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¿Has visto el vídeo de la aplicación creada por el hijo de Aznar?

Nosotros sí y lo hemos analizado con sumo detalle.

Nadie pensó en ningún momento que la hija de Chaplin tuviera la obligación de convertirse en una mujer divertida ni que la princesa Leia, hermana de Luke, estuviera condenada a ser una caballera Jedi. Entonces, ¿qué parte de nuestro podrido cerebro es la que nos obliga a pensar que el hijo de Aznar es un cabrón hijo de puta? Dejemos que los vástagos se desarrollen libremente en este mundo de sueños y oportunidades. Tabula rasa, no prejuzguemos, démosle una oportunidad, ni que sea solo una. Alonso Aznar —juntamente con otros dos socios procedentes de los agujeros más adinerados de Madrid— ha decidido meterse de lleno en el business de las aplicaciones sociales para móviles. El artilugio consiste en una red social que pretende “ayudar a ligar” a sus usuarios. Pero esto nos importa una gran mierda porque no tiene nada de nuevo. El oro puro, en este caso, lo encontramos en el vídeo promocional que han decidido lanzar a la red (cual bebé en un mar de tiburones alimentados durante dos años únicamente con speed). El producto es una maravilla, una horda de demonios golpeando desacomplejadamente las barricadas de lo racional.

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Para empezar, el vídeo se llama “Welcome to Wibbi”, que más que una presentación para una aplicación para follar parece una invitación a un mundo de fantasía. “Wibbi” suena a árboles de caramelos, casas de nubes y montañas de nata pero también suena a “planeta poblado por seres esponjosos que tienen la mala costumbre de violarlo todo”. Es uno de esos “nombres simpáticos” que evidentemente ocultan algo jodido y podrido, como “Barney” o el club “Arny”. Bienvenidos a Wibbi.

Lo primero que penetra de forma inconsciente hacia nuestro cerebro es el sonido. Muchos de vosotros podréis pensar que este galardón de oro lo reciben las imágenes pero estáis jodidamente equivocados. Es por eso que los publicistas de verdad tienen muy en cuenta qué tipo de música tienen que meter en sus trabajos para así poder establecer un mood para el potencial cliente. Los tres mosqueteros de Madrid —Alfonso Aznar, Fernando Nicolás y Pablo Trapote— han decidido meter un grupo de ROCK (en mayúsculas) para transmitir esas ideas de “juventud”, “rebeldía”, “diversión” y “fiesta” que buscan. Saben perfectamente que desde los años 50 existe un mercado muy importante consistente en los teenagers, esas ratas palurdas que consumen como demonios. Es por eso que, pese a que ellos odian la música mediocre hecha con guitarras, han optado por meter un poco de rock de carretera en su presentación en sociedad. Qué mejor ejemplo que el tema “Rock’s Dead” de los famosos Layabouts para acompañar el nacimiento de Wibbi. Rock de verdad, sin complejos. Querían mezclar el concepto “macarra” con el de “sofisticación” y dieron con el grupo perfecto. El principal problema es que a todo el mundo le importan una mierda los Layabouts, bueno, a todo el mundo menos a los jóvenes nerviosos que están pasando por el duro momento de escoger qué tipo de Bachillerato van a cursar el año que viene.

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Los jóvenes empresarios (que ya tienen experiencia en otros sectores como la restauración y el ocio nocturno) quieren conquistar un nuevo sector totalmente ajeno a ellos. Todo ese mundo de skaters con sombrero que se pasan el día charlando y bebiendo agua embotellada. Básicamente un tipo de gente que solo existe dentro de sus cabezas.

Pero eso no es suficiente. “Con lo del skate nos quedamos cortos” pensaron. Uno de ellos propuso poner unos “surferos” pero entonces Alonso tuvo la revelación: “vamos a colocar una vela en un longboard. Surf+ skate, ¿ lo pilláis?”.Vamos a más coño. Hay que crecer. Siempre adelante. El problema es que en vez de grabar esta preciosa escena en Venice Beach lo hicieron en la carretera que te lleva de Sabadell a Terrassa.

Está muy bien poner un negro, una china o un paralítico en este tipo de anuncios, en el fondo hacerlo ayuda a que la población se acostumbre a este tipo de gente diferente. Pero si lo haces tienes que tener en cuenta ciertos puntos. Si tienes un actor negro, por pura lógica cromática, no le pongas pantalones negros y no lo sitúes en la escena delante de una Expedit negra. ¿Te suena toda esa mierda de los camaleones? Bien, pues eso.

Me gusta también la idea que tienen los publicistas de “estudiar”: estanterías con libros, portátiles, hojas por el suelo. ¿Quién coño puede estudiar tirado en el suelo? Es más, ¿quién coño estudia en España?

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Esto me ha gustado mucho. Ese tipo de chicas que se ponen sostenes gigantes para aparentar una buena delantera. Es uno de esos sujetadores que tienen como un enorme colchón de espuma metido dentro. Se nota como la camiseta hace curvas imposibles para posarse relajadamente encima de esa superficie extraña y compleja. En el fondo es una metáfora de este mismo vídeo, un entramado de farsas y mentiras evidentes que no se aguantan por ningún sitio pero que resultan —hasta cierto punto— entrañables.

Ahora llegan los malotes. Yo creo que la tríada responsable de esta aplicación se siente identificada con esta peña. Para vender se vieron obligados a meter skaters y chavales jóvenes pero lo que realmente les mola es ponerse un traje, quedar con los colegas e ir de Gin Tonics por los locales más sofisticados de la zona. Aquí está la gente que le gusta de verdad la priva, los que entienden, los que toman Gin Tonics con pepinillo y todo eso que han aprendido en cuatro blogs de mierda.

Finalmente está la escena de los rockeros. Un target que también les interesa a las mentes que crearon Wibbi. No son los típicos rockeros, estos tipos ensayan con lámparas de Ikea de fondo. Esta gente puede patearte el culo en menos tiempo del que tardan en amueblar un piso en El Besós.

Supongo que utilizando Wibbi estos tres grupos de gente tan distinta se enteran de que hay una buena fiesta montada en algún sitio. Dejan todo lo que están haciendo y se preparan para asistir a la fiesta de la diversidad. Dejar de hacer skate para ir a beberse unas latas está bien. También está dentro de los límites de lo correcto dejar de beber para ir a otro sitio a beber; lo mismo con rockear, ni que te acabe de salir un jodido riff rompe muros es mucho mejor ir a una buena juerga. Otro puto nivel es dejar de estudiar para salir de parranda. ¿Puede existir una imagen más demoledora para el futuro de España que la de este chaval cerrando su portátil para ir de fiesta? Este tipo de mentalidad deja muy claro en qué tipo de país vivimos.

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La escena de la furgoneta es la que más me gusta. Es la parte de tránsito del vídeo, un islote aparte y, por lo tanto, juega con otros sistemas de representación. Aquí se da un giro espectacular, digno de Shyamalan o Kaufman, el giro de los giros: EL CAMBIO DE GÉNERO. Bienvenidos al horror. No sé hasta qué punto es algo positivo meter una escena de terror en medio de tu anuncio publicitario pero en todo caso los responsables se merecen un aplauso por el riesgo. Aquí la música y la puesta en escena parecen que vayan a detonar en un accidente de coche o en un drama en la carretera. Un accidente por culpa de las bebidas ingeridas. Ahora podría aparecer el lema de “A tope sin drogas” o algo como “No bañes la carretera en alcohol” impreso en la pantalla. Sería un buen giro. Pero vayamos más allá, escarbemos más en la corteza de este drama. Realmente el tono está conseguido, el interior resulta claustrofóbico. Hay tensión en el ambiente, esa tía con una cerveza es capaz de hacer una locura en cualquier momento —aparte de haberle arrancado la etiqueta a la botella de cerveza. Este momento me evoca a películas como Buried, Cube, π (Pi), La habitación del pánico o La Cabina. Es pura claustrofobia, un thriller psicológico muy jodido. La música no ayuda a que nos relajemos, ya que utiliza un punteo de guitarra que nos conduce directos al infierno. El bajo deja las notas colgadas como la vida de estos pobres rockeros inocentes (¿inocentes?). Fuera de la furgoneta nada indica que las cosas vayan a mejorar, vemos que van por una senda desconocida, en medio del bosque, el jodido Alcàsser en la casa.

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Pero no, joder. Todo era una broma de estos geniales publicistas. No se trata del preludio a una matanza sin precedentes, se trata de una fiesta en una casa de campo. La mejor fiesta del mundo. Un ambiente distendido, con cerveza artesana y con unos asistentes muy concienciados en eso de reivindicar lo rural. Ahí está toda esa peña, los skaters, los pijos, los rockeros y los estudiantes. De hecho esta mezcla de edades distintas hace que todo el tinglado parezca más bien una fiesta organizada por unos adultos con problemas de madurez que intentan, a toda costa, ligarse a unos estudiantes de ESO. Cosa que, por cierto, no está muy alejado del Alcàsser que mencionábamos antes.

Mirad esa gorra. La gorra “Wibbi”. Ya había aparecido antes pero no la habíais visto tan claramente, ¿verdad? En la gorra aparece el logo acompañado de una frasecita: “Going out with you”. Esto ha hecho que me pregunte, ¿cuántos jodidos lemas necesita una misma empresa? Primero tienen el lema original que es: “Donde quieras, con quien quieras”, que, por cierto, se merece un jodido artículo enterito. Digamos que esta frase vendría a ser como el lema oficial de los violadores pederastas, “Donde quieras, con quien quieras”. Luego tienen otra cita, una más “canalla”: “Lo que pasa en Wibbi se queda en Wibbi”. Yo no entiendo de esta mierda pero creo que si tienes una empresa solamente tienes que ponerle un jodido lema, no tres. Es una cagada, una dispersión del target y de la idea de la marca. Hay que dejar las cosas muy masticadas para que el estúpido público se entere de algo, tener una sola idea y que sea muy fuerte. Supongo que esto se debe a que en esta empresa existe un fuerte problema de egos. Son tres los socios implicados y todos quieren dejar su huella personal, su destello de brillantez.

Y bueno, supongo que a todos esta instantánea nos recuerda a algo, ¿no?