Michael Nicholson tiene 75 años y es un apasionado del estudio. En este momento tiene un impresionante currículum de un grado universitario, dos grados asociados, 23 másteres, tres grados especializados y un doctorado. Ha pasado 55 años seguidos de su vida estudiando en la universidad para obtener un total de 30 títulos, por lo que ha tenido a bien dar unos cuantos consejos para los estudiantes del 2020.
Me levanto a las cuatro de la madrugada y camino unos 3 km. No quiero decir que haya que levantarse a esa hora, pero sí es conveniente tener algún tipo de rutina. Si te duermes y llegas tarde a clase, vas a tener que pasarte el día corriendo para ponerte al día.
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Cuando iba al seminario, teníamos que lleva traje y corbata. Ahora las cosas han cambiado. Francamente, siento vergüenza ajena por las cosas que veo cuando voy a clase. Todo el mundo tiene un aspecto desaliñado. No saben vestirse. Yo, cuando voy a clase, me pongo pantalones chinos y camisa. No iría con vaqueros, pantalones cortos o sandalias, como van ahora todas las chicas. Hace cincuenta y sesenta años, las chicas llevaban zapatos y calcetines, faldas y vestidos, y se hacían cosas en el pelo.
En mis tiempos nadie se atrevía a hacer el ganso. Hoy, en cambio, todo vale
Hoy día hay gente que incluso come durante la clase. Se traen el almuerzo y un refresco o una botella de agua y lo ocupan todo con sus cosas, además del ordenador. No me extraña que los profesores se sientan frustrados, porque mientras dan clase y entregan material a los alumnos, estos están mirando sus portátiles y haciendo cien cosas a la vez. En mis tiempos nadie se atrevía a hacer el ganso. Hoy, en cambio, todo vale.
He estado estudiando durante 55 años seguidos. Me gustaba mucho y, además, me daban títulos. Al final me acostumbré a ir a clase y me propuse seguir haciéndolo hasta que pudiera. Cuanto más aprendía, más quería saber. Me encantaría poder estar en clase ahora mismo, pero hace un par de años tuve que dejarlo. Como me dijo mi médico, me estoy haciendo viejo. Así que ahora intento acostumbrarme a ello.
Cuando empecé la primera carrera, no tenía muy claro qué quería hacer con mi vida, pero sí tenía una idea general de qué conocimientos necesitaba. Fui al Detroit Bible College, y todos los años el director daba el mismo mensaje a los alumnos: “No dejéis de estudiar demasiado pronto”. El hombre se preocupara porque todos acabáramos la carrera. Y yo también daría el mismo consejo a los jóvenes: que no dejen de estudiar.
Lo importante es estudiar algo que te guste, no importa qué. Si no, lo más seguro es que lo dejes a la mitad
Lo importante es estudiar algo que te guste, no importa qué. Si no, lo más seguro es que lo dejes a la mitad. La cosa está en sacarse el título, que te abrirá las puertas a otros estudios superiores o a carreras que no tengan nada que ver con lo que has estudiado. Mi mujer, por ejemplo, se formó para ser profesora y estuvo un tiempo ejerciendo, pero los últimos 37 años los ha pasado trabajando en el campo del procesamiento de datos.
Conocí a mi mujer mientras trabajaba en Bible College. Luego me trasladé tres años a Dallas para ir al seminario mientras ella estaba estudiando en Detroit. Nos escribíamos y de vez en cuando hablábamos por teléfono. Nos casamos cuando estaba entre el tercer y cuarto año de seminario.
Los estudios en el seminario fueron los que más disfruté. Allí aprendí a ser un estudiante. Estaba lejos de casa, solo, y tenía que regresar demostrándome a mí mismo que había sacado provecho de aquello, por amor propio. Eso implicaba no dejar las tareas para el último momento. Si tenía que hacer un trabajo, debía empezarlo tres semanas antes de la entrega.
No me llevaba bien con mi compañero de habitación. Era un chico muy expresivo e impulsivo, y yo siempre he sido muy tranquilo. Siempre tenía algo que decir sobre cualquier tema. Pero bueno, reconozco que aprendí muchas cosas buenas de él. Como ya llevaba dos años allí cuando yo entré, me pasó algunos libros de texto y varios de los trabajos que había hecho. No os peleéis con vuestros compañeros de habitación si no os caen bien, porque siempre podéis aprender algo de ellos.
Es increíble lo que se puede aprender manteniendo la boca cerrada. Casi todo el mundo quiere hablar
Es increíble lo que se puede aprender manteniendo la boca cerrada. Casi todo el mundo quiere hablar. A mí me gusta escuchar a la gente y hacer preguntas, y nunca pretendo contarles todo lo que sé, porque por lo general saben más que yo.
Yendo a clase aprendes mucho de los otros alumnos, sobre su visión de las cosas. Te enteras de dónde vienen, del entorno en el que han crecido y de lo que pueden aportar al grupo. El profesor a veces también habla de sus experiencias en ve de limitarse a dar una clase magistral.
A fin de cuentas, ese es el objetivo de estudiar en la universidad: encontrar un trabajo, por descontado, pero también ampliar tus horizontes y tu visión del mundo.
Es muy importante escuchar a los profesores. Estás en su clase, así que no es muy inteligente intentar desafiarle. Si discrepas con el profesor, habla con él. Por ejemplo, para graduarme en Derecho Penal —mi trigésima carrera—, tuve que hacer un proyecto final de al menos 75 páginas. Como soy cristiano, escogí como tema los ministerios carcelarios basados en la fe. Durante mis investigaciones, leí sobre un hombre que se había entregado a la fe cristiana mientras cumplía condena. Creo que era el autor del disparo que acabó con la vida de Kennedy. He ido a visitarlo a prisión en dos ocasiones en los últimos dos años y él me ha enviado 27 cartas.
Tuve varias conversaciones sobre esto con el profesor que estaba supervisando mi proyecto. Hablamos sobre el asesinato de Kennedy y yo le dije, “Yo creo que ocurrió de esta forma”. Si directamente le dices, “Estás equivocado, no sabes lo que dices”, lo único que vas a hacer es buscarte problemas. Lo mejor es exponer tu punto de vista y pruebas que lo respalden.
Acabé el proyecto con una presentación de mi punto de vista sobre el asunto de Kennedy y la conversión al cristianismo de su asesino en prisión. Y mi profesor lo firmó, junto a otros tres doctores, pese a que ninguno de ellos estaba de acuerdo con mis argumentos. Pero lo hicieron porque expuse mi postura de forma convincente y no pudieron rebatirla. Así es como trato con los profesores.
A mí me da miedo endeudarme. No me gusta deber nada a nadie. Cuando debes algo a alguien, estás bajo su control
No tengo ninguna deuda. Empecé a repartir el periódico Detroit a los once años, haciendo la misma ruta durante otros once y estudiando en la universidad al mismo tiempo. Así me costeé los cuatro años de carrera, repartiendo periódicos todos los días. Claro que en aquella época estudiar no era tan caro como ahora. En cualquier caso, las tasas nunca han supuesto un problema. Más tarde trabajé como profesor y poniendo multas en el parking de la universidad durante once años, siempre compaginando el trabajo con los estudios.
Sé que la deuda media de los estudiantes en EUA después de terminar el cuarto año de universidad es de 30.000 dólares. ¿Vale la pena? Pues no lo sé. A mí me da miedo endeudarme. No me gusta deber nada a nadie. Cuando debes algo a alguien, estás bajo su control.
Seguiría estudiando si no fuera por mi estado físico. Ese es mi consejo: no dejéis de estudiar. Seguid haciéndolo todo el tiempo que podáis.
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Traducción por Mario Abad.