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Cultură

Una lección de economía para arruinarte la Navidad

Te explicamos cómo el regalo feo que te dio tu tía afecta a la economía.

Lo siento, niños. Foto pot Craig F. Walker/The Boston Globe vía Getty Images.

La Navidad es una época para celebrar el nacimiento de Cristo, una oportunidad para emborracharte con tu familia y un punto crítico en las guerras culturales imaginarias. Sin embargo, para los economistas, la Navidad es más que nada un aumento en la actividad económica, un valor atípico que produce un desperdicio alarmante.

Los economistas clásicos —que piensan que los mercados funcionan mejor con una intervención mínima del gobierno— pueden identificar muchas fuentes de gasto. Primero, el desperdicio de los malos regalos. Todos tenemos regalos de Navidad que no queremos y que preferiríamos no tener. Y es una tragedia no sólo porque tu tía Lulú te hizo sentir mal y tienes que fingir que te encantó su regalo, sino porque podría haber usado el dinero que gastó en esa basura para darte algo más acorde a tus gustos. Ese dinero no es sólo es dinero, también representa recursos reales, en un mundo donde tenemos un número limitado.

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Pero esta lección más allá de los regalos feos. Como la Navidad es la época en la que se realizan más compras, se produce excedente y un déficit en la capacidad economía. Los minoristas, los almacenes y las empresas de transporte deben tener la capacidad para aguantar el frenesí Navidad, una capacidad (en forma de camiones de entrega, o espacio en los estantes) que no es necesaria el resto del año. Si todos decidiéramos gastar todo ese dinero poco a poco durante todo el año, la economía no tendría que construir toda esa capacidad disponible. Eso significa que podríamos usar nuestros recursos de forma más eficiente y así todos seríamos más ricos porque la economía tendría más recursos por cada unidad de tiempo que dedique a obtenerlos.

Los economistas keynesianos —que siguen los modelos macroeconómicos creados por el economista John Maynard Keynes del siglo 20— sin duda creen que la Navidad es una gran idea. El frenesí de las compras genera todo tipo de actividad económica: las empresas contratan más trabajadores para producir bienes, enviarlos, almacenarlos, venderlos, anunciarlos. El consumo —la demanda agregada— de la economía sube y genera más actividad económica, y eso nos conviene a todos. Los keynesianos piensan que lo más importante de la economía es el consumo total: más consumo significa más actividad económica, que a su vez significa más empleos y así todos vivimos más felices.

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¿Entonces quién tiene la razón? Los dos tienen un buen argumento. Hemos escuchado mucho más acerca de la economía keynesiana desde la crisis financiera de 2008, cuando todas las economías del mundo se fueron al caño y hubo un debate sobre cuánto dinero se debe invertir en ellas para evitar que se derrumben por completo. La Navidad es, más que nada, un consumo mal hecho. Sin embargo, los gastos mal hechos pueden ser buenos cuando la economía está en una profunda depresión porque lo único capaz de hacer que vuelva a funcionar es un aumento en el consumo.

El propio Keynes se burló una vez durante la Gran Depresión de que si gobierno contrataba obreros para cavar hoyos y luego volverlos a llenar, sería un gran uso para sus recursos, justo el tipo de comentario que haría que un economista clásico se arranque los pelos de la cabeza. Hasta donde sabemos, en el tiempo que hemos monitoreado este fenómeno desde la Gran Depresión, Keynes tiene razón cuando la economía está una depresión profunda, pero el resto del tiempo está equivocado. Cuando la economía está en depresión, es necesario aumentar el consumo a como de lugar y echar a andar la actividad económica. Pero cuando se está tambaleando, lo único que hace el frenesí de consumo irracional es desviar los recursos de las actividades más productivas y eso nos vuelve ligeramente más pobres.

Pero esta discrepancia va más allá de la jerga económica y se convierte en una discrepancia fundamental o hasta filosófica sobre qué es la "economía". Llegó el momento de hablar acerca de la visión del "produccionista" y la visión de"creacionista" (en este caso, "creacionista" no tiene nada que ver con las interpretaciones fundamentalistas de la Biblia). Esta es una distinción más sutil, y a menudo implícita, que no corresponde exactamente con la división keynesiana/clásica.

Los produccionistas, como Donald Trump y muchos discípulos de Keynes (aunque no el propio Keynes), creen que la función fundamental de una economía es dar empleos a la gente y producir el nivel de actividad económica necesario para esos trabajos. Si eres produccionista, crees que la economía es un ciclo interminable de compra y venta, y que la meta de los economistas y políticos es mantener funcionando el ciclo para que emplee a suficiente gente. Los produccionistas de izquierda insisten en que los trabajadores deben tener salarios altos para comprar más cosas y seguir el ciclo; los produccionistas de derecha insisten en que las empresas necesitan obtener ganancias para dar empleos y seguir el ciclo. Hasta transmiten discusiones enardecidas por televisión, en segmentos de opinión y en las universidades, pero en el fondo tienen la misma cosmovisión.

Por otro lado, los creacionistas piensan que la función de la economía es permitir que la gente cree cosas. A los produccionistas no les importa lo que la gente compra o vende mientras el ciclo siga en marcha. Sin embargo, los creacionistas, opinan que es de suma importancia. Cuando Henry Ford inventó el Modelo T, o Steve Jobs inventó el iPhone, o para el caso, cuando tu amigo de la universidad abrió su negocio de cerveza artesanal, nuestra situación mejoró no porque estas personas crearon nuevos puestos de trabajo o incentivos para que la gente gaste dinero, sino porque produjeron cosas que antes no existían y que nos hacen la vida más fácil. El ciclo del mercado libre de comprar y vender es la forma menos horrible que tenemos para permitir ese proceso creativo.

Entonces, ¿la Navidad es buena o mala para la economía? Nadie lo sabe. La única forma de saberlo sería crear una Tierra B que sea idéntica en todos los aspectos, excepto sin Navidad, lo cual es imposible. Pero te puedo decir lo que pienso. En mi opinión, los modelos económicos son importantes, pero que lo que hace que la economía funcione es la gente, no cosas, y que los modelos económicos no capturan todos los aspectos de la gente. Tal vez las compras y las ventas no son la parte económica más importante de Navidad. Tal vez lo más importante es lo que menos se relaciona con la economía: pasar tiempo con nuestras familias y ser más amables con nuestros vecinos. Si estas cosas nos vuelven seres humanos más compasivos y centrados, se produce un impacto en lo que los economistas llaman "capital humano", que es el capital más importante y, a largo plazo, el más decisivo. La lección económica de la Navidad es que los factores más importantes en la economía podrían no tener nada que ver con ella.