Kobe Bryant y el Fin
Jayne Kamin-Oncea-USA TODAY Sports

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Kobe Bryant y el Fin

Kobe Bryant ha hecho frente a muchos conflictos a lo largo de su prolífica carrera. La estrella de los Lakers, sin embargo, se enfrenta hoy a un reto totalmente nuevo para él: encarar el Fin, con mayúsculas.

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Al principio, se presentó al mundo como un niño patoso y amable. Evidentemente, no era así. Jamás lo fue.

Kobe Bryant tuvo que trabajar muy duro para llegar a ser una estrella intocable… especialmente durante su primera y problemática temporada. Yo mismo estuve allí cuando Kobe metió sus primeros puntos en un partido de NBA —3, para ser precisos—. Era diciembre de 1996. Recuerdo que tras el partido bajó rápidamente al vestuario; allí le esperaba yo, con una libreta y una grabadora. Bryant no tenía ni idea de quién era yo, pero parecía feliz de presentarse al mundo.

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Ese mismo año, aunque unos meses más tarde, me senté con Bryant en un pequeño cuarto en Cleveland. Kobe estaba esperando para competir en el concurso de mates del 50 aniversario de la NBA y parecía bastante contento de poder llenar los minutos de espera charlando. Hablamos sobre su situación y sobre la nueva generación de jugadores que acababa de aterriza en la liga; él me habló de las dificultades, las expectativas y los peligros de ser un chico de 18 años en un equipo como los Lakers de Los Angeles.

En un giro que yo no esperaba, Bryant me contó hasta qué punto le afectó la noticia de que Magic Johnson había contraído el sida. Kobe apenas tenía 13 años cuando Magic lo anunció; el jovencísimo jugador de los Lakers me aseguró que se sentía muy tranquilo, porque no cedía a tantas tentaciones.

"Para mí es muy simple evitar todo esto", me dijo Kobe, "porque hay un montón de cosas que quiero alcanzar en la vida".

Al cabo de unos minutos dejó nuestra relajada conversación para ir a ganar el campeonato de mates. Su actuación le permitió darse a conocer al mundo y a la vez alimentó aún más sus ganas de convertirse en uno de los mejores de todos los tiempos… si no el mejor.

Kobe Bryant siempre supo encontrar el camino. Foto de Richard Mackson, USA TODAY Sports.

Al año siguiente, los aficionados eligieron a Kobe como titular para el partido del All-Star a pesar de que no serlo con su equipo. El mejor ejemplo de la descoordinación entre lo que era Bryant y lo que ocurría a su alrededor fue la temporada 1998-99. Para los Lakers fue año desastroso para los Lakers: el propietario Jerry Buss había construido un equipo muy potente, pero era incapaz de gestionarlo correctamente. En el medio del caos general, Kobe era una pequeña estrella perdida y desorientada de solo 20 años.

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"Yo solo quiero ser el mejor," me dijo entonces. "No sé cómo lo lograré, pero sé que es cuestión de encontrar el camino y ya está".

Y Kobe encontró el camino. Bryant puede ahoracontemplar todo lo que ha logrado durante su larga carrera: nadie le negará que merece un lugar entre los mejores. Kobe ocupa el tercer lugar en la clasificación de los mejores anotadores de la NBA, justo por detrás de Kareem Abdul-Jabbar y Karl Malone; en ese aspecto, el '24' angelino ha superado incluso a su ídolo, Michael Jordan.

Por si esto fuera poco, Bryant ha llevado a los Lakers a la conquista de cinco anillos de la NBA, ha sumado 17 apariciones en el partido del All-Star y se ha convertido en un jugador idolatrado tanto por aficionados como por los demás profesionales.

Una metáfora visual: no importa hasta dónde llegara el brazo del rival, porque Kobe siempre llegaba más lejos. Imagen vía WikiMedia Commons.

Sí, está claro que Bryant encontró el camino para llegar a ser uno de los mejores. La suya ha sido una perfecta evolución que entrenamiento tras entrenamiento le ha llevado a ganar todo lo que podía ganar. Kobe puede haber protagonizado episodios de egoísmo, pero su profesionalidad jamás ha sido discutible. Solo el tiempo, inevitable, ha podido poner fin a su maravillosa carrera.

La gravedad de las lesiones que han arrastrado a Kobe hacia su final deportivo ha sorprendido a mucha gente, pero no así a su ex entrenador, el legendario Phil Jackson. El técnico de Montana conocía bien la exigencia insana a la cual se sometía Bryant en todos los entrenamientos de forma compulsiva; Jackson sabía que, a la larga, esta obsesión no era sostenible.

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Hoy, por primera vez en su vida, Kobe Bryant está expuesto continuamente a las críticas de los demás en una posición de desventaja y incómoda. El repentino anuncio de su retirada a final de temporada ha sido un gesto extraño y torpe, la mera confirmación de algo que le parecía obvio a todo el mundo. Kobe ya no tiene la capacidad física para jugar como lo solía hacer: eso lo podía ver cualquier aficionado.

Lo que no sabíamos, aunque pudiéramos intuir, era algo que vislumbramos cuando Kobe publicó su famosa carta de despedida: su amor por el juego se había transformado en una obsesión en toda regla. Bryant no era capaz de dejar el baloncesto porque sencillamente estaba totalmente obcecado por los récords.

Hora de chocar la mano de los compañeros e irse al banquillo. Imagen vía WikiMedia Commons.

Este año, los Lakers han empezado con un terrible 2-14 que nos permite augurar un final precipitado de la temporada en abril. El equipo de Kobe es un desastre; él mismo tiene pinta de intoxicado, como si fuera un adicto que ha prometido dejarlo en cinco meses —un periodo que podría hacérsele largo si sigue al ritmo actual.

Su magnitud como ex campeón ha hecho que se volviese prácticamente loco: estamos hablando de un atleta que declaró hace años que quería jugar hasta que "se le cayeran las piernas" y que nunca había pensado seriamente en bajar un par de categorías y cambiar de ciudad para seguir ganando títulos y premios individuales fáciles. Aunque dijera lo contrario,Kobe siemprelo supo: después de los Lakers no habría nada.

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Distante y sin concesiones de ningún tipo, brillante y seguro de sí mismo, Bryant siempre ha destacado como el gran enigma del baloncesto profesional estadounidense. En mi humilde opinión, Kobe es el competidor con una mentalidad más ambiciosa de la historia de la NBA. ¿Quién podría discutirle el trono? ¿Jerry West? ¿Bill Russell? ¿El propio Michael Jordan?

Desde mi punto de vista, no: solo Kobe ha llegado a un nivel de obsesión suficiente como para no querer relacionarse con los demás compañeros para poder quedarse viendo vídeos de baloncesto en su habitación. Así lo confiesa Jackson en su última biografía, Once Anillos.

A Bryant no le gustaba el baloncesto: Bryant directamente era un fanático demente de este deporte.

A Kobe la memoria muscular le sigue funcionando: son los músculos en sí los que ya no tiran. Foto de Richard Mackson, USA TODAY Sports.

Kobe hizo un esfuerzo para llegar a la cima mayor incluso que el propio Jordan. Desde sus primeros años de vida, el padre de Bryant —el ex jugador Joe 'Jellybean' Bryant— trató de implantar en su hijo una confianza indestructible: hoy, todo esto sigue ahí. Impenetrable e inquebrantable, la seguridad que Bryant tiene en sí mismo es algo muy poco común. El psicólogo George Mumford, que trabajó muy intensamente con Jordan y Bryant, aseguró que pondría a Kobe "en una categoría a parte".

La inmensa confianza de Kobe le ha guiado a través de sus primeros conflictos como adolescente en la NBA, a través de sus batallas con su compañero de equipo Shaquille O'Neal y con su entrenador Phil Jackson, a través de sus choques —y el distanciamiento— con sus padres, e incluso a través una demanda contra de su madre para detener la subasta de camisetas. Ha sido su confianza lo que le ha permitido recuperarse de las graves lesiones que ha sufrido.

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Es precisamente la creencia en las propias posibilidades lo que ha permitido a Bryant seguir jugando cuando con dolor cuando otros rápidamente habrían pedido el cambio. Según Mumford, Kobe "no estaba dispuesto a dejarse influir por ninguna opinión contraria": solo las circunstancias que escapan a su control —el tiempo, en este caso— han podido doblar su voluntad.

Colores similares, mentalidades distintas… y generaciones distintas. Foto de Kyle Terada, USA TODAY Sports.

Ha llegado el momento de marcharse, y Bryant lo sabe. El jugador que jamás ha abandonado, que nunca se ha rendido, no tiene más remedio que colgar las zapatillas. Bryant quería lograr mucho y lo consiguió: quería ser único, y lo ha logrado. Espero que un atleta como él, que ha tenido el coraje de enfrentarse a todos los problemas de su carrera, pueda ahora enfrentarse a su retiro de manera digna y consciente para poder encarar con éxito la siguiente etapa de su vida.

Y cuando esto ocurra, cuando Kobe por fin dé fin a su carrera como jugador y pase a la siguiente fase, espero que lo haga con la misma luz en los ojos que le vi en ese vestuario en Charlotte.

Roland Lazenby es el autor de Juego Loco: La Educación de Kobe Bryant en la NBA y Michael Jordan: The Life, entre otros libros. Síguele en Twitter: @lazenby