Gente que se enamora en festivales: algunas historias de amor

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Guía de Festivales

Gente que se enamora en festivales: algunas historias de amor

Los festivales son una fábrica inagotable de historias de amor. Aquí os presentamos algunas de nuestras favoritas.
MC
ilustración de María Corte

Os tenemos que confesar una cosa. Para esta guía queríamos hacer un artículo sobre el amor. Teníamos la idea de hacer una recopilación de consejos para ligar en un festival, pero la verdad es que cuando nos sentamos a pensar estas recomendaciones, fuimos rememorando historias de ligar en festivales, algunas con final feliz, otras más trágicas, otras divertidas… Al final, estas historias nos hicieron cambiar de opinión y convertir este artículo en una serie de relatos de ligoteo en festivales.

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Seguramente vosotros mismos conocéis unas cuantas; hay mil historias de amor que han surgido en festivales. Aquí os dejamos con algunas de nuestras favoritas.

Marc, 33 años

Verano de 2012, Arenys de Mar. Fui con dos amigos a la primera edición del FEM. Tocaban unos cuantos grupos, pero a mí solo me interesaban Anicet Lavodrama y Joan Colomo. Tan solo llegar, me acerqué a la barra para pedir una copa. Fue la primera vez que vi esos ojos verdes. Me quedé prendado de la camarera. Cogí mi bebida y me quedé cerca escuchando a Anicet. No pude parar de mirarla en todo el concierto. Al acabar, me acerqué y me quedé en la barra con mis amigos.

Como era un festival pequeño, y no había mucha gente, conseguimos incluir a la camarera en la conversación. Me pareció lo más parecido a "la mujer de mi vida": reía con mis chistes malos. Unas cuantas copas después, Joan Colomo empezó a tocar. Me acerqué al escenario. Noté que alguien se ponía a mi lado: era ella. Cantamos juntos, bailamos, reímos… hasta que acabó el concierto y nos fuimos a tomar la última copa a solas. Y nos besamos.

Nos gustamos tanto que los días siguientes no pudimos parar de estar juntos. La relación duró dos años. Aún hoy, soy incapaz de escuchar "El Xiprer" sin rememorar esa noche.

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Marta, 30 años

Con una amiga hemos usado un par de veces una técnica bastante divertida a la que llamamos “el tarjetazo”. Para ejecutarla necesitas tener tarjetas de visita de tu empresa. Cuanto más guay sea la empresa, mejor. Se tiene que poner en práctica en los momentos finales de un festival y normalmente en el caso de que no hayas pillado cacho.

Consiste en mirar a tu alrededor, detectar a los chicos que te gusten y proceder a entregarles una tarjeta. Con un poco de suerte, durante la semana siguiente recibirás una llamada. En mi caso, una vez funcionó muy bien. En los últimos momentos del Primavera, les di mi tarjeta a 3 chicos. Los tres me escribieron días después aunque solo quedé con uno de ellos. Quedé un par de veces con él antes de que se volviera a Eslovaquia, de donde es él. Pero cada vez que viene a Barcelona nos vemos y siempre nos reímos de la historia de las tarjetas.

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Arnau, 28

Alex me empezó a seguir en Facebook mucho antes de conocernos. No quedábamos ni nada de eso, simplemente nos seguíamos en las redes sociales. No nos habíamos visto nunca ni nada y fue en el Sónar 2015 que en un momento que ambos fuimos a descansar a la zona de los foodtrucks, nos vimos. Yo lo miraba a él y él me miraba a mí todo el rato. Yo estaba con un grupo de amigos.

Él estaba haciendo el burro, levantando la pierna y haciendo cosas raras.

Yo realmente no me había dado cuenta de quién era hasta que un amigo me lo dijo, porque él también lo seguía en redes.

Al día siguiente me abrió en Instagram y me dijo «La próxima que me veas me saludas, ¿no?». Ya no coincidimos en el festival, pero ese domingo quedamos y seguimos juntos.

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Viki, 23 años

Fue en un festival de Barcelona en el 2012. Yo estaba con mis amigas. Bueno, en realidad nos habíamos juntado con el típico grupo de amigos de amigos y todo el tiempo nos parábamos a saludar a gente. Nosotras nos aburríamos mucho porque no queríamos saludar a nadie y entonces decidimos tomarle el pelo a alguien que estuviera por ahí cerca.

Teníamos unas bolsas llenas de caramelos de menta que en aquella edición del festival se repartían por todos lados. Entonces vimos a un chico y le dijimos, "Hey, ¿quieres unos caramelos?". Y el tío flipó porque teníamos unas bolsas llenas. "¿Cómo es que tenéis tantos?", nos preguntó. Le dijimos que el padre de mi amiga era el dueño de la empresa de los caramelos y él alucinó. "¿Cómo es la vida de la hija del dueño de una empresa así?", nos preguntó. Pensamos que el tío estaba loco y nos fuimos a un concierto.

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Pero más tarde, a la salida del festival, como a las seis de la mañana, nos lo volvimos a encontrar. "Heeey las de los caramelos", nos gritó. "¡Qué palo!", pensamos. Yo iba con mi amiga Cris y ella se iba a Manresa en coche… Así que me quedé sola con el chico, que se llamaba Matías. "¿Hacia dónde vas?", me preguntó. "Superlejos, tengo que pillar el tren". "¡Yo también!". El caso es que fuimos como una hora en el tren juntos, típico trayecto superdecadente con gente dormida. Fuimos comentando la VICE, que nos la habían dado en el festi. Como él no hizo ningún avance, yo pensé que era gay. Soy así de creída.

Durante los siguientes meses nos fuimos encontrando en el tren y finalmente en fin de año nos liamos. Todavía seguimos juntos.

Javier, 41 años

Fue hace ya algunos años en el BBK. Era un periodo en el que mi vida iba un poco a la deriva después de varios cambios devastadores. En medio de ese torbellino me encontraba una noche en la antigua sala 2 de Apolo, junto a la barra. Yo no estaba en plan de ligoteo ni nada, era un descanso entre conciertos y escuchaba la música mientras miraba a la gente. Había una chica rubia bailando cerca de mí. Me gustó bastante y me la quedé mirando. Ella me respondió con una sonrisa. Había algo en esa sonrisa que me transmitió algo, algo bueno, como una especie de paz interior, aquello que tanto faltaba en mi vida en aquellos momentos.

Entonces, de repente, ella se acercó a mí, me cogió la mano, dio una vuelta bailando y se fue, pero literalmente, salió por la puerta. ¿Sabéis eso de las pelis que el chico se queda como hechizado? Así me quedé yo.

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Cuando parecía que todo se había terminado, al día siguiente me la encontré casi en el mismo sitio. Le hablé en inglés porque calculé que no era española pero me equivoqué. Era de Menorca pero con un origen poco convencional. Hablamos, bailamos toda la noche y ya llevamos casi cuatro años juntos.

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Manuela, 27 años

Edu y yo nos conocimos en una red social hace bastante tiempo. Nos gustábamos mucho, pero no pasó nada porque fue demasiado increíble y los dos estábamos asustados. Dos semanas después empezamos a trabajar juntos y fuimos amigos durante unos meses hasta que llegó el Primavera Sound. Recuerdo que yo sabía que él iba a ir y esperaba verlo por allí. Estaba a punto de comenzar el concierto de Bad Bad Not Good. Yo estaba en primera fila, me giré y allí estaba él. Fue superbonito, estuvimos en el pogo y a él se le cayeron las gafas y alguien las pisoteó, las encontró, fue mucha euforia. Él comía todo el rato patatas de sabor jamón (qué asco).

Fuimos a ver un rapero y después nos perdimos, pero ambos queríamos ver a King Lizzard así que nos teníamos que ver por ahí. En el concierto había muchísima gente y estuve perdida por ahí un rato y llamándonos, pero ninguno lo escuchábamos. Finalmente nos encontramos y pasamos el resto de la noche juntos por el festival.

Cuando cerraron el recinto fuimos a buscar un sitio donde seguir hablando y acabamos en el bufé libre de un hotel de 5 estrellas, fingiendo que éramos una pareja casada de guiris discutiendo porque él había decidido reconocer que era gay. Gritábamos un montón y al final nos fuimos corriendo sin pagar en un taxi.

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"Serán dos paradas", le dijo él al taxista. ¡Yo pensaba que iba a suceder esa noche! Pero pasaron dos semanas y al final nos liamos en una discoteca que se llama Brisas del Caribe. Pero todo lo importante sucedió en un festival, vamos.

Laia, 23 años

Trabajé con dos amigas cortando entradas en el Vida, un festival que se hace en Vilanova i la Geltrú, cerca de Barcelona. Dormíamos allí, en un camping, e íbamos a trabajar cada día. Con nosotras trabajaba un chico que se llamaba Arnau, que era de Vilanova. Desde el principio hubo muy buen rollo, cuando teníamos libre pues también estábamos juntos con nuestras amigos y eso.

La segunda noche del festival nos liamos en un concierto de John Talabot y cuando acabó el festival nos pasamos el teléfono y quedamos en Barcelona y la cosa iba muy bien.

Después, yo me fui cuatro meses de viaje con una compañera de la universidad y estuvimos separados pero manteniendo el contacto. No lo llevamos mal, pero estuvimos separados.

Cuando volví, él estaba viviendo en Andorra, donde estuvo tres meses más… Nos veíamos dos o tres veces al mes.

Ahora casi hace un año que somos pareja. Él vive en Vilanova y yo en Granollers, son 64 kilómetros de distancia, una hora en coche. De aquí a unas semanas vuelve a ser el Vida y supongo que volveremos a trabajar juntos.

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