El tradicional café con leche de Veracruz es un madrazo de nostalgia

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El tradicional café con leche de Veracruz es un madrazo de nostalgia

El Gran Café de la Parroquia es una probadita de México. Si no es por el lechero, ve por la bomba o por el ambiente jarocho amenizado por el trío de arpa, jarana y guitarra de son.

Le preguntes al taxi de al lado con acento caribeño o al viejillo que se traslada con su marimba en la banqueta, todos saben dónde está el Gran Café de la Parroquia. Justo enfrente del malecón del puerto de Veracruz, posan con mirada tranquila los dos establecimientos. Dentro de sus ventanales, alimentan y dan cafeína a sus clientes perpetuos y a los turistas del Atlántico. Si te preguntas por qué son dos y porqué están pegados pared con pared, es porque casi siempre ha sido empresa familiar y así como en casa de estos dos hermanos, cada uno tenía su propia habitación. Tiempo después tuvieron su café face to face en el mismo puerto. Ahora, los dueños descendientes son primos que mantienen su convivencia familiar y laboral con doble sonrisa de cuadra a cuadra.

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Desde el baño del lugar, se remarca el ambiente pueblerino con las señoras que platican gritando de retrete a retrete: "Fíjate que… ¡y mentiras!… Vamos a cortar el listón de las bancas y ya… Un regalito, algún detallito". Abarcan cinco temas en cuatro minutos mientras se bajan el zíper, hacen lo suyo, se acomodan, se lavan las manos frente al espejo sin casi verse a los ojos, porque están muy ocupadas en hablar más que su comadre.

La primera opción del menú es "el lechero", el café con más historia. Te traen primero una quinta parte del vaso con la droga negra y el mesero hace un tintineo con la cuchara y el vidrio del vaso. En este lugar hasta el sonido de la cuchara contra el vaso tiene su por qué y viene de años atrás. A finales del siglo XIX, los conductores de los tranvías sonaban su campana antes de pasar por el establecimiento para que les tuvieran listo y a la mano el café con leche. Así que después de esta campanadita en tu mesa, se crea un eco a lo largo del lugar que se une con el de los demás clientes que lo piden. ¿Qué aparece con este llamado? Otro de los uniformados en beige y café, un hombre canoso con aspecto cincuentero que se ve que lleva años y años deambulando entre las mesas. Un mesero que sabe dónde pisa y cómo servir la leche en una cascada blanca y alta y cada vez más alta, en un micro espectáculo limpio sin derramar ni una gota fuera del vaso. Cuenta orgulloso, que la mayoría de los empleados llevan 20 o 30 años trabajando ahí: al parecer se respiran las raíces de la tradición en el edificio y deja a los clientes y a los trabajadores atraídos a volver al olor diario del café.

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Concha rellena de mermelada

Tal como la Conquista, el café pisó primero Veracruz. Se plantó como mexicano por primera vez en tierras jarochas en 1796 y en 1808 ya existía El Gran Café de la Parroquia a unos pasos del puerto. Las cafeteras italianas se introdujeron al negocio desde 1914, año en el que circulaban monedas y billetes con el nombre de Café de la Parroquia: los podías usar para pagar tu bebida matutina o para otros establecimientos de la ciudad. En 2008, en el aniversario 200, exportan sus delicias a Texas, Estados Unidos. Hay hasta un timbre postal conmemorando los 205 años de historia.

Después de esta bocanada de historia, volvemos a la mesa. Para acompañar el café cae bien algo de comida. La bomba o"concha" es especial (digo el adjetivo especial para evitar el charco común de exquisita, deliciosa, riquísima, aunque admito, la describen mejor) porque la extirpan y le meten de todo. Nata, mermelada, cajeta, chocolate o por qué no, frijoles y queso. Algo que también no debes dejar de probar es la recomendada tortilla española con rajas poblanas.

El Gran Café de la Parroquia es una probadita de México. Si no es por el lechero, ve por la bomba o por el ambiente jarocho amenizado por el trío de arpa, jarana y guitarra de son. Un escritor en la mesa de al lado estará firmando autógrafo de su libro con un alumno o con un lector, una extranjera estará concentrada en grabar el video de la cascada alta y blanca mientras le sirven, un niño correrá entre las patas de tu silla mientras la mamá le llama de lejos y alguna ancianilla estará escuchando nostálgica la canción de su amor perdido en la misma mesa en la que ha degustado su café por años y años.