Ser joven en Melilla, la ciudad de las cinco culturas

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Ser joven en Melilla, la ciudad de las cinco culturas

Hemos entrevistado a jóvenes de las diferentes comunidades que conviven en la ciudad para que nos cuenten cómo viven su día a día.

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Melilla presume de ser la segunda ciudad modernista de España, por detrás de Barcelona, gracias a los imponentes edificios de este estilo que el arquitecto catalán Enrique Nieto construyó en el centro de la localidad a inicios del siglo XX, siguiendo la estela de Antoni Gaudí.


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Sin embargo, más allá de este reclamo turístico que se fusiona con el de la antigua Rusadir, nombre con el que denominaban los comerciantes fenicios a Melilla, esta ciudad española comparte con su hermana Ceuta su posición en el norte de África y el sobrenombre de “la ciudad de las cuatro culturas” por la pacífica convivencia de cristianos, musulmanes, hebreos e hindúes.

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No obstante, desde hace un tiempo, numerosas voces claman por aumentar la multiculturalidad por la que se conoce a la ciudad y abogan por llamarla “la ciudad de las cinco culturas”, ya que el colectivo gitano es incluso más numeroso que el hindú. Cinco culturas que conviven en un territorio de 12,5 kilómetros cuadrados y en el que viven 86.026 habitantes.

La playa de Melilla

Como muestra de esta configuración demográfica, hemos entrevistado a jóvenes de cada una de estas comunidades para que nos cuenten cómo viven su día a día, cuáles son sus oportunidades y expectativas y cómo se divierten en esta ciudad que algunos tachan de “aislada” y que se mueve en la constante controversia de una valla que afea los derechos humanos en la frontera sur de Europa. Estos son los testimonios de Patricia, Abdessamad, Yoel, Viyey y Vicente.

Patri

Para Patricia López, de 30 años, Melilla es su ciudad de referencia y tiene muy claro que no piensa abandonarla. Esta diplomada en Magisterio ve muy complicado trabajar de lo suyo. Ha tenido contratos temporales que vienen y van y “si no te conocen, no te cogen”. Ante la dificultad de hacer frente a un alquiler que supera los 500 euros, trabaja en lo que sale. Ahora lo hace en una empresa de limpieza. Algo que le fastidia son los precios de la vivienda, inflados al ser Melilla una ciudad de funcionarios (principalmente militares y distintos agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado).

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A pesar de ello, Patri asegura que Melilla es una pequeña gran ciudad para vivir. “Es una ciudad con mucho encanto y su arquitectura me fascina”, y recalca que “aunque es pequeña, tiene de todo”. ¿Algo malo de esta localidad? “Tener que desplazarse a la península es complicado por los horarios de aviones y ferris, además de caro”.

Aun así, dice no sentirse aislada y que cuando tiene algo de tiempo libre, sobre todo en verano, viaja a Málaga o a Granada con sus amigos y a otros municipios rifeños que le permiten sumergirse en el país vecino.

Sobre las posibilidades de ocio, dice que siempre hay algo que hacer. “Generalmente sales con los amigos de copas, vas a la playa o haces una barbacoa en los pinos, depende del tiempo”. Por otro lado, reconoce que las opciones de ocio están “algo limitadas”, sobre todo en el tema cultural: solo hay un cine (y es además de una sola sala) y un teatro en toda la ciudad y hay pocos pases para las proyecciones y las funciones.

Abde

Abdessamad Ben Aamar, Abde para los amigos, coincide en que Melilla es una ciudad “muy bonita” y que vale la pena visitar en un fin de semana. Para este joven de 21 años, Melilla es “la puerta de África y la ventana a Europa”. A diferencia de Patri, Abde sí cree que la ciudad está algo aislada y la valla representa un escollo para salir y entrar, en especial, a muchos migrantes que no siempre están bien vistos por los más “clasistas” y por la rama más conservadora de la ciudadanía, que todavía mira mal a quienes vienen del otro lado de la frontera.

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En su tiempo libre, Abde participa en un taller de batukada en el que ha aprendido a tocar el tambor. “Es una forma de relacionarme con los demás y de aprender algo nuevo”, asegura. "El ritmo y la música son universales, no entienden de fronteras".

Abde

Este joven también tiene un lado más altruista: cada mañana trabaja voluntariamente de intérprete para el Servicio Jesuita de Refugiados, en las clases de lengua castellana que ofrece a los menores extranjeros no acompañados, mal llamados “mena” por sus siglas y conocidos como “niños de la calle”. Estos pequeños normalmente hablan cherja (también conocido como tamazight o bereber) o dariya (el dialecto árabe marroquí) y Abde ayuda en las traducciones de estas sesiones.

De momento, Abde no trabaja. “Es complicado encontrar trabajo”, se lamenta. Por ello, planea mejorar su perfil, ya que de momento tiene solo la ESO. “Me gustaría ser educador de niños”, asegura. De ahí que esté pensando completar su formación con un grado específico. Por otro lado, Abde también ve limitada la oferta de actividades de ocio para gente joven, pero el hecho de pasear y callejear con sus amigos le ha permitido conocer a muchos otros chicos de su edad. “Es fácil conocer gente en Melilla, normalmente es muy abierta, pero también depende del perfil de cada uno”, dice.

Yoel

Esta misma opinión comparte Yoel Levy, un chico de 18 años que asegura que en Melilla “te acogen rápido”. Lo que más le gusta a Yoel de la ciudad es que “tiene muchas facilidades, es pequeña, todo está cerca y puedes ir caminando en un momento”. Eso y la arquitectura por la que pasea de vez en cuando por el centro, a pesar de que “a veces” se siente inseguro por la presencia de algunos niños de la calle que en alguna ocasión “han generado algún problema”.

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Más allá de estos casos puntuales, Yoel asegura que se puede caminar tranquilo y disfrutar del paisaje. “Normalmente salgo con los amigos a dar vueltas con la bici y a veces vamos al skate park, donde también hacen batallas de rap”, explica entusiasmado. Allí se forjó Free Rap Melilla, un referente en el género musical local, por lo que cuenta. Echa en falta alguna que otra sala de recreativas en la ciudad y más ahora, con la reciente inauguración del primer y único centro comercial de Melilla, construido mirando al turismo económico y consumista de Marruecos.

Yoel con su teléfono

Yoel, que actualmente está acabando un grado medio de Comercio y Marketing y espera pasar al superior de Marketing y Publicidad, cree que no tendrá dificultades para encontrar trabajo a pesar de que el mes de noviembre se cerró con 10.275 personas en paro, 70 menos que el mes anterior, según datos del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE).

Todavía no sabe cómo celebrará su primer contrato, pero resalta que una de las zonas de fiesta de más éxito de ocio nocturno es el Puerto Noray, con numerosos bares y pubs de copas que abren hasta altas horas de la madrugada.

Vijey

Vijey Doulatram, de 27 años, confirma que es un habitual de estos bares, que por cuestión de licencia no tienen la denominación de discoteca, aunque actúan como si lo fueran. Entre otras actividades de las que disfruta en su tiempo libre, se encuentran las excursiones a las playas de Marruecos, recorrer el paseo modernista de la ciudad o hacer la ruta de los templos, que pasa por una iglesia, una mezquita, una sinagoga y un templo hindú.

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Aunque Vijey afirma que la oferta de ocio es amplia, reconoce que la cartelera de cine se queda corta, y la programación de artes escénicas como el teatro o la danza es algo más completa.

Un objeto tradicional hindú de Vijey

Vijey se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada y actualmente es residente de tercer año de Endocrinología y Nutrición en el Hospital Regional de Málaga. Asegura que las posibilidades formativas en Melilla son buenas, pero no tiene tan claro el futuro profesional. Cuando termine su residencia le gustaría volver a Melilla a trabajar como el especialista que se está formando, pero de momento, no ha tenido la oportunidad. “Espero regresar a Melilla y trabajar para ayudar a la gente”, dice muy ilusionado.

Vicente

Sobre la multiculturalidad de la ciudad, cree que “Melilla es una ciudad que vive en un continuo equilibrio que necesita de todas las culturas para mantener su esencia”, opinión que comparte Vicente Santiago, un joven que, con 22 años, lleva ya varios trabajando como vendedor ambulante, más exactamente, desde que terminó la ESO.

Este melillense afirma que la formación en la ciudad es buena, aunque algunos decidan marcharse a estudiar fuera; lo que ya ve más complicado son las opciones para encontrar trabajo. “A veces, por más que buscas, no encuentras”, se queja.

La plaza de España de Melilla

Otra cosa es qué hacer en sus ratos libres. Vicente se define como un chico deportista, al que le gusta salir con los amigos con la bicicleta, a pesar de que la red de carril bici en Melilla sea prácticamente inexistente y el primer tramo no se construirá hasta principios del año que viene. También le gusta jugar al fútbol con los amigos y salir de copas al Puerto. Aunque remarca que es poca la programación de obras de teatro o pases de cine.

El colgante de Vicente

Aún así, le falta tiempo para aburrirse, ya que, en colaboración con otros compañeros, acaba de formar la asociación Gitanos de Hoy, de la que es él el vicepresidente. Su objetivo es luchar contra los estereotipos que se asocian a su colectivo, impulsar su cultura, que va “mucho más allá del cante flamenco”, y ayudar a la sociedad, con el fomento de un banco de alimentos y otro de recogida de juguetes para los niños de familias necesitadas.

Con este panorama tan diverso, Melilla sigue al pie del cañón para quitarse el yugo de las devoluciones en caliente por las que tan a menudo sale, sin quererlo, en los medios de comunicación. Estos melillenses os invitan a conocer su tierra, “más allá de la península”.