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Cultură

Tranquilos, es normal odiar a los ‘influencers’ que sacan libros

Llevas cinco años intentando vender tu gran novela y ves como los famosos de Instagram te adelantan por la derecha.
Imagen vía Laura Escanes

No sé, ¿cuánto tiempo llevas? Me refiero a cuánto tiempo llevas intentando que alguien edite tu libro. Son cinco años ya, ¿no? Llevas cinco años intentando “terminar” —de hecho casi ni has empezado, llevas solo cinco páginas de Word— y vender tu gran novela, esa historia de un chaval de pueblo que se larga a la gran ciudad para perseguir su sueño (ser el mejor saxofonista de jazz de occidente) pero ahí solo encontrará miseria y soledad, los ingredientes perfectos para madurar y darse cuenta de que ya va siendo hora de regresar a casa, esa historia jamás contada en la historia de la literatura. Pues bueno, que sepas que peña de la talla de Laura Escanes, Dulceida, El Rubius, Aless Gibaja, Pelayo Díaz o Irene Noren ya tienen, o están a punto de tener, su libro editado y tú aún no tienes una mierda.

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Sí, acabas de descubrir que esta gente se han marcado un libro en medio año y te sientes un pedazo de mierda, te entran ganas de caminar lentamente hacia el mar con los bolsillos llenos de cemento y desaparecer para siempre.


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No es que te joda —que también— que a peña a la que seguramente le suda completamente escribir y que tiene una idea mucho menos romántica y mucho más realista de lo que supone editar un libro en el siglo XXI, haya editado algo; lo que más te molesta es descubrir la poca capacidad de esfuerzo que tienes, ya sea a la hora de sentarte a escribir o de intentar “vender” tu historia de mierda. Instagramers, youtubers y gente que vive de la más absoluta nada está editando libros y tú no. Porque claro, esa nada de la que viven —proyectar una falsedad en los medios y en las redes y monetizarla— es lo que aspira gran parte de la sociedad.

“Estoy trabajando muy a saco en mi primera novela”. Ahora mismo esta frase que tan a menudo esgrimías con ímpetu al charlar con tus colegas mientras tomabais cervezas se te clava en la cara. Cada palabra impactando y deformando tu rostro. Corres hacia el ordenador y abres el Word para ver cuántas palabras llevas escritas de tu libro, 7.000. Solo 7.000. Esto es muy poco, eres un mierda.

Ellos han soltado palabras al mundo, palabras que han penetrado cerebros ajenos. Sus ideas habitan en la gente mientras las tuyas se pudren en tu cabeza

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Cualquiera de estos influencers ya ha escrito más palabras que tú, ya ha pasado más rato que tú delante de un ordenador. Ellos han soltado palabras al mundo, palabras que han penetrado cerebros ajenos. Sus ideas habitan en la gente mientras las tuyas se pudren en tu cabeza. Tiendes a pensar que lo que escriben es mierda pero, joder, ellos tienen derecho a escribir, ¿no?

No se puede vetar a nadie. Bueno, sí, tú te estás vetando a ti mismo con tus excusas de “tengo que ir a comprar arroz al súper” o “venga, hoy me voy a tomar unas cañas con el Alfredo que desde lo que le pasó en las piernas no lo he vuelto a ver”. Hace meses que eres incapaz de sentarte y concentrarte y avanzar. Si tanto te cuesta es que quizás no deberías intentar escribir nada. Déjalo, salta del barco.

Como me rodeo de literatos he preguntado a varios escritores qué les parece que toda esta peña esté sacando libros y ellos no. Marcos Jávega lleva varios años escribiendo un libro que, finalmente, será publicado dentro de unos meses. “Me cuesta mucho sentir rabia por estos nombres aleatorios que me sugieres (no sé quiénes son) pero supongo que la culpa la tiene la codicia de la industria, los chavales supongo que son inocentes”, me comenta. “En cualquier caso, creo que la literatura de calidad y los libros de usar y tirar se mueven por circuitos distintos, incluso diría que es peor cuando quieren venderte un libro mediocre como la gran novela del siglo”.

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Está claro que todo estos libros de la sección YouTube de la Fnac y similares forman parte de un ecosistema totalmente distinto al de las grandes novelas, y esta idea es precisamente el problema, el posicionar por encima el valor de una literatura sobre otra, como a veces le pasa a la ciencia ficción y a la fantasía.

Odiemos pues cada libro que saquen estas personalidades porque en su triunfo veremos reflejado nuestro propio fracaso

Enrique Rey, escritor y bebedor de Madrid que aún no ha publicado nada, me comenta que “la gente que escribe suele ser muy vanidosa (tienes que serlo para atreverte a añadir más ruido al ruido), así que tendemos a pensar que para escribir un libro es necesaria una sensibilidad muy especial que se manifiesta de las maneras más extrañas: yendo los jueves por la tarde a ver salir a Javier Marías de su casa de la Plaza de la Villa, dándole un papel con tu dirección a los camareros del barrio para que puedan pedirte un taxi o discutiendo a gritos con tu madre si los cien euros de tu cumpleaños son ‘para ropa’ o ‘para salir’. En esto se te va yendo la vida y cuando te quieres dar cuenta tienes envidia de El Rubius o de Laura Escanes porque han sacado un libro y además se lo merecen (como cualquier cosa buena que les pase) más que tú”.

La escritora Patri Di Filippo cree que "si no existieran este tipo de best-sellers, habría que inventarlos. Lo que quiero decir es que estos libros, al despertar la indignación de "enteraos" de la literatura por no entender cómo tan poca calidad se venda en tanta cantidad y toda eso, nos obligan a preguntarnos todo el rato por la esencia misma de la literatura. ¿Qué hace que un texto se auténtica literatura o no¿ ¿Qué hace de un escritor un escritor? Etcétera. Solo por eso me parecen un fenómeno interesantísimo".

Al fin y al cabo odiar los compendios de letras y palabras de toda esta gente es un acto de puro sadomasoquismo, este odio que se vertebra y dirige hacia los influencers es realmente la constatación de la propia inutilidad. Odiemos pues cada libro que saquen estas personalidades porque en su triunfo veremos reflejado nuestro propio fracaso, la constatación fuerte y eterna de que nosotros somos los mierdas.