Fotos de estudiantes de arte de los 90
© Matthew Finn. Del libro

'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

Fotos

Fotos de estudiantes de arte a finales de los 90

El nuevo libro de Matthew Finn, ‘School of Art’, muestra cómo lucía hace 20 años toda esa ropa que te compras en el mercadillo de segunda mano.
Ellis Jones
London, GB
MA
traducido por Mario Abad

Matthew Finn tenía 24 años cuando empezó a dar clases de fotografía en una escuela de arte de las afueras de Londres. Era finales de los 90: Tony Blair acababa de asumir la presidencia del Reino Unido al frente del Nuevo laborismo, las bandas de Britpop copaban las listas y la gente joven se sentía verdaderamente orgullosa de su país.

Para Finn, aquella también fue una época de experimentación durante la cual siguió intentando averiguar su identidad y qué clase de fotógrafo quería ser, al igual que los alumnos a los que daba clases. Por ello no resulta sorprendente que acabara apuntando el objetivo hacia ellos, precisamente. El resultado es una extensa serie de retratos en blanco y negro de gran belleza que Finn hizo entre 1995 y 2003, antes de trasladarse a otro centro (donde continuó fotografiando hasta 2015).

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Con motivo de la publicación de su libro, School of Art, que presenta una selección de retratos realizados en 1997, me reuní con Finn para hablar sobre su proceso creativo y sobre cómo eran las escuelas de arte en los 90.

VICE: ¿Qué puedes contarme de tu nuevo libro?
Matthew Finn: School of Art es una colección de fotos tomadas en 1997 en una escuela de arte de Inglaterra. Aquel fue un año decisivo para la cultura artística y política británica. Empezaba una nueva era laborista liderada por Tony Blair, lo cual era ideal para un artista de izquierdas. Hubo una gran explosión de jóvenes artistas británicos por los que los estudiantes no dudaron en mostrar su admiración y comprensión. La música británica experimentó un auge tremendo. En este libro intento retratar ese periodo de la historia.

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© Matthew Finn. Del libro ‘School of Art’, publicado por STANLEY/BARKER

Entonces, ¿la serie cubre un periodo de muchos años, pese a que el libro represente solo una pequeña parte?
Sí, todos mis proyectos están basados en su duración. El libro que hice antes era un proyecto que duró 31 años. Pero para este, me pareció que el año 1997 lo englobaba todo y permitía tomar la imagen de un estudiante de una escuela de arte cualquiera y situarla en un momento cultural de especial relevancia.

Hablas de “escuela de arte cualquiera”. ¿Por qué esa vaguedad respecto a este detalle en concreto?
En parte porque quería que fuera más universal. Lo que estoy intentando no hacer es un folleto corporativo de una escuela de arte. Esto no es Central Saint Martins ni el Royal College. Era una escuela victoriana, como tantas otras, con los techos altos, suelos de parqué… Y lo que allí se enseñaba también era universal.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

En aquel entonces tenías 24 años y supongo que enseñabas fotografía a esos alumnos, ¿no?
Sí, les presentaba ideas, conceptos y técnicas. Nos pasábamos el tiempo en el cuarto oscuro y en los estudios. Yo también aprendía; no era mucho mayor que mis alumnos y acababa de salir de la universidad, como quien dice. Estaba en proceso de descubrirme, de saber qué clase de fotógrafo quería ser, y en muchos aspectos era igual que mis alumnos, así que todos nos apoyábamos mutuamente y aprendíamos juntos.

¿Cómo se te ocurrió la idea para esta serie?
Nunca planifico mis proyectos; no viajo por todo el mundo en busca de sujetos a los que fotografiar. Tampoco pretendo enviar ningún mensaje político a través de este medio. Siempre he querido ser un fotógrafo urbano, pero nadie me pagaba por hacerlo y necesitaba trabajo, así que pensé, Estoy en esta escuela cinco días a la semana, ¿qué más puedo hacer aparte de dar clases? Acabé fotografiándoles porque estaban ahí, físicamente. Si hubiera estado montando coches en una fábrica, habría fotografiado gente y coches. Fue porque estaban ahí. A mí me interesa la gente, y en esa época nadie ponía el grito en el cielo porque hicieras fotos a unos adolescentes.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

¿Cómo era el proceso de creación?
Ves a un alumno y en ese momento la luz que hay te parece estupenda o te encanta la ropa que lleva, así que le preguntas si le importaría que le hicieras una foto. Era un entorno muy reducido, quizá había unos 300 alumnos. Tenías que conocerlos a todos muy bien. Al final se acostumbraron. Muchos de ellos estuvieron en el estreno de mi libro. Fue muy curioso verlos recordar qué aspecto tenían hace 20 años.

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Has dicho que a veces te llamaba la atención cómo vestían tus alumnos. Parece que hoy día mucha gente viste exactamente de la misma manera. ¿Te interesan los ciclos en la cultura juvenil?
Sí, todo vuelve: la música que escuchamos, cómo la reproducimos, la ropa que llevamos, ciertas marcas y logos… Y dentro de seis meses será otra cosa. Esos chavales estaban buscando su identidad, y en las escuelas de arte, desde luego, una forma de hacerlo es a través de la ropa, ya que te identifica como parte de un grupo. Si, por ejemplo, te gusta el heavy metal, irás un poco uniformado.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

Antes comentabas que la llegada del Nuevo laborismo a finales de los 90 resultó muy atractiva para los artistas, que revivió una esperanza que no se había sentido durante toda una generación. ¿Se refleja eso en tu relación con los alumnos? ¿Hablabais de política?
Hablábamos mucho de política. En aquella época Nan Goldin estaba empezando a hacerse un nombre, por lo que había mucho debate sobre política sexual. Los alumnos se implicaban en política y eso se notaba en gran parte del trabajo que hacían. Esto era antes de que la gente expresara sus miedos y sentimientos por Instagram o Facebook: lo hacían a través de su obra.

Sus obras podían llegar a ser muy personales. Si tenían problemas en casa, quedaba reflejado en lo que hacían. Pasábamos mucho tiempo en la Saatchi Gallery cuando estaba en St John’s Wood. Veíamos a Tracey Emin borracha por la tele, a las tantas. Eran referentes increíbles y todo estaba politizado. Nos encantaba debatir porque la única forma que teníamos de comunicarnos era hablando. No había mensajes de texto ni ordenadores.

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© Matthew Finn. Del libro 'School of Art', publicado por STANLEY/BARKER.

Es fácil olvidar que hubo una época en la que no existían los mensajes de texto, en que había que hablar.
Muchos de esos estudiantes estaban furiosos. Tenían problemas de salud mental no diagnosticados ni reconocidos. Antes bebíamos mucho, fumábamos y nos drogábamos, y las escuelas de arte eran un entorno lo suficientemente liberal como para que a nadie le importara; todo el mundo se sentía seguro, en cierta medida. La cuestión era producir, y la obra resultante era increíblemente expresiva: penes gigantescos de papel maché llenos de agujas hipodérmicas clavadas. En un folio A4 explicábamos de qué iba la obra, pero el director no lo aprobó y los alumnos se enfadaron. Fuimos a un periódico local. Esos chavales no estaban dispuestos a aceptar lo que ninguna autoridad tuviera que decirles. Te decían: “Pues yo soy así. Es como quiero ser. Que os den”. Era una época, también, en la que teníamos a Tracey Emin y Sarah Lucas, mujeres fuertes que eran visibles por primera vez, activas, sexuales y grandes artistas.

¿Cómo fue tu experiencia en la universidad en comparación con la de tus alumnos?
¡Fue un caos! No había una enseñanza formal… Básicamente hacías lo que querías. Te emborrachabas con tus profesores. Éramos una comunidad muy unida. No había papeleos. Mi experiencia fuera de la universidad fue muy liberadora. A mí, personalmente, no me gustaban demasiado las limitaciones de la universidad, y creo que muchos otros estudiantes de arte pensaban lo mismo. Luego de repente se veían libres y con la posibilidad de tomar sus propias decisiones. Podían liarla. Tenían tiempo de fracasar y no pasaba nada. Ahora no: todo el mundo está obsesionado con las calificaciones. Pagan mucho dinero por estudiar y eso hace que se crean con derechos. Eso no pasaba antes; los estudiantes se limitaban a crear y a averiguar cosas por sí mismos.

Este artículo apareció originalmente en VICE UK.