Collage de tres jóvenes que abandonaron la escuela
De izquierda a derecha: Julia, Ela y Nicolas. Todas las fotos son cortesía de los entrevistados a menos que se indique lo contrario
Salud

Dejé la escuela debido al COVID

"Quiero recordarles a otras personas que hay esperanza y que rendirse no siempre equivale a fracasar".
Clara Montay
Brussels, BE
ÁG
traducido por Álvaro García

Artículo publicado originalmente por VICE Bélgica.

La pandemia ha trastornado la vida de muchos estudiantes. Atrapados en un ciclo interminable de llamadas de Zoom y salas auxiliares para grupos, los estudiantes de todo el mundo se sienten frustrados por la falta de un plan en torno al COVID y la educación superior. La mayoría está intentando aguantar y tratando de sacar el máximo provecho de la situación, pero con un número récord de estudiantes que reportan altos niveles de depresión y ansiedad, muchos simplemente han decidido dejar la escuela, al menos por ahora.

Publicidad

A continuación, una serie de estudiantes nos cuentan cómo llegaron a tomar esa decisión y qué les depara el futuro.

Julia, 21 años, exestudiante de ciencias sociales

Julia, long hair in an updo, wearing glasses and looking over her shoulder.

Julia, 21 años

Nunca pensé que dejaría mi carrera. Estaba en el último semestre y solo tenía que terminar las últimas 3.000 palabras de mi tesis de licenciatura, de un total de 12.000. La graduación estaba a la vuelta de la esquina. Sin embargo, perdí la motivación.

No me di cuenta de que no podría terminar hasta dos días antes de la fecha límite de mi tesis. Me desperté y pensé: ‘Estoy agotada’. Estoy segura de que fue la pandemia, porque nunca había tenido problemas con otros ensayos en el pasado. No se trataba de si era capaz o no.

Fue una decisión difícil. Me aflige pensar en cuánto dinero invirtieron mis padres en mis estudios antes de que los abandonara súbitamente. Sentí que los había decepcionado. Pero sin importar cuánto lo intenté el semestre pasado, simplemente no pude continuar. Por fortuna, mi madre apoyó mi decisión.

Ojalá la universidad me hubiera ofrecido más transparencia y apoyo. Hubo momentos en abril y junio de 2020 en los que no podía ver la luz al final del túnel. Sentí que era la única que quería rendirse. Por lo general, reunirse con otros compañeros ayuda a poner esos sentimientos en perspectiva, a darse cuenta de que no eres la única persona que está luchando. Pero no había forma de que lo hiciéramos.

Publicidad

Sin embargo, no todo es malo: recientemente me inscribí en la escuela de arte, lo que siempre quise hacer después de terminar mi carrera. Me siento mucho mejor ahora.

Ela, 21 años, exestudiante de periodismo

Ela. Long curly hair, wearing a white t-shirt and smiling at camera.

Ela, 21 años

En la escuela de periodismo, a menudo tienes que salir de casa para hacer tu tarea. Estaba extremadamente asustada, porque como tengo diabetes tipo 1, soy considerada de alto riesgo de contraer COVID-19. Naturalmente reprobé las materias que requerían interacción en la vida real y mis calificaciones bajaron. Perdí toda motivación. Después de reprobar mis exámenes por segunda vez, decidí dejar mis estudios.

Me tomó un tiempo tomar la decisión; pensé que me arrepentiría en el futuro y me dio miedo pensar que sería demasiado difícil encontrar un trabajo sin un título. Mi madre tampoco apoyó por completo mi elección. Me dijo que tomara un curso más corto solo para obtener alguna certificación. Decidí que no era para mí. Después de dejar la escuela, de inmediato comencé a buscar empleo y me alegro de haber encontrado uno con bastante rapidez. Actualmente trabajo en el departamento de atención al cliente de un supermercado. Tenía muchas ganas de ser independiente en mis finanzas y mi trabajo lo hizo posible.

Abandonar la carrera fue un gran alivio. Además, estar rodeada de compañeros de trabajo que me valoran en mi nuevo empleo me hace sentir bien. Quiero recordarles a otras personas que hay esperanza y que rendirse no siempre equivale a fracasar.

Publicidad

Nicolas, 17 años, exalumno de preparatoria

Nicolas, long hair pulled back in a pony tail, wearing glasses and all black.

Nicolas, 17 años. Foto por Clara Montay

Hay algunas razones por las que dejé la escuela. En primer lugar, estaba estudiando en Sint-Pieterscollege, en el municipio de Jette [Bruselas], una escuela muy elitista. Los profesores a menudo me humillaban y había un ambiente muy competitivo entre los estudiantes. Soy metalero y tengo el cabello largo, mi estilo no encajaba en ese mundo. Si soy honesto, nunca me he sentido bien en la escuela. Estoy enojado con el sistema educativo. No puedo acoplarme a la forma en que enseñan las cosas. Creo que todo el sistema necesita una renovación para ponerse al día.

Como estaba desesperado por terminar el año escolar, me inscribí en un internado, donde por primera vez sentí que podía estudiar y hacer mi tarea. Pero anunciaron la cuarentena al final de mi primera semana. Después de regresar a casa, dejé de hacer mi tarea. Estaba en un completo estado de negación y quería distanciarme de mi vida hogareña. Mi sentido de la responsabilidad pareció evaporarse tan pronto volví, no sé por qué.

Al final del año escolar, decidí entregar un ensayo para que mis profesores pudieran decidir si aprobarme o no. Escribí un texto sobre los vikingos donde presenté mis conocimientos de geografía, historia, idioma, religión y otros temas. Mis profesores no querían aceptarlo y me presionaron mucho. Mi papá y yo tuvimos que luchar para que lo aceptaran. Aprobé, pero todo el proceso fue tan desalentador que decidí no volver a la escuela en septiembre.

Publicidad

Ahora me complace decir que dejé la escuela por completo. Me puse en contacto con la organización SAS Parenthese, que ayuda a los jóvenes que no se han graduado de la escuela preparatoria. Tomamos fotos, dibujamos, pintamos y vamos a exposiciones de arte. Incluso me enseñaron a remar en un bote. Los miércoles tenemos un taller de escritura, que también me encanta.

Puede que algún día vuelva a la escuela, pero por ahora sé lo que quiero hacer. Me apasiona la historia medieval y la cultura escandinava y quiero convertirme en herrero.

Fien, 19 años, exestudiante de psicología

Fien. Black and white picture. Fien wears her hair in a bob and is smiling at the camera.

Fien, 19 años

Llegué a la pandemia con una carga emocional pesada. Había estado luchando contra la depresión durante cuatro años después de atravesar una serie de experiencias traumáticas: agresión sexual, una ruptura difícil y una situación familiar complicada.

El juicio contra mi violador se llevó a cabo durante la primera cuarentena, pero debido a las restricciones no pude contactar a mi terapeuta ni a mi psiquiatra de confianza. Todo sucedía en línea, lo que no me ayudó en absoluto. Como todo el mundo trabajaba desde casa, mi familia comenzó a estar al pendiente de lo que yo hacía. Empecé a refugiarme en mi habitación y a llenar mis días con tarea, simplemente por aburrimiento. Fue una forma de escapismo.

Al principio, no salir de mi zona de confort me hizo sentir tranquila. Pero durante la segunda cuarentena, me derrumbé. Necesito tener gente a mi alrededor como parte de mi proceso de curación, pero no había nada que pudiéramos hacer nosotros, los estudiantes. Con el tiempo, todos los mensajes de apoyo empezaron a sonar igual. Sentí la necesidad de tener una buena conversación con alguien que estuviera físicamente a mi lado. Poco a poco descendí en un círculo vicioso de pensamientos negativos y no podía comer.

En la semana del 21 de diciembre de 2020, tuve un colapso total. Me sentía vacía, no podía dormir ni comer y seguía teniendo ataques de pánico. No podía levantarme de la cama y lloraba todo el día. Al final, fue mi psiquiatra quien sugirió que tomara un descanso de mis estudios. Decidí poner mi salud mental en primer lugar y me registré en un hospital psiquiátrico. Con esa presión fuera de mis hombros, inmediatamente me sentí mejor.

Admitir que quería dejar la escuela fue muy difícil. En primer lugar porque soy perfeccionista y tengo un gran miedo al fracaso, por eso soy muy dura conmigo misma. Tenía miedo de decepcionar a mis padres. También estaba enojada con el secretario de Educación y el gobierno belga: si hubieran hecho las cosas de manera distinta, hubiera podido seguir en la escuela.

Salí del hospital el 22 de enero y recién comencé a contemplar el futuro. Quiero volver a ser una “estudiante regular”, pero por el momento no me siento con las fuerzas suficientes.