La marcha de Iker Casillas o el caso de la obra de teatro sin personajes buenos
Foto de Marcos Brindicci, Reuters

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héroes y villanos y viceversa

La marcha de Iker Casillas o el caso de la obra de teatro sin personajes buenos

El portero Iker Casillas ha protagonizado un auténtico drama en el Real Madrid y ha demostrado a todos los fans del fútbol que es un héroe, una leyenda de este deporte... y también, a tramos, un villano.

Iker Casillas Fernández es una leyenda del fútbol mundial. Es un héroe.

Florentino Pérez es el prestigioso presidente del club de fútbol más rico del planeta. Es un héroe.

Sobre el papel, la relación entre ambos debería ser alegre y fluida; al fin y al cabo, lo que ambos teóricamente pretenden es que el Real Madrid sume éxitos y prosiga su camino hacia la gloria (deportiva) eterna. Pero no es así.

Y no es así por un mínimo detalle: además de ser héroes, tanto Florentino Pérez como Iker Casillas son también villanos.

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El primer personaje que aparece en este particular vodevil es Iker Casillas Fernández. El jugador llegó al Madrid en la temporada 1990-91, cuando apenas era un prebenjamín, y se dedicó a quemar etapas a velocidad de vértigo. En 1997 se le presentó la primera gran oportunidad: el Madrid debía enfrentarse al Rosenborg Trondheim en Noruega y los porteros suplentes del equipo, Bodo Illgner y Pedro Contreras, se habían lesionado. El entrenador Jupp Heynckes no tuvo más remedio que convocar a un juvenil para cubrirse las espaldas, y Casillas fue el elegido. La leyenda cuenta, de hecho, que el director del instituto de Iker le sacó literalmente de clase para mandarlo a la expedición blanca a Noruega.

El titular habitual, Santiago Cañizares, jugó los 90 minutos en esa fría noche de noviembre. El equipo madridista perdió por 2-0 en un partido bastante mediocre, pero el primer paso ya estaba dado: el gran público ya había visto por primera vez el nombre de ese guardameta tan joven como prometedor de quien se decía que tenía unos reflejos nunca vistos.

1999 fue un año clave para Casillas. El jugador fue convocado con la selección sub-20 para el recordado Mundial de Nigeria —para muchos, la fragua de los campeones del mundo del 2010— y debutó con el primer equipo del Real Madrid nada menos que en San Mamés frente al Athletic de Bilbao. El legendario Julen Guerrero se encargó de meterle el primer gol de su carrera en la portería blanca.

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Iker Casillas para un penalti a Juninho Pernambucano en un partido entre el Real Madrid y el Olympique de Lyon en 2005. Imagen vía Reuters.

Y entonces, llegó el ansiado 2000, que presenció la llegada de efectos informáticos y personajes deleznables… y que en el Real Madrid representó una vuelta de tuerca vital para entender la historia reciente del club. En mayo, el mismo equipo que había quedado quinto tras una participación más que discreta en Liga volvió a sorprender al mundo llevándose la Champions League. El jovencísimo Iker Casillas, que se había impuesto al argentino Albano Bizzarri en la batalla por los tres palos, fue el portero titular durante la mayor parte de la campaña —incluyendo la final de París en la que el Real Madrid vapuleó al Valencia CF.

Pocas semanas después, sin embargo, se produjo un giro de los acontecimientos lejos del terreno de juego que marcaría decisivamente la carrera de Iker. 2000 era año electoral en el Madrid; el presidente en ese momento, Lorenzo Sanz, parecía tener todas las opciones tras la victoria europea… hasta que apareció el segundo gran protagonista de este drama: un próspero empresario madrileño de nombre Florentino Pérez. Con la promesa de traer a Luis Figo, el capitán del eterno rival, Florentino conquistó al madridismo y logró auparse a la presidencia del club.

Ya tenemos sobre el escenario los dos personajes principales de la obra. Por un lado, el joven cancerbero, favorito de la afición; por el otro, el veterano presidente, respetado e incluso venerado en ocasiones. Detrás se irán alineando una infinidad de personajes secundarios: jugadores, directivos, entrenadores… y, muy especialmente, periodistas.

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Pero no adelantemos acontecimientos.

La relación entre Florentino Pérez y los empleados españoles más prominentes del Real Madrid (especialmente los capitanes del primer equipo) no ha sido históricamente fluida. El presidente madridista se las tuvo con Fernando Hierro, despidió a Vicente del Bosque de una forma discutible y chocó con Raúl y Morientes. Casillas no fue una excepción: en 2004 se rumoreó que Florentino quería sustituir al cancerbero español por el italiano Gianluigi Buffon. El cambio jamás se concretó, pero el runrún acompañó a la extraña pareja durante años.

Sea como fuere, el primer periodo de Florentino en el poder terminó con la abrupta dimisión del susodicho en 2006 tras asegurar que había "malcriado" a sus jugadores. Ramón Calderón ocupó la presidencia del club tras las elecciones; Pedja Mijatovic se encargó de la dirección deportiva del equipo.

El trienio 2006-2009 vino marcado por una cierta estabilidad deportiva (el club ganó dos Ligas de forma consecutiva con Fabio Capello y Bernd Schuster, algo que no había logrado desde finales de los años 80) y al mismo tiempo por una enorme convulsión social. La presidencia de Calderón estuvo salpicada de escándalos que terminaron forzando su dimisión en enero 2009: el mandatario blanco aseguró que había sido víctima de una persecución mediática orquestada por Florentino.

Sea eso cierto o no, en las elecciones del verano de 2009 el empresario madrileño volvió a la presidencia del club sin necesidad de que los socios le votaran: fue el único candidato que se presentó a los comicios.

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Casillas caza un balón ante Robin van Persie y Carles Puyol en el Mundial de Sudáfrica 2010. En ese momento, el madridista era unánimemente conocido como 'el Santo'. Foto de Dylan Martinez, Reuters.

En ese momento, Casillas había consolidado ya su reputación de 'santo' y se había hecho intocable gracias a sus excelentes actuaciones. Nadie se atrevía a discutir al portero mostoleño —y menos aún tras la victoria de España en el Mundial de Sudáfrica de 2010, en la que Iker tuvo un papel clave. Pocos sabían, sin embargo, que pocos meses antes el flamante cancerbero del Real Madrid había roto la relación con sus padres y posteriormente demandado a su clubdebido a un conflicto económico. El héroe de la afición quizás no era tan perfecto como parecía.

Florentino Pérez, por su lado, seguía tomando decisiones al frente del Real Madrid, y en 2010 cerró uno de los tratos más influyentes a corto y medio plazo que jamás hubiese protagonizado en el equipo blanco. En un giro más de esta particular obra de teatro, Florentino aumentó la potencia del drama fichando a un empedernido maestro de ceremonias: nada menos que el entrenador portugués José Mourinho.

Como suele pasar cuando una estrella entra en el escenario, el público aplaudió a rabiar… y los demás actores levantaron una ceja, recelosos de lo que podría aportar el tan exitoso como polémico preparador luso.

El nuevo guion no defraudó.

Florentino Pérez y José Mourinho en el día de la presentación del luso. El entrenador portugués emprendió una serie de reformas que cambiaron la cara al Real Madrid —y al propio Casillas. Imagen vía POOL, Reuters.

De puertas afuera, Mourinho protagonizó una auténtica guerra sin cuartel contra el gran rival del Real Madrid, el FC Barcelona, que se extendió fuera del campo y alcanzó preocupantes niveles de toxicidad. Blancos y azulgranas se enfrentaron en incontables batallas y generaron uno de los relatos más potentes del fútbol moderno: el equipo de Pep Guardiola, 'noi de Santpedor' que trabajaba en el club de su vida, contra la escuadra del 'Special One', el mago extranjero contratado para llevar el Real Madrid a la gloria europea. Probablemente no se veía un choque con tanta fuerza desde los enfrentamientos entre los Lakers de Magic Johnson y los Celtics de Larry Bird.

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En este enfrentamiento, como en la mayoría de guerras, la verdad fue la primera víctima. Ambos clubes vendieron su versión del choque; hubo ruedas de prensa históricas por el lado catalán y por el lado madrileño, guerra sucia y partidos inolvidables. Fueron años duros, a veces farragosos, pero memorables.

En Madrid, sin embargo, Mourinho detectó que algo no andaba bien. El portugués puede ser violento en rueda de prensa, incluso mear fuera de tiesto en más de una ocasión, pero su profesionalidad y su capacidad son indiscutibles: para aplicarlas, no obstante, exige a sus jugadores una fidelidad absoluta. Algunos se la dan, impresionados por la potencia de su figura; otros son más reacios a aceptar la guía de alguien con una aproximación tan maquiavélica al deporte.

En esta gran obra de teatro, Casillas perteneció al segundo bando. El enfrentamiento entre Barça y Madrid levantó ampollas entre compañeros de selección fuera del entorno madridista… pero la guerra también fue interna. Casillas, que había sido promovido a capitán en la primera temporada de Mourinho, empezó a perder el favor del técnico. El luso sabía que el guardameta gozaba de una fuerte influencia en ciertos sectores de la prensa y recelaba de ello: se comenzó a rumorear que Iker, cuya pareja era periodista, filtraba información del vestuario a los medios. El cuerpo técnico llegó a censurar públicamente algunas de sus decisiones.

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La segunda temporada de Mourinho terminó con una Liga más en las vitrinas del Real Madrid, pero la tercera fue mucho más complicada. Enfrentado con muchos sectores del club, el técnico luso dio una vuelta de tuerca a su choque con Casillas y le mandó al banquillo alegando que se encontraba "lejos de su nivel". Antonio Adán, un portero teóricamente muy inferior a Iker, se convirtió en titular de la noche a la mañana. Poco después llegaba otro cancerbero, Diego López, del Sevilla FC.

Diego López chuta un balón en un partido entre el Real Madrid y el Borussia Dortmund. El portero gallego rindió a un alto nivel, pero el peso específico de Casillas en el club blanco le obligó a marcharse a Milán. Foto de Kai Pfaffenbach, Reuters.

El año terminó en blanco: el Barça de Tito Vilanova y Leo Messi ganó la Liga, el Borussia Dortmund apeó al Real Madrid de la Champions League y el Atlético de Madrid venció a los blancos en la final de la Copa del Rey. Mourinho se marchó y llegó Carlo Ancelotti, pero un rumor insistente se consolidó: Iker Casillas era un 'topo', un traidor a la causa, y Florentino Pérez ya no le aguantaba más.

Ancelotti, hombre conciliador, logró tranquilizar al madridismo tras la convulsa etapa de Mourinho. Salomónicamente, Carletto decidió que Diego López jugaría la Liga mientras Iker Casillas disputaba los partidos de Copa y de Champions: el conflicto se aplazó un año. El nivel de Casillas, sin embargo, parecía haber decaído de forma preocupante; a pesar de que la temporada terminó con la esperada 'Décima' frente al Atlético de Madrid en Lisboa, un terrible error del mostoleño estuvo a punto de costarle el título a los blancos. El público del Santiago Bernabéu empezó a mostrarse muy crítico con el cancerbero.

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Seguramente, en ese momento Casillas debió haberse hecho a un lado, aceptar quizás la suplencia frente a un Diego López en mejor forma o incluso plantearse un cambio de aires: no hay nada peor para un aficionado que presenciar la decadencia de un ídolo, ni para un deportista el marchitarse frente al público que le había adorado. Iker, sin embargo, consideró que su situación era transitoria y prefirió continuar a pesar de que con ello quizás estuviera coartando el rendimiento del equipo.

Ancelotti, fiel a su perfil bajo, aceptó devolver la titularidad a Casillas. Diego López, que había ofrecido un excelente rendimiento, no tuvo más remedio que irse al AC Milan italiano. Todo parecía dispuesto para que el hijo pródigo volviera a brillar, pero la temporada no salió como se esperaba: las lesiones se cebaron con el equipo blanco, que vio como sus opciones de ganar títulos se esfumaban una tras otra. Especialmente dolorosa fue la eliminación frente a la Juventus FC italiana en las semifinales de la Champions League, rubricada con un gol de un antiguo canterano como Álvaro Morata.

Casillas no logró recuperar su antiguo nivel; el Madrid terminó la temporada en blanco y Florentino despidió al entrenador. La relación entre el público y el jugador parecía irremisiblemente deteriorada. El Madrid estaba dividido entre quienes consideraban a Casillas un santo y quienes le veían como un demonio que impedía que el equipo progresase.

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El drama se acercaba vertiginosamente a su conclusión…

…y el desenlace llegó en forma de rueda de prensa.

El domingo 12 de julio de 2015, tras 25 años en el Real Madrid, Iker Casillas anunció que se marchaba al Oporto FC. El cancerbero apareció ante los medios para leer su carta de despedida.

Lo hizo solo.

Ningún directivo del club apareció a su lado. Tampoco sus compañeros de equipo hicieron acto de presencia. La prensa internacional se hizo eco del episodio: "Ni siquiera el Real Madrid es siempre elegante", tituló el francés L'Équipe. El Madrid limó asperezas con una despedida al día siguiente, pero la impresión de lejanía había quedado ya en la retina del mundo.

La despedida, además, vino aderezada por una entrevista incendiaria a los padres de Casillas en el periódico El Mundo en la que éstos acusaban a Florentino Pérez de todos los males de su hijo. Los mismos padres con los que Iker no se hablaba y a quienes retiró todos los poderes aseguraban que el Oporto, bicampeón de Europa y equipo de referencia en Portugal, era "un club de Segunda B" para su hijo. Su progenitor llegó a declarar que "prefiería el PSG", a pesar de que el equipo galo jamás haya ganado la máxima competición internacional.

Con la marcha del portero del Real Madrid, la rocambolesca historia entre Iker Casillas y Florentino Pérez ha llegado a su final. No es difícil imaginarse a Casillas volviendo un día al club de su vida para ocupar un rol de entrenador o de directivo, pero es complicado que lo haga mientras Pérez siga siendo presidente: la tensión entre ambos personajes es demasiado grande. La relación parece rota para siempre.

Y aquí se nos acaba el texto de la obra.

Florentino, un héroe para muchos, se portó como un villano con un portero legendario.

Casillas, un héroe para muchos, se portó como un villano con el club de sus amores.

En esta historia no hay personajes buenos.

¿Fin?