Voluntarios españoles nos cuentan su experiencia olímpica

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todos quieren repetir

Voluntarios españoles nos cuentan su experiencia olímpica

Problemas de organización, algún susto por la calle, fiestas y surtidores de condones públicos: estas son las anécdotas de los voluntarios de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

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Los Juegos Olímpicos son uno de los mayores eventos del mundo, pero no serían ciencia ficción de no ser por el trabajo desinteresado de los voluntarios. En Río de Janeiro hubo más de 50 000 almas ayudando a que la caótica organización fuera un éxito.

En el ejército de voluntarios había más de cincuenta españoles que sacaron tiempo de sus vacaciones para convertirse en un miembro más de la familia olímpica.

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Más JJOO: ¿Cuál es tu recuerdo olímpico?

Con la vuelta a casa de la mayoría de voluntarios, aunque algunos siguen en Brasil alargando su aventura, hemos aprovechado para hablar con ellos de su experiencia en Río. Pese a los criticables problemas de organización y transporte, estarían encantados de repetir en Tokio 2020. ¿Por qué los Juegos Olímpicos dejan tanta huella?

Raúl, 38 años. Asistente de juez en el centro hípico

¿Por qué decidiste convertirte en voluntario olímpico?

Hace tres años decidí dejar mi plaza de médico anestesista en Barcelona para dedicarme a la cooperación internacional. Ahora trabajo para la Cruz Roja en en la Guyana Francesa, que está al norte de la frontera brasileña, así que decidí no desaprovechar la oportunidad al estar tan cerca. En Barcelona 1992 tenía 14 años y sentía que no había vivido esa experiencia al 100%.

¿Cómo fue el proceso de selección?

Tras pasar todos los filtros y ya con todas nuestras vacaciones ya organizadas, a solo dos meses del evento, una oleada de voluntarios empezamos a recibir una carta invitándonos a darnos de baja del sistema. Por suerte acabaron asignándome una plaza pero ha habido quejas generalizadas.

¿Qué tal tu plaza asignada?

Quería formar parte de los servicios médicos al ser especialista en reanimación y hablar seis lenguas, pero acabé en el centro hípico en el quinto pino ¡y yo jamás he practicado hípica! Era asistente del juez en uno de los 33 obstáculos en la prueba de cross country. Tomaba los tiempos, informaba por la radio si el caballo había saltado bien o no, eliminaba al jinete si no cumplía las reglas… me pareció una responsabilidad enorme para alguien que no tenía ni idea de caballos.

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¿Qué relación hay con los atletas?

En mi experiencia, el trato no es muy amable teniendo en cuenta que todos y cada uno tenemos una historia que nos lleva a estar ahí. Me he sentido como si fuésemos sus sirvientes y ellos eran más bien arrogantes con nosotros.

¿Con qué anécdota te quedas?

El ensayo general de la ceremonia de inauguración en Maracaná: apenas acababa de comenzar y no conocía a nadie, pero fue una fiesta increíble. La guinda fue que me eligieron junto a otros 200 voluntarios para desfilar con la bandera de Panamá —tocó la que tocó— durante la ceremonia oficial. Es de lo más bonito y divertido que he vivido en mi vida.

Noelia, la segunda por la derecha, junto a sus compañeros en el velódromo de Río.

Noelia, 24 años. Asistente de fotografía en el velódromo

¿Es muy caro ser voluntario?

Sí, aunque he podido ahorrar. Para empezar, desde febrero estoy viviendo en Chile y por suerte los vuelos a Brasil son más baratos desde Santiago que desde España. A parte de eso, unas amigas me acogieron en el sofá de su casa los días que tuve que trabajar. La organización de los Juegos solo nos daban una tarjeta para el transporte público y la comida los días de trabajo.

¿Cómo conociste al resto de compañeros españoles?

Busqué por Facebook si había otros voluntarios españoles y me encontré con un grupo de casi 50 personas. Nos pusimos en contacto por un grupo de Whatsapp y nos ayudamos a preparar las cosas antes de viajar. Una vez en Río, nos juntábamos casi todos los días.

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¿Es cierto lo que cuentan sobre el desmadre de los voluntarios?

Los días de trabajo no me quedaban fuerzas para salir de fiesta, pero en la ciudad había "casas" de distintos países en las que se hacían fiestas durante los días de competición —la casa de Holanda, de Austria, de Francia, etc.— Eso sí, antes de empezar, salí de fiesta a "sambar" por las calles de Río y a encontrar las mejores caipirinhas.

¿Con qué anécdota te quedas?

Me cuesta quedarme solo con una… Conocí a una madre con su hija de diez años en el desplazamiento en metro y bus desde el centro hasta el parque olímpico. Hablamos de tantas cosas y con tanta familiaridad que, al despedirnos, la niña me había escrito una carta y ambas me invitaron a pasar unos días donde ellas viven. Ya tengo otra excusa para volver allí.

¿Has tenido algún problema?

Nunca me pasó nada ni sentí miedo por las calles. Me daba más miedo ver al ejército armado por las calles, que el hecho de tener que volver sola de noche. Solo tuve un par de incidentes en el metro donde la gente se pensaba que por ser voluntarios ganábamos dinero.

¿Qué le dirías a alguien que se lo está pensando para Tokio 2020?

Sin duda que se atreva a apuntarse y que no desista en la espera. El hecho de formar parte de algo tan grande es una sensación única. Estás rodeado de los atletas olímpicos, de los periodistas, de las mismas personas de la organización, del público que espera impaciente… y al final entre los que ayudamos a que salga todo bien de verdad hay un sentimiento de familia.

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Ferran, 50 años. Ayudante de fotografía en bádminton

¡Llevas siete Juegos Olímpicos consecutivos!

Sí, todo empezó en Barcelona 1992. En ese momento trabajaba y estudiaba INEF, el deporte era mi gran pasión. Desde 1990 participé en el programa de televisión "El tiempo es oro", que nació con la excusa de los Juegos Olímpicos, y de allí pasé a colaborar con el Comité Organizador. Hice de voluntario en los relevos de la antorcha, participé en la ceremonia de apertura y trabajé para el diario oficial de los Juegos.

¿Cómo han sido estos Juegos en comparación con los anteriores?

A nivel organizativo no se han definido bien las tareas. El trabajo era desigual y dependía de cada voluntario. A pesar del largo proceso de selección y los cursos online, no todo el mundo estaba preparado para realizar las tareas de forma desinteresada. En Barcelona y Sydney el voluntariado se hizo notar más, en Atenas también estuvo mucho mejor.

¿Os dieron algún souvenir?

Nos dieron una cartilla con cinco ítems, cada cierto tiempo te lo marcaban y te daban los productos. Nos hemos llevado un reloj, un pin, una pelota, dos entradas para deportes con poca demanda y finalmente un certificado sin personalizar.

¿Es cierto que hay mucha fiesta y se folla mucho?

Es cierto, aunque siempre se exagera. El sexo es una necesidad, así que ¿por qué debería ser diferente durante los Juegos Olímpicos? No es mi caso, aunque alguna cosilla he tenido… conozco a muchas parejas que han surgido de la convivencia olímpica.

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En siete ediciones, ¿qué es lo más curioso que te ha ocurrido?

El waterpolista Jordi 'Txiqui' Sans me regaló su gorro después de conseguir el oro en Atlanta 1996. Tras la ceremonia de entrega de medallas, los croatas lanzaron sus ramos, recogí uno y me fui al autobús. Un padre empezó a grabarme con la cámara y de repente su hijo me pidió un autógrafo… lo firmé para no romper el momento al chaval.

Núria, 49 años. Operadora informática y GPS en vela

Has estado en Barcelona 92 y ahora en Río, ¿cómo han cambiado los Juegos durante estos años?

Los principales cambios han sido tecnológicos. En Barcelona 1992 no había ni internet ni historias, así que todo era mucho más manual. A pesar de todo, creo que no ha habido unos JJOO iguales a Barcelona. En Río ha ido muy bien, a pesar de las muchas carencias por parte de la organización.

¿Es difícil ser seleccionado?

Hay que pasar varios filtros, entrevistas y pruebas. En principio, lo que buscan es conocer bien tu currículum para designarte una disciplina que se adapte bien a tus conocimientos. En el tema idiomas, también pasas una prueba de nivel. Después hay que hacer unos cursos online sobre la cultura de los Juegos Olímpicos, y es obligatorio pasarlos. Si no los superas no podrás ir a los Juegos, igual que la entrevista individual y grupal que te hacen los responsables de la selección. Al final, si todo va bien, recibes una carta de designación donde te confirman tu aceptación y puesto de voluntario.

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¿Hay que trabajar mucho?

Depende de dónde te toca. Hay voluntarios que tienen que dar la toalla al atleta cuando quiere secarse el sudor y hay quienes hacen trabajos de técnico. Yo hice de operadora configurando un programa informático que situaba las coordenadas GPS de las embarcaciones de vela. Creo que abusaron un poco.

¿Qué hay de cierto sobre la promiscuidad olímpica?

Si no tuviera una relación seria quizás diría "viva la virgen y aquí me aprovecho", porque es cierto que en la ciudad se habían repartido muchos surtidores públicos de condones y no es precisamente por casualidad. Hay muchas fiestas, aunque yo solo trabajé y visité la ciudad.

¿Tuviste algún contratiempo?

Nos dijeron que en la calle no sacáramos el móvil para nada, y yo no hice caso y estuve trasteando por allí. Dos niños y una niña de una favela se acercaron a espantarme y gritaron "¡vamos a roubarla, vamos a roubarla!". Salí corriendo y me refugié en un restaurante. Cuando se llenó la ciudad de turistas se reforzó la seguridad y no pasó gran cosa.

¿Qué te sorprendió más en Río?

Nos decepcionó mucho saber que después del esfuerzo y de haberlo pagado todo de nuestro bolsillo nos prohibían acceder a otras áreas donde se desarrollaban otras competiciones deportivas que no fueran la nuestra. Si queríamos ir a ver el baloncesto lo teníamos complicado, y tampoco nos dejaban ni acceder a la zona para dar un paseo. Una tarde queríamos pasear por el parque olímpico y no nos dejaron, algo que en Barcelona no pasó.

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41