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Cancer

Mi madre tuvo cáncer cuando estaba embarazada de mí: esto es lo que aprendí

Hay ocasiones en las que para valorar lo que tenemos hace falta hurgar en heridas del pasado para continuar avanzando.
niña pequeña escribiendo
La autora. Fotografía por la autora

Mi madre ha luchado contra el cáncer en dos ocasiones. La primera vez, mi madre estaba embarazada de mí y le detectaron el cáncer durante el embarazo. La segunda se lo detectó ella misma tras notar un pequeño bulto que le había salido en la ingle precozmente. De la segunda vez me acuerdo perfectamente: fui yo quien cogió el teléfono del médico después de que los médicos confirmasen el diagnóstico. Me dijeron que tenía que volver corriendo para operarse, cuanto antes mejor. Le habían detectado un sarcoma y aquello fue la peor noticia que me han dado en mi vida.

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Cada día se diagnostican 700 casos de cáncer en España. De hecho, se prevé que este 2019 las cifras aumenten un 12 por ciento. Esto no solo son estadísticas, son personas. Puedes ser tú, puede ser tu madre, tu padre o hermana. Y cuando le toca a los tuyos es realmente jodido.

Cuando te dicen que tu madre tiene cáncer no te haces cargo de cómo sería tu vida sin ella. Te ha dado la vida, lo ha dado todo por ti. Ha renunciado a su tiempo, su cuerpo, su persona para convertirse en tu madre. Luego tú se lo pagas a gritos cuando te pide que ordenes la habitación. Pero hay cosas que no valoras hasta que las estás a punto de perder.


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La primera pregunta que te haces cuando un ser querido enferma es ¿por qué a mí? ¿No hay más gente en el mundo? ¿Acaso hay algo más injusto que el cáncer? Se ve que sí. Ella me enseñó que es aún más injusto perder a un hijo. Por eso decidió tenerme a pesar del riesgo que le podía suponer. De esta yo no me acuerdo, pero así es como ella me lo ha contado.

Fui la primera hija de mis padres. Tenían 29 años y muchas ganas de tener un bebé. A nadie se le pasa por la cabeza que con 29 años te puedan detectar un cáncer, y menos aún estando embarazada. Cuando les dieron la noticia a mis padres también les dieron la opción de abortar. Si hubiese sido por mi padre, yo ahora mismo no estaría aquí, escribiendo esto. Pero no le reprocho nada. Lo entiendo perfectamente y quizás yo en otro momento de mi vida habría pensado lo mismo. La última decisión la debía tomar mi madre: era su cuerpo y ella decidía. Y ella decidió arriesgar su vida para darme a luz.

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Imagino a mis padres pintando mi habitación de azul, porque quisieron pintarla de azul aunque todo el mundo les decía: “Pero si es una niña”, con toda la ilusión del mundo. También les imagino llorando. Nadie nunca me lo ha asegurado, pero seguro que ante una situación así hubo llantos. Estoy convencida de que aquellos nueve meses fueron eternos para ambos, pero más para mi madre.

"Le extrajeron aquella mancha sin anestesia general, solo local y luego la cosieron"

“O la niña o tú”, le dijeron. Mi madre eligió “la niña” en un acto de generosidad y amor profundo. Sin haberme siquiera visto, sin saber nada de mí más allá de que estaba dentro de su vientre, eligió salvarme cuando aún no había ni nacido. Le avisaron de los riesgos que podría suponer para ella. Le acababan de detectar un melanoma. El melanoma constituye solo el 1 por ciento de los casos de cáncer de piel, pero causa la gran mayoría de muertes por este mismo tipo de cáncer.

De lo que pasó después muy poco me ha contado. Cuando era pequeña y estábamos en la playa, recuerdo lo mucho que insistía en que nos untáramos crema solar. A veces yo me enfadaba, porque me dejaba más blanca que Copito de Nieve. Ella insistía y nos enseñaba a mi hermana y a mí la cicatriz de más de un palmo que tenía detrás en la espalda.

Yo entonces no entendía nada. Para mí era un juego recorrer su cicatriz con el dedo y notar aquella textura aterciopelada en su piel. "¿Te duele, mami?", le preguntaba. Ella me decía que ahora no, pero en un pasado sí le había dolido.

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Le extrajeron aquella mancha sin anestesia general, solo local, y luego la cosieron. Se me ponen los pelos de punta cada vez que lo pienso. Como estaba embarazada no podían anestesiarla por riesgo a que eso afectase al feto. Treinta años atrás, la medicina no estaba tan desarrollada como ahora y estas cosas aún no se sabían tanto.

Mi madre dice que la doctora que la trató fue como un ángel para ella. Lo sé porque cada Navidad la obsequiaba con bombones, perfumes y plantas. Alguna vez la había acompañado para que me viera también a mí y mis pecas. Habíamos entrado en un estudio porque rara vez habían visto a una mujer embarazada superar un cáncer y estar madre e hija vivas. No era consciente de la historia que había detrás… para mí simplemente era una revisión más. Mi madre había estado enferma y ahora me miraban a mí por si me podía haber afectado de alguna forma.

Conociendo como conozco a mi madre, estoy convencida de que, si alguna vez se le había escapado una lágrima al pensar en aquella situación, no la habría disimulado. Siempre me ha enseñado que querer es poder y que llorar no es de flojos. Realmente la admiro por ser una mujer fuerte que en las adversidades se vuelve aún más fuerte y valiente.

"De vez en cuando salía el tema, pero muy ocasionalmente. No es que fuera un tema tabú, ni mucho menos, simplemente era algo desagradable de recordar"

No fui plenamente consciente de todo por lo que había pasado mi madre para tenerme hasta que fui más mayor. De vez en cuando salía el tema, pero muy ocasionalmente. No es que fuera un tema tabú, ni mucho menos. En mi casa siempre hemos hablado de todo muy abiertamente, con total normalidad. Simplemente era algo desagradable de recordar.

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Por un lado me ponía triste, no sabía muy bien por qué. Un sentimiento negativo me invadía todo el cuerpo y me daba por llorar. Por otro lado, me hacía valorar todo lo que tenía y me hacía recordar el amor que sentía por mi madre.

Tendemos a olvidar aquello que nos duele y directamente borrarlo. Y cuando intentamos recordarlo nos aparece como un agujero negro en nuestro archivo de memoria. Hay ocasiones en las que para valorar lo que tenemos hace falta hurgar en heridas del pasado para continuar avanzando.

Creo que nunca le he agradecido lo suficiente todo lo que ha hecho por mí, desde incluso antes de nacer. La segunda vez que tuvo cáncer inevitablemente salió el tema. Recuerdo que la abracé y le dije que ya la había ayudado una vez a superar aquello y que volvería a vencer la batalla. Y a pesar de que aquella segunda vez pintaba peor, logró superar aquel otro obstáculo que la vida le había puesto.

Durante mi embarazo me pude sentir aún más identificada con ella y me planteé qué hubiera hecho yo en su misma situación. Una noche abracé a mi pareja y le dije: "Si me pasara como a mi madre ¿tú qué harías?". Era algo que me inquietaba por dentro, que me había quedado marcado y que no podía evitar pensar.

Mi madre decidió tenerme como pudo haber decidido no tenerme. Al fin y al cabo, cada persona tiene que hacer lo que sienta, no lo que le digan. Como mujer, como madre y como hija, creo que nuestra voz, diga lo que diga, tiene que ser escuchada, porque aunque nos equivoquemos, siempre tendremos nuestros motivos para tomar una decisión, y las opiniones de quienes nos cuestionan no son una alternativa.

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