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el sol no calentó

De la tarde triste a la noche del reencuentro —o la nueva agonía

La aciaga tarde del 26 de junio de 2011, el sol no calentó los corazones de los jugadores de River Plate. Años después, la Copa Libertadores puede curar la debacle que sufrieron en el Monumental.
Foto de Gabriel Rossi, Getty Images

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El 26 de junio de 2011, el 'Millonario' quedó en bancarrota y se ahogó en la 'bosta' con la que durante años ha insultado a su máximo rival. El Monumental quedó en llamas, preso del infierno. Su franja roja, sangrienta, se decoloró para teñirse de negro. Eran tiempos de luto en uno de los barrios más opulentos de la Capital Federal de Argentina.

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River se consumió en aquella tarde triste. El sol asomó, pero nunca sirvió para calentar las piernas, las venas y el corazón a quienes ese día escribieron con tinta indeleble el episodio más triste de la historia del 'Millonario'.

Qué 'tanque' de lágrimas derramó Mariano Pavone cuando en el minuto 69 enterró con la ilusión de su hinchada. El '9' que había adelantado a River Plate en aquella promoción ante Belgrano estuvo cerquísima y a la vez infinitamente lejos de marcar el 2-1 que hubiera acercado a su club a la salvación. El 'Tanque' apuntó con rabia e hizo explotar un cañón que detuvo un gigante como Juan Carlos Olave.

Video vía ESPN

El resto es historia. Los cohetes que tiraban los aficionados de Boca Júniors contrastaban con el ruido de las camionetas con las que la policía bonaerense trataba de dispersar los violentos actos que se vivían fuera del estadio Monumental de Núñez. Las escaleras para entrar al metro estaban pintadas con leyendas de muerte; los hinchas lanzaban piedras, palos y botellas en contra de quien osara recorrer aquel sector con la precisión que Pavone no tuvo en el penal.

Eran tiempos violentos, tiempos difíciles, tiempos de suma indignación para quienes habían destruido la grandeza de un grande como River Plate. Fueron momentos de angustia para una institución que respondía con monosílabos a preguntas que escuchaba pero que no comprendía.

La gran cuestión que salió de aquella tarde de invierno era simple: ¿cuándo? En el tiempo se resumía todo el apocalipsis que enfrentaban los hinchas de River. El reloj era su gran enemigo. Ojalá corriera para que el sol ocultara la luz de aquel terrible 26 de junio. Ojalá sus manecillas giraran a más velocidad para que el tiempo no sintiera el paso del club en la 'B'. Ojalá el reloj los devolviera rápido a Primera, a su grandeza, a los títulos.

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Han pasado poco más de cuatro años de aquel instante. Como era de esperar, River Plate volvió, y en el camino, acompañado de su hinchada, encontró su razón de ser. Tras su retorno a Primera, recuperaron los papeles de su embargo, pagaron sus deudas y volvieron al camino de la tranquilidad.

Tras ese 2012 de resurrección, River Plate comprendió que la única manera de ganarse otra vez la credibilidad era ganar campeonatos. Había que limpiar la casa para recuperar el prestigio en el barrio, y con el honor de ser el primero en su país, buscar conquistar territorios de fuera. El equipo hizo todo lo anterior.

Fue en el torneo de Clausura de 2014 cuando River Plate volvió a ganar un campeonato de liga, dejando en segunda posición al eterno rival, Boca Júniors. Antes, en el Clausura de 2013, estuvo muy cerca de conseguirlo, pero Newell's Old Boys le arrebató por tres puntos el campeonato.

Vista desde el cielo del Monumental, la casa de River Plate. Foto de José Porras, WikiMedia Commons.

River también se impuso al Atlético Nacional colombiano en la Copa Sudamericana de 2014, por lo que la extensión de sus triunfos ya no era solo interna. River le gritó con energía al continente americano que estaba de vuelta y que exigiría su sitio en la CONMEBOL: y cuando un grande habla, todos deben escucharle.

Este miércoles 5 de agosto, River Plate puede conquistar nuevamente la Copa Libertadores —el torneo que importa, el torneo que vale. El doloroso proceso que se inició en 2011 y que dejará una profunda e imborrable herida puede encontrar al fin la paz. Si ganan la Copa, los 'millonarios' podrán finiquitar, al fin, su viacrucis y su descenso a los infiernos para encarar una resurreción gloriosa. No una liga, no una Copa Sudamericana: no, tiene que ser una Copa Libertadores, el título que se resiste desde 1996.

El Monumental abrirá sus puertas otra vez ante el Tigres UANL de Monterrey, un rival desconcertado que no supo golpear como debía en su casa de Sultana del Norte, en el barrio de San Nicolás de los Garza.

Jonathan Maidana, defensor de River, es el único futbolista que sobrevive a la infame serie que protagonizaron los 'millonarios' ante Belgrano. El zaguero vivió en carne propia un dolor que no es equiparable a una lesión; en algún rincón del Monumental, el jugador que tendrá que cubrir a André Pierre Gignac o a Rafael Sóbis dejó extraviado un pedazo de su alma.

El fútbol da y quita. El dios del balompié es cruel, pero suele entregar segundas oportunidades. En el Monumental, con sus butacas rojas y blancas, descansará la esperanza del reencuentro o el temor de una nueva pérdida. La pintura de la franja volverá a tener la tonalidad de la sangre, el mismo color del líquido que fluirá por las venas de los hinchas que cantarán a favor de su equipo. La pasión que solo la Copa Libertadores da se llevará a su máxima expresión para que el equipo argentino deje claro, con un puñetazo, que por fin ha vuelto para ser grande… o bien encuentre una nueva agonía.