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Cultură

Del vandalismo a los museos: analizamos cómo la cultura skater se ha convertido en mainstream

Así es cómo el arte y los deportes urbanos han pasado de las calles a la cultura de masas. Hablamos con el skater David Sánchez para que nos explique cómo ha sido el proceso.

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Meses después de que el COI anunciase la inclusión del skate como nueva disciplina olímpica, la polémica sobre si la práctica es o no un deporte sigue abierta. Hay quienes opinan que los Juegos Olímpicos podrían llegar a cargarse la esencia de lo que muchos consideran una forma de vida. Otros, en cambio, ven que la decisión puede mejorar su imagen de cara a la opinión pública.

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Lo que está claro es que años atrás algunos skaters eran acusados de vandalismo y les pasaban facturas de los destrozos en el mobiliario urbano. Si una acera estaba agrietada, la culpa siempre la tenían aquellos chicos/as que patinaban y que no tenían respeto por nada.

Las asociaciones de los skaters con los graffitis, los porros y el botellón eran también inevitables. Los equipamientos para patinar estaban repletos de pintadas, latas y colillas, una imagen que ya gustaba a la mayoría de los allí presentes.

David Sánchez tenía ocho años cuando empezó a patinar por su pueblo de la Sierra de Madrid. Sus tías le regalaron su primer patinete y confiesa que al principio solo se deslizaba encima de él a gran velocidad para derrapar al final de la calle. No fue hasta años más tarde, en su primera visita a la plaza Colón, cuando descubrió que existían los trucos.

"En mi pueblo la gente o iba en bici o se tiraba piedras, no había otra distracción", explica el skater de veintiséis años. "Yo era el rarito que patinaba. Me he llevado unas cuantas hostias por hacer cajones y patinar donde algunos se iban de rave. Ahora patinar está más normalizado".

Fotografía cortesía de David Sánchez

La profesionalización y la "deportización"

Realmente para empezar a patinar solo se necesitan las ganas y un patinete. Sin embargo, cada vez más hay elementos que se convierten en imprescindibles para todos aquellos que quieren ir del rollo.

El hecho de que las marcas se hayan introducido en el mundo del patín ha contribuido a la profesionalización y la "deportización", entendida cómo el proceso de conversión de una actividad urbana en un deporte estandarizado que ahora, además, tendrá que ser olímpico.

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"Ni deporte ni pollas, —nos dice David—, el patín es para el que se lo quiera pasar bien. Para mí es mucho más que eso, es una forma de vivir. La gente que patina pinta, casi toda la gente también bebe y hace cosas que quizás no están bien vistas, pero para mí es lo que hay… El patín tampoco tendría que estar tan bien visto". Explica que ahora la gente ya no se asusta cuando escucha rodar un patín, y asegura que aquello también formaba parte de la emoción de patinar".

"Supongo que con los tatuajes habrá pasado igual. Antes los más chungos y los más macarras eran los que se hacían tatuajes. Ahora todo el mundo va con tatuajes. Hay mucha gente que se tatúa cosas sin significado, y eso provoca que al final se pierda la esencia de lo que al principio eran los tatuajes. Con el skate ha pasado un poco lo mismo".

David explica que cada vez hay más escuelas e instructores que enseñan a los chavales a patinar: "Les dicen dónde tienen que poner el pie y les dan lecciones teóricas sobre cómo hay que patinar. No es que esté en contra, al principio para los que empiezan está bien. Pero a mí nadie me enseñó. Se aprende a base de hostias y de caerte".

La profesionalización del skate también se nota en las múltiples competiciones que se organizan: "Yo no patino para competir. Patino porque me gusta. He ganado tres o cuatro competiciones, pero para mí eso es lo de menos. El éxito no existe. Hay que patinar y disfrutar. Y si de repente te empiezan a dar alguna ayuda de puta madre. Pero no tienes que llegar a demostrar nada a nadie si eres bueno patinando. No te vas a hacer millonario con el skate".

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¿Cómo se ha llegado al mainstream?

La cultura popular ha invadido los museos. De pronto lo que ha nacido en la calle aparece en espacios académicos y es un objeto de estudio como lo son los cuadros renacentistas. Se conserva una estética, una sombra de los elementos idiosincráticos que han convertido en arte a esa forma de expresión callejera. Pero conforme el tiempo avanza y todos esos elementos se normalizan, la esencia, aquello que hacía especial a la cultura callejera, se difumina, y en muchos casos acaba desapareciendo.

Podría ser el caso de la exposición que acogió hasta hace poco el MACBA, Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo, presentada por la mismísima alcadesa Ada Colau, en la que punk, museo y política ya no era un oxímoron. O también el caso de Bansky, cuyas obras supuestamente políticas se venden por cientos de miles de euros/dolares/libras a coleccionistas, a quienes les importa bien poco el arte urbano o la conciencia social. Se da aquí la paradoja de que mientras unas obras de arte urbano son objeto de multas, las suyas se rescatan bajo la premisa de que son esas y no otras las que merecen salvarse y ser recompensadas.

Lo mismo ha pasado con otras disciplinas de la vida urbana, entre ellas el skate.

"Yo creo que si de repente empieza a haber anuncios donde salen skaters es mucho más fácil que todo el mundo quiera patinar", asegura David, que entiende que los medios también son responsables del gran alcance al que ha llegado su forma de vivir. Internet, y el hecho de que todas las voces en las redes sean igual de válidas, también ha influido en su popularidad.

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"Recuerdo que antes había pocos vídeos sobre skaters", dice David. "Ahora hay como 70.000. Antes las producciones se las curraban mucho, con músicas que molaban y trucos muy guapos. Salían los trailers un año antes que el vídeo y te quedabas con las ganas de ver más. Ahora prima la inmediatez, subirlo rápidamente… La gente no se acordará de todos los trucos que ha visto, yo en cambio sí que tengo igual 20 o 30 vídeos que me han servido de referente. Los tengo guardados en mi mente y no se me van a olvidar".

Si consultamos en las distintas redes los hashtags #skater #skate #skatelife o #skateboarding podemos encontrar miles de vídeos donde skaters de todo el mundo comparten sus flips y ollies con sus seguidores. Ya no hace falta edición, no hay música y se retransmite la imagen en vivo y en directo.

"Los vídeos de ahora son efímeros, mañana seguro que vas a ver cosas mucho más heavys. Antes no había nada… Mis referentes estaban en las calles, en los skateparks. Ahora hay mucha gente de postureo que va en un sitio a otro solo porque está de moda". En el skatepark donde patina es distinto: "No es que haya reglas, pero todos patinamos por igual. Eso no ocurre en todos los skateparks".

Explica David que cuando se abre un skatepark nuevo todo el mundo se desplaza hacia allí. "Las mejores rampas no son normalmente las más concurridas, las más fáciles suelen ser aquellas en las que hay más gente. El skatepark donde yo patino ya tiene 25 años, no viene nadie porque es bastante complicado patinar allí".

Ser skater, ahora que se ha convertido en una actividad mainstream, también tiene sus complicaciones: "Muchos padres vienen al skatepark con sus hijos y sus coches teledirigidos y se creen con el derecho de utilizarlo igual que tú. ¿Verdad que si van a una pista de baloncesto les echará alguien de seguridad? Pues tienen que entender que para nosotros es lo mismo. Todo el mundo se ve capacitado para entrar en un skatepark: gente con bicis, triciclos y otro tipo de patinetes".

Sin embargo, David admite que gracias a la masificación de la cultura del skate han aparecido nuevos parques y se han modificado algunos antiguos. Y es que, como aseguran muchos patinadores habituales, "alguna cosa buena tiene que tener el hecho de que esté tan de moda".