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Así es crecer en

Así es crecer en... Malasaña

Malasaña fue algo más que un barrio, algo más que unas calles, fue un lugar que marcó mi persona y al que le debo, en parte, lo que soy.
El autor el día de su comunión

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi barrio fue cuando era muy pequeño e iba cogido de la mano de mi madre camino al cole Santa Isabel (que no Isabel la Católica) de la Calle Hortaleza, cuando en la Plaza de San Ildefonso (o plaza del Grial) vi rodándose una película, recuerdo perfectamente un globo rojo gigante y muchos focos dando luz a la escena en la que estaba Maribel Verdú. Bastantes años más tarde supe que esa película era La Estanquera de Vallecas de Eloy de la Iglesia, y la estaban rodando en mi barrio, el barrio que me ha visto crecer y al que le debo, en parte, lo que soy: Malasaña.

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Mi casa estaba en el portal número cuatro de la Plaza de Carlos Cambronero (justo el portal de la Mucca), esa que está en cuesta, la rodean la Calle Pez, Molino de Viento y Madera y que acoge a uno de los bares más míticos de Madrid, El Palentino. Cada día bajábamos mi abuelo y yo y desayunábamos juntos en la barra. De la plancha del Palentino habrán salido millones de pepitos de Ternera y cientos de miles de bocadillos de lomo con queso, también recuerdo con especial cariño sus boquerones con patatas fritas y una máquina recreativa del Altered Beast que tragaba mis monedas de 25 pesetas sin parar.

La Plaza de Carlos Cambronero. Montaje de Sebastian Maharg.

Ese bar fue mi primer atril desde el cual veía pasar a la gente de mi barrio, esas cristaleras me descubrieron un mundo que era nuevo para mí. Además mi abuelo era bastante popular en el barrio y los vecinos se nos acercaban y le gastaban bromas ya que él era uno de los primeros culturistas que hubo en Madrid y esto producía en la gente bastante cachondeo, le conocía todo el mundo… "El Parlorio". Mi casa era un último piso del edificio que mira de frente a la calle del ya cerrado Bocho y tenía una serie de vecinos bastante locos, entre ellos destacaba Doña Juliana, una señora muy mayor que vivía sola y tenía síndrome de Diógenes, el edificio no tenía ascensor y cada día subía cinco pisos. Tengo un recuerdo muy nítido de ella, de su mirada y sobre todo del día que la encontraron muerta, no sé muy bien como acabé en la puerta de su casa y vi montañas de basura amontonadas en el salón.

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En cada una de las casas de los bloques había alguien peculiar. Era increíble como el barrio estaba lleno de personajes increíbles y yo les miraba a todos y alucinaba con sus caras, sus miradas y lo que hacían. Cada esquina de Malasaña era una película. Por citar algunos lugares me quedo con la antigua Plaza Luna, el Dos de Mayo, el pasadizo que lleva de Corredera a Fuencarral o un Sex Shop que había subiendo la calle Molino de Viento en la cera de la izquierda justo en frente del Piano Bar (en la puerta de ese Sex Shop vi mi primera mamada en directo dentro de un coche), Plaza de Tribunal o toda la calle Pez.

Fui al mismo colegio desde 1º a 8º de EGB, el Santa Isabel, y para llegar a él iba por la calle del Pez hasta Corredera Baja de San Pablo, subía hasta Grial fijándome antes en los carteles del viejo Cine X, me volvían loco los nombres. Después pasaba por enfrente de una carnicería que vendía carne de caballo, por la cristalería, por varias tiendas de comida y una vez llegaba a Grial bajaba por la calle del Bar Lozano hasta la calle San Mateo que había varias tiendas de ortopedia, el Bar San Mateo y uno de los primeros Doner Kebabs, la bajaba hasta Travesía de San Mateo y allí estaba mi colegio con sus monjas y niños de todo tipo que saltaban, corrían y gritaban tanto que se les oía a varias calles de distancia.

La época del cole se resume por algo que me pasó allí dentro, alguien llevó una revista erótica y me pillaron con ella, la directora se pensó que era mía y llamaron a mi madre. Nos reunimos en la sala de la directora y le dijeron a mi madre, pasando páginas de aquella revista, que "si un grano de la paella está malo toda la paella se puede poner mala". Me echaron tres días a mi casa, esos tres días fueron los más felices que pasé en la época del cole.

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Por las tardes en Malasaña mi día a día era tirarme por la Plaza de Carlos Cambronero hacia abajo, a lo loco y sin frenos en un monopatín que me regaló mi padre. Cogía mucha velocidad y más de una vez me pegué buenas hostiazas contra el quiosco de la plaza. Tengo que decir que nunca nadie me dio peor mal rollo que este quiosquero. Otros días mi tía me daba vueltas más allá de la calle del Pez y el trayecto de mi casa al cole y del cole a mi casa. Mi tía me sacaba 15 años y en esa época ella vivía un tiempo que fue increíble en Madrid, ella me enseñó parte de esta época, incluso a veces cuando estábamos solos nos íbamos al Parque del Oeste y me leía pasajes de libros que se estaba leyendo. Recuerdo uno a la perfección: 'IT', de Stephen King.

Algo muy importante para los que no conocisteis Malasaña hace 20 años es que era un territorio comanche lleno de yonkis enfermos por la heroína. Un barrio lleno de jóvenes enganchados a la droga que se olvidaban de todo y de todos incluida su familia, un salto a un foso sin fondo del que muchos nunca pudieron salir. Para un niño como yo era una locura atreverse a ir a la calle Ballesta, Plaza Soledad Torres Acosta (Plaza Luna) o a la calle Puebla solo. Allí se vendía heroína, caballo, metadona, etc. y muchas veces vi peleas, robos o agresiones a causa de su perdición.

Suerte para mí que no pasaba toda la semana en el barrio y los findes salía de aquel volcán y me iba con mi familia a un camping cercano a Chinchón que era todo lo contrario a lo que estaba acostumbrado a ver entresemana. Una vía de escape que me hizo feliz cuando era pequeño. De allí hice muy buenos amigos algunos, 30 años después me siguen acompañando en mi vida, desde aquí les envío un abrazo lleno de amor.

Un momento clave en mi crecimiento en Malasaña fue cuando entré al Lope de Vega allí (Instituto que se encuentra en la esquina de San Bernardo con Daoiz), que es donde conocí a algunos de mis mejores amigos. El Lope está en la calle San Bernardo y su patio de recreo era la Plaza del Dos de Mayo. Del Lope recuerdo perfectamente, aparte de mis colegas, sus palmeras de chocolate, al jefe de estudios el señor Montilla, a la Pardo y a mi primera novia 'seria' Bárbara. Hola Bárbara.

Los fines de semana íbamos todos a la plaza del Tribunal donde empezó el botellón y nos juntábamos para beber calimocho. Recuerdo como nos comprábamos el 'pack' y nos hacíamos minis sin parar. Después íbamos al Rey Largarto, Vía Láctea, San Mateo o los mil garitos que había en la zona para al día siguiente hacer lo mismo. Noches enteras hablando sobre todo tipo de cosas, arreglando el mundo, estropeándolo y volviéndolo a arreglar.

En definitiva, Malasaña fue algo más que un barrio, algo más que unas calles, fue un lugar que marcó mi persona y el comienzo del camino de mi vida. Me alegro de que así fuera y contaros a todos mi experiencia de un barrio que efectivamente ha cambiado mucho y que guardaré siempre en mi corazón. Aunque es verdad que cuando me hice mayor me fui de Malasaña, con los años volví. Entonces experimenté otro Malasaña muy diferente, pero eso ya es otra historia.