¿Por qué en España no hablamos del suicidio?
Ilustración por Arnau Sanz

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Salud Mental

¿Por qué en España no hablamos del suicidio?

En nuestro país se suicidan diez personas al día. Es la primera causa de muerte no natural por delante de los accidentes y la violencia de género. Sin embargo, nunca aparece en los medios ni en los programas electorales.

Ilustración por Arnau Sanz

Diez personas al día. Es el balance de víctimas del suicidio en España, una cifra que no ha dejado de aumentar en los últimos años. Sí, es un dato aterrador que sin embargo pasa desapercibido 364 días del año. La excepción es el día en que se publica el Observatorio del Suicido de la Fundación Salud Mental España (FSME) y algunos medios se hacen eco de unas estadísticas que hablan por sí solas.

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En 2015, en España se suicidaron 3.602 personas, lo que representa el doble de víctimas que en accidentes de tráfico —ese año fueron 1.880— y 60 veces más que en violencia de género, graves problemas sociales que, al contrario que este, sí aparecen habitualmente en los medios de comunicación. "No existe ninguna concienciación ni sensibilización mediática, política, social o sanitaria. Nadie se preocupa de las personas que se suicidan a diario en nuestro país". Así de contundente se muestra Andoni Anseán, presidente de la Sociedad Española de Suicidología y la FSME, cuando habla sobre unas muertes que los expertos califican de "invisibles".

El suicidio es la primera causa de muerte externa —no natural— entre los españoles, pero las instituciones han hecho más bien poco respecto a esta problemática. "Es una vergüenza que el gobierno, delante de la primera causa de mortalidad no natural de su país, no esté haciendo nada. Eso ya dice mucho de cómo está la cosa", reflexiona Cecilia Borrás, que impulsó la Asociación Después del Suicidio (DSAS) tras vivir la muerte de su hijo de 19 años y ver que, ante ello, se encontraba absolutamente sola.

Diez personas al día. Es el balance de víctimas del suicidio en España

"No había nada. ¿Dónde iba yo a explicar lo que me había ocurrido?", recuerda ahora. "Lo primero que dirán es 'bueno, al fin y al cabo lo decidió él'. Se presupone que existe una libertad de decisión, pero ¿se entiende realmente el fenómeno que hay detrás?, ¿es normal que muera tanta gente? No se comprende que detrás de todo ello hay sufrimiento, un dolor emocional tan intenso que te hace sentir que no puedes más con tu vida. La sociedad piensa que el individuo actúa con libertad, pero ninguna persona quiere morir".

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La falta de tratamiento mediático, o el tratamiento "morboso desde la óptica de sucesos", asegura Borrás, es uno de los palos que sustenta el estigma social que rodea el suicidio. "El estigma social siempre ha existido en el campo de la salud mental, pero el tabú respecto al suicidio es todavía mayor, no se habla ni en público ni en privado. Hasta que no se rompa esta barrera seguirán muriéndose diez personas al día sin poder hacer gran cosa para prevenirlo", apunta Anseán.

Desde 2008, el suicidio copa las estadísticas de mortalidad no natural. El gobierno, a día de hoy, no ha hecho "absolutamente nada" al respecto, nos dice Javier Jiménez, presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS). Catalunya es la única Comunidad Autónoma con un plan de prevención desplegado que se activa en situaciones de riesgo. En su primer año de funcionamiento hubo 1.500 alertas y se activó el protocolo en un 73% de los casos. De esas personas, un 94% realizó al menos un intento de suicidio durante el siguiente año.

Catalunya es la única Comunidad Autónoma con un plan de prevención desplegado que se activa en situaciones de riesgo

Los esfuerzos de Catalunya, a los que pronto se unirán los de otras comunidades como Valencia y Galicia, deberían ser la primera piedra que impulse una discusión seria a nivel estatal. "Los datos son muy crueles con el sistema sanitario. Un 18% de las personas que se suicidan habían acudido ese mismo día a su médico de atención primaria, y eso te deja helado" ejemplifican desde la FSME. "El 40% de médicos de atención primaria no conocen los antecedentes suicidas de sus pacientes". Desde AIPIS recuerdan que los planes de prevención pueden ser papel mojado si no se aplican correctamente, y afirman que "algunos no se están llevando a cabo en un 10%".

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"Hay directrices de la UE sobre este tema desde el año 2005. España las ha firmado y no está cumpliendo con ellas", asegura Jiménez, que también apunta a la formación de los profesionales. "Como norma general, en las facultades —tanto de medicina como de psicología— no te enseñan nada de nada sobre la conducta suicida".

El principal problema ante este panorama es: ¿a quién hay que acudir? Nadie me ha dado la misma respuesta, y de hecho hasta los expertos dudan sobre la efectividad de iniciativas como el Teléfono de la Esperanza, que es lo primero que aparece en Google al teclear "Suicidio". Esa línea de ayuda, impulsada por una ONG —el gobierno tampoco ha hecho nada en este sentido— solo recibe un 2% de llamadas sobre esta temática según su memoria anual de actividad.

"Nosotros les damos atención telefónica porque no tenemos más medios, ni humanos ni físicos, ni siquiera tenemos un local. Cuando una persona te contacta y tiene unos problemas que ni te imaginas, lo único que haces es poner una tirita, esa persona necesita una atención psicológica urgente y personalizada", se lamenta JIménez.

"Lo primero es que tenga alguien con quien hablar. Aquí ni la familia, ni los amigos ni nadie piensa en 'oye, ¿no estarás pensando en hacer ninguna tontería, no?'". El presidente de la FSME opina que falta preparación y buenos hábitos entre el colectivo médico y psiquiátrico, que se debería preguntar sobre tendencias suicidas de forma normalizada y protocolaria, de la misma manera que el médico de cabecera te pregunta si fumas o bebes en exceso. "Entonces se dice que induces al suicidio, que das ideas, pero si preguntas a alguien que no fuma si lo hace, después no irá a fumarse un cigarrillo por ello", justifica.

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Mitos y libros de estilo

Los expertos coinciden con él, ya que hay muchos mitos falsos, como que hablar del suicidio será contraproducente y podría contagiar a más personas. "Todavía no sabemos cómo hablar de esto", opina Borrás. "Hay un miedo al efecto contagio, al imitador, y muchos medios importantes de nuestro entorno tienen incluido en su manual de estilo el no hablar del suicidio".

Efectivamente, grandes cabeceras como La Vanguardia o El País todavía incluyen reticencias en su manual para periodistas. "Un suicidio no es noticia en sí mismo. Sólo es publicable si el fallecido es un personaje relevante o bien el hecho ha tenido consecuencias más allá de la muerte del sujeto", plasma el libro de estilo de La Vanguardia. "El periodista deberá ser especialmente prudente con las informaciones relativas a suicidios […] la psicología ha comprobado que estas noticias incitan a quitarse la vida a personas que ya eran propensas al suicidio y que sienten en ese momento un estímulo de imitación", reza el mismo documento en El País, que contiene información que contradice la opinión de los expertos consultados.

Para atacar este desconocimiento —o irresponsabilidad mediática—, el DSAS impulsó una guía de recomendaciones para mejorar el tratamiento informativo de la muerte por suicidio.

"Hay supervivientes de un intento de suicido a quienes les han dado cita con el psicólogo al cabo de cuatro meses"

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Las cifras dejan claro que cualquier víctima de accidente de tráfico o violencia de género recibe una atención mediática superior, ya sea para bien o para mal, y desproporcionada. El suicidio, a pesar de las denuncias de los colectivos expertos, sigue siendo una temática abandonada.

"Todas las víctimas son importantes, las de género y las de tráfico, pero parece que las víctimas del suicidio no lo son, porque no les echamos cuenta alguna", se resigna Anseán, que no espera ningún movimiento por parte del gobierno. El suicidio, el gran desconocido, es un suceso que no entiende de edades aunque sí de géneros. Tres de cada cuatro fallecidos son hombres, y se trata de la causa más probable —por encima de accidentes y enfermedades— de muerte entre los jóvenes de 20-25 años.

El perfil del suicida responde siempre a cuestiones particulares, pero todos tienen algo en común: el sufrimiento y la infelicidad. "Muchas personas no saben ni tienen a quien acudir. Nosotros les remitimos a asociaciones autogestionadas de pacientes, a los servicios de salud", comenta Borrás, impulsora del DSAS. "El problema es que no somos conscientes ni estamos preparados, las estrategias sobre salud mental son la cenicienta de nuestro sistema sanitario".

Cecilia me pone un último ejemplo palmario: "Hay supervivientes de un intento de suicido a quienes les han dado cita con el psicólogo al cabo de cuatro meses". A eso no hay que añadirle nada más.

Si necesitas ayuda o conoces a alguien que la necesite, ponte en contacto con el Teléfono de la Esperanza (902 50 00 02) o busca información en la página de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio.

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41