un lado, me llena de alegría y orgullo por los muchachos, ya que sin duda fue un gran show e, indiscutiblemente, marcó un precedente; pero por otro, de alguna manera, me apena que este tipo actividades no sean más frecuentes dentro de la escena local independiente”. A pesar de que ve en este hecho deficiencias en la escena y sus actores, su balance del concierto en el gran esquema de la escena de Costa Rica es optimista: “[Solo haciendo eventos como este] va a cambiar la mentalidad y disposición del público de pagar el precio justo por una entrada, y de las mismas bandas para brindar mejores conciertos”.

La lectura que hace Ortuño sobre el suceso también apunta hacia un cambio positivo dentro de la escena, pero no la llamaría indie. “No sé si pueda hablar específicamente de una ‘escena indie’ pues si bien mantienen lazos con muchas de esas bandas, ellos operan con una infraestructura y tienen un appeal a un público que va más allá o que no se adhiere a un concepto de lo que se conoce tradicionalmente como ‘indie’, pero definitivamente es un logro para la música alternativa y me parece que envía un mensaje de que puede haber cabida en recintos más grandes (o incluso de ‘cultura formal’) para manifestaciones de música local más variada. También es una señal o reflejo de que tal vez el nicho ya no sea esta cosa reducida, lo que impacta de manera positiva a la sostenibilidad de proyectos (desde bandas, emprendimientos, venues, booking, audiovisuales, etc.) dentro de la escena”.

En este momento, en realidad es difícil saber si la presentación de Siempre Mar de 424 en el Teatro Melico Salazar representa o no el hito en la música nacional que muchos quieren que sea. La sensación que queda es que ha surgido un contraejemplo contundente a la dinámica esperada de la escena independiente tica y de su público, y eso ha despertado una motivación especial en otros músicos y amantes de la música en Costa Rica y refrescado su perspectiva. Lo que se haga o no con ella en el futuro cercano está por verse. Pura vida.

Puedes ver el resto de las fotos aquí abajo: 

Pre Show 

424