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Comida

La oferta culinaria de Barcelona a las 4:30 de la madrugada

Una capital debería estar preparada para suplir de alimentos a sus ciudadanos a cualquier hora. ¿Lo está Barcelona?

Una ciudad crea dependencias. Es la anulación del hombre y de la autogestión de las familias. El hombre se convierte en un ser cuya actividad vital no tiene nada que ver con la supervivencia. Los ingredientes básicos para su existencia (comida, agua, techo…) vienen suministrados por agentes externos. Por un lado está bien y es un avance no tener que construirse uno mismo una casa a base de troncos y barro pero por otra parte nos sitúa en un núcleo urbano en el que, al fin y al cabo, estamos absolutamente solos y abandonados. La ciudad nos quiere y su objetivo es evitar que nos vayamos, porque si lo hacemos desestabilizaremos este sistema económico que empezó a gestarse, yo qué sé, con los putos romanos. El individuo y su distanciamiento de toda comunidad lo es todo para este ente. La ciudad le ofrece todo lo que necesita y dispone de una cantidad ingente de servicios para hacer más agradable y llevadera su existencia.

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Centrémonos en un hecho potencial. Imagínate que un día cualquiera te levantas sobresaltado por la noche y tienes un hambre atroz y resulta que, como es habitual, esa cosa que te atreves a llamar nevera sigue estando llena de ausencia. Tienes una berenjena podrida y un par de sobres de kétchup que pillaste hace tiempo de una hamburguesería. También tienes unas 20 cervezas en la nevera pero ese ya es otro problema de otro puto nivel. En fin, en casa no tienes nada y tu cuerpo lo quiere todo. Necesitas ingerir y la única opción es salir a la calle a buscar comida. Como un cazador, como el hombre de antaño que salía de la cueva en busca de alimentos. En este caso, ¿puede Barcelona abastecerte a cualquier hora del día?

Para averiguarlo me propuse un reto: encontrar comida en mi ciudad a las cuatro y media de la madrugada, un día cualquiera entre semana. Escogí este horario porque considero que es el más extremo, el jodido Titanic de la hambruna: es una hora en la que todos los bares —y por supuesto restaurantes y comercios— llevan horas con las rejas bajadas. También decidí hacerlo entre semana ya que durante los fines de semana es más fácil ir por el centro y encontrarse a gente vendiendo samosas o bocadillos por la calle hasta altas horas de la madrugada a borrachuzos que han salido de fiesta y les ha dado un ataque de hambre. Yo no soy un borracho y no quiero fiesta, tengo hambre real y quiero solucionarlo.

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Sonó el despertador a las tres y media de la madrugada. Una hora extraña para levantarse a menos que tengas que llevar a tu mujer preñada al hospital para que dé a luz o hacer una última puja desesperada en Ebay. Me vestí un poco aturdido y sin ducharme golpeé las calles de esta urbe ansiosa por alimentar mi cuerpo débil (no había cenado) y soñoliento. Mi objetivo principal era encontrar uno de esos bares que "cierran" por la noche. ¿Habéis pillado eso de ""cierran"" (doble entrecomillado) verdad? Me refiero a esos spots frecuentados por trabajadores nocturnos (policías, basureros, guardias de seguridad, taxistas…) que bajan la reja pero no del todo. Tenía varios localizados: el Grupo El Reloj (con varios locales en Barcelona) es especialmente conocido por abrir hasta las tantas, al igual que el famosísimo Grupo O'Vall d'Ouro ("El Baile del Ogro", para los que no sepáis gallego) con su mítico Rincón del Artista, cuna de la mejor fauna del Paral·lel barcelonés. Buenas alitas de pollo me he metido allí a las tantas de la madrugada, sin duda más sabrosas de noche que de día. Convencido de que podría emplatarme y cenar como un señor me dirigí a un local de uno de estos grupos de restauración y golpeé varias veces la reja. Un tipo abrió la rejilla y me dijo que hasta las seis de la mañana no abrían. Por lo que pude atisbar, dentro no había ni un solo cliente, solamente sillas subidas a las mesas y gente limpiando por lo que no se estaba marcando un farol. Busqué otros restaurantes de estos dos grupos pero todos resultaron estar cerrados y es que, por lo que parece, ya hace años que una nueva normativa prohíbe a estos sitios abrir por la noche. Hasta hace poco se hacía la vista gorda pero ahora estos sitios cierran de verdad, sin comillas ni nada. Si uno quiere sentarse y degustar algo la única opción sería ir a una estación de autobuses o tren donde hay bares que abren a las cinco de la mañana. Pero no es lo mismo tomarse un cruasán y un vaso de leche que comerse un secreto ibérico acompañado de una cerveza, como no es lo mismo romperle el corazón a un desconocido que romperle el corazón a tu esposa.

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Me negué a descartar la opción de cenar en un restaurante como Dios manda. Fui a preguntar a unos taxistas que estaban jugando a parchís —con el tablero hábilmente colocado encima de una papelera, en la calle— si conocían algún sitio que abriera hasta tarde para "tomarse una última" (estábamos a martes, recordad, supongo que parecí un tipo MUY desesperado). Me dijeron que hasta las seis era algo totalmente imposible. No me lo creí, estaba seguro de que existía un sitio secreto donde iban los taxistas a beber chupitos de alcohol para taxistas después de jugar al parchís de los taxistas. Esos tipos querían llevarse su secreto a la tumba y no les culpo por ello. La gente de la nocturnidad necesita este tipo de exclusividades, son como una gran familia, todo lo que les queda son este tipo de vínculos con sus camaradas y mejor tener algo que los una que algo que los separe y les haga acuchillarse bajo la luz de la luna.

Pero no me desanimé, si rebajaba las expectativas (una constante en mi vida) aún me quedaban muchas opciones. La primera de ellas eran esos supermercados abiertos 24 horas. Antes existían esos sitios llamados DePaso (¿correcto?) o OpenCor que abrían toda la noche pero creo que poco a poco han ido desapareciendo todos. Creo que cambiaron su nombre a SuperCor y castraron sustancialmente su horario de apertura. Ahora gracias a Dios, existen muchos supermercados de estos regentados por paquistaníes que abren toda la noche. La verdad es que cuando durante el día paseo por la calle y veo estos rótulos de "24 horas" no me lo termino de creer, siempre pienso que a las tres o cuatro de la madrugada cierran y se van a comer a casa con la parienta, pero no, estos tipos son fuertes y abren durante toda la noche. ESTAN ABIERTOS TODO EL DÍA, pensadlo, es bastante intenso. Normalmente están en grandes avenidas y son la salvación del hombre. Sentarse en una parada de bus y comerse una lata de judías fría no es comparable a sentarse en una mesa y comer una dorada al horno pero qué le vamos a hacer, la comida es la comida y el resto son pequeños detalles sin importancia. El hombre que se fija en estos detalles no es un hombre de este mundo. No señor, no de este mundo.

De algún modo me tranquilicé, con la existencia de estos supermercados celestiales uno ya no puede morirse de hambre por la noche. Y de hecho, a medida que iba paseando me iba dando cuenta de la cantidad de opciones que tiene el barcelonés para alimentarse por la noche. También está los pequeños comercios de las gasolineras, con un amplio surtido de bocadillos, sándwiches y latas con comida dentro. Y bueno, luego están los robots. Menuda maravilla. Si una sociedad tiene robots es que va por el buen camino. Ahora os hablaré de ellos.

Los robots son el mejor amigo del hombre, siempre están allí y no tienes que cuidarlos ni ir a animarlos cuando están tristes porque nunca se ponen tristes. Ellos van a la suya. Durante las dos noches que salí me encontré con varios personajes que me ofrecieron sus entrañas a modo de alimento, un sacrificio inexpugnable y respetable. De los más increíbles estaba el que hacía bikinis (así es como llamamos al sándwich mixto los catalanes) y baconinis (¿bikinis de bacon?) bastante buenos y a buen precio. Verlo trabajar era una maravilla, todo lo hacía de forma muy profesional y con extrema celeridad. También había máquinas expendedoras con los productos habituales, androides repletos de comestibles solamente separados por una fina capa de cristal y unas monedas. También me encontré con un ser extraño, una máquina instalada al lado de una pollería que ofrecía manjares precocinados durante las 24 horas del día. Sin duda la cúspide del progreso. Tienes la opción de llegar a casa y cocinarlo pero en momentos de extremo sufrimiento siempre puedes acurrucarte en el suelo, romper el precinto y comer el contenido con sórdida voracidad. Nadie puede verte, estás solo en la calle. Y si sigues comportándote así seguirás estando solo durante mucho, mucho tiempo.

A medida que pasaban las horas el tráfico aumentaba, la gente empezaba a aparecer por la calle y la ciudad entera se iba despertando poco a poco. A las seis de la mañana ya tenía el estómago lleno y ya no me apetecía seguir deambulando por las calles. Después de esta experiencia me quedé mucho más tranquilo, la ciudad es un ente que puede nutrirte a cualquier hora. Debo reconocer que aún tenía algunos cartuchos que no había gastado, como entrar en una discoteca y pedirme un cubata y acompañarlo con unos pistachos y una bolsa de patatas o pillarme un taxi y pasarme por el Mc Auto 24 horas. Está claro que, pese a todo, la ciudad nunca duerme y te agarra las entrañas para que nunca la abandones. Siempre hay algo, por pequeño que sea, que hace que la mires a los ojos y decidas quedarte un poco más. Gracias por tu empatía, Barcelona.