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Los Atlanta Hawks necesitan enamorarse una vez más

El año pasado, los Hawks pasaron muy buenos momentos. Este año, todo se ha derrumbado. Es tiempo de investigar que hizo que la relación funcionara en un principio.
Photo by Brett Davis-USA TODAY Sports

Imagínate una relación donde alguna vez hubo pasión y que ahora se ha apagado hasta el punto en que los protagonistas no tienen nada de qué hablar excepto del clima y preguntar qué hay de cenar. La llama se ha ido, lo único que dejó atrás es un miedo que se aproxima y un futuro incierto sin promesas para salir del túnel. Ahora imagina que esta pareja es un equipo de basquetbol. Estás pensando en los Atlanta Hawks.

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Tan reciente como la temporada pasada, los Hawks eran una sinfonía dirigida por un tímido genio silencioso, o para aquellos que no entienden las metáforas, un equipo de baloncesto bastante bueno, divertido, y con canastas por todos lados. Impulsado por un ataque de cinco jugadores, la rápida evolución de Atlanta en un arsenal fue abrupta y, por momentos, parecía estúpidamente imparable. En su nivel más alto de la temporada regular, el equipo jugó como Golden State sin el realismo mágico, o como una versión selecta de los Spurs. Pero de pronto todo se oscureció.

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Actualmente, los Hawks han perdido más partidos que en toda la temporada pasada. Sus piedras angulares fueron intercambiadas en acuerdos de transferencias. Kyle Korver, jugador revelación en el All-Star del año pasado, no es el mismo lanzado de tres puntos. Entre tanto, el ex genio Mike Budenholzer continúa declarándole la guerra a la maldición del Entrenador del Año.

Los Hawks puede que sueñen con circunstancias más atractivas y nuevos socios, pero la separación no es la respuesta. En su lugar, necesitan realizar un intento sincero para darse cuenta de qué los hizo especiales en primer lugar. No se trata de tener una mejor defensiva, pasar mejor el balón, o ejecutar el plan de juego, se trata de volverse a enamorar.

Cuando recuerdas los buenos momentos. Foto por Jason Getz-USA TODAY Sports

Deja de hacer preguntas equivocadas

¿Acaso la pérdida de la cara bonita de DeMarre Carroll y sus payasadas consumadas los maldijo? ¿Es Kent Bazemore bueno para jugar basquetbol? ¿Los Hawks llegaron a 60 victorias porque la Conferencia Ese fue un espectáculo horrible la temporada pasada? Todas las opciones son buenas para considerar, pero estas son preguntas para los perdedores que ya se dieron por vencidos.

En su lugar, deberías preguntarte si las 60 partidos ganados maldijeron a es te equipo con expectativas falsas de pareja? Aquel tercer cuarto 28-6 frente a los casi divinos Warriors fue real. ¿Acaso les ocasionó un impulso eléctrico que recorrió sus miembros hasta el corazón? ¿Logró revivir un sueño parcialmente enterrado? Sesenta victorias son casi etéreas, pero los Hawks nunca fueron dioses. Darnos cuenta de esto es la llave para el progreso.

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El perdón

Al Horford y Jeff Teague están, por supuesto, conscientes que fueron involucrados en rumores de traspaso —o en términos de matrimonio, que se encontraban en la fase preliminar del divorcio— pero, de último momento, todos los involucrados se dieron cuenta de la cruda realidad al tratar de vivir esta vida solos. Mike Budenholzer puede hacer lo que quiera, pero a final de cuentas, Horford y Teague se quedan con la impresión de que los Hawks pueden imaginar un futuro sin ellos fácilmente. ¿Podrían perdonar el coqueteo y jugar juntos por los niños?

Reavivando la llama

Además de la pérdida antes mencionada de DeMarre Carroll, los Hawks cuentan con una escuadra que es tremendamente similar a la del año pasado, sin embargo ya no son lo mismo. Budenholzer, como acólito de Popovich, puede que sea renuente a un cambio drástico de media temporada, pero a veces uno tiene que inyectar cierta locura e improvisación para tener una relación estable, ya sea hacer el amor en un vestidor de Banana Republic o meter a un base alemán atrevido en la alineación.

De todas formas, es importante al menos intentarlo. Teague parece confundido, aburrido, y peleado con los tiros. Más valdría dejar a Korver en la banca también y decirle que si el maldito MVP de las Finales, Andre Iguodala, puede degradarse para el bien del equipo, entonces él también puede hacerlo. En cuanto a la preocupación sobre la migración de Horford y su alto número de tiros de tres, bueno, está bien. Es solo un poco de caos, y es que un poco de esto mantiene las cosas ardientes, en el basquetbol y en todas partes.

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Cuando estás a mitad de una derrota y tu compañero se te queda viendo. Foto por Jason Getz-USA TODAY Sports

Dedíquense cumplidos

La química es algo natural cuando ganas. Pero la adversidad erosiona la espontaneidad y confianza, y en la actualidad los Hawks juegan como alguien que echó una mirada malintencionada al diario de su amante. La angustia mora en la derrota, y los Hawks deben asfixiar artificialmente dicha angustia con genuina afección.

—Bazemore, ¡qué largos son tus brazos!

—Thabo, te mereces algo mucho más justo que la mierda que este mundo te ha dado.

—Mi palabra, Al, ¿estás consciente que tienes las mejores pestañas de la NBA?

—Jeff Teague, ¿cómo te volviste tan bueno en Candy Crush? Es increíble que le hayas agarrado la onda a este juego, bravo.

—Tiago, siempre hemos admirado lo gigante que eres. En verdad eres un monstruo.

Cumplidos de este tipo. Incluso Tim Hardaway Jr. debería también ser blanco de cumplidos de vez en cuando, si es posible. No siempre será posible, pero es una buena forma de practicar.

Cuando te das cuenta que estás discutiendo por cosas menores, sin importancia. Foto por Dale Zanine-USA TODAY Sports

Inventa un aniversario

Una forma de reavivar la llama es recordar los buenos tiempos, las cosas por las que vale la pena pelear. Los Hawks deberían inventarse un aniversario. El 6 de marzo podrían tener una cena conmemorativa y tomar shots para honrar su derrota ante los Cavaliers del año pasado. O qué tal la vez que toda la plantilla titular recibió el premio al jugador del mes —eso sí que es mágico— o cuando Paul Pierce pensó que había asegurado las esperanzas de playoffs de los Wizards al forzar el Juego 6 a tiempo extra, solo para darse cuenta que su histrionismo había sido en vano.

¿Ves a ese chico triste de allá? Le llaman Verdad a medias. Los Hawks lo hicieron así. No hay nada como los buenos recuerdos como cuando golpeabas a tus enemigos para añadirle algo de picante a las cosas. Bueno, ahí está la propuesta del vestidor de Banana Republic, pero por lo general no lo puedes hacer dos veces.

De todas formas, hay una razón para no perder la fe. A pesar de la fricción y el fracaso de hacer las cosas como se esperan, es claro que Budenholzer quiere que funcione. Esta es la llave. El amor es paciente, amable, el amor utiliza la circulación del balón por toda la cancha y los incesantes contragolpes. Afortunadamente, todo esto funciona.

Este malestar es un obstáculo mental, y que debe ser curado con razón, madurez y disposición. Como se repitió hasta el cansancio en los medios la pasada temporada, estos Hawks son un grupo de profesionales —hombres de carácter, y no niños sin experiencia—. El Este ha mejorado, pero no mucho, y los Hawks por supuesto que encajan más como aguafiestas que equipo relegado. Pueden y deben aspirar a ser un Caballo de Troya en la postemporada, y ser considerados como los favoritos hasta que LeBron y compañía aparezcan a cuadro.

Cuando LeBron aparezca, si es que lo hace, también esperará encontrarse con unos Hawks desmoralizados, los Hawks decepcionantes y decepcionados. Pero una escuadra que dio por perdida la perfección y abrazó sus defectos —más importante aún, una escuadra que se perdonó entre sí sus defectos— es un equipo que recuerda lo que es amar algo más grande que ellos mismos. Esos Hawks son los verdaderos Hawks. Aún podrían perder, incluso ser apaleados. Pero su recuerdo aún sería hermoso, inclusive sin un anillo de por medio. En esto hay mucha dignidad.