Drogas

¿Cómo son las salas de consumo de drogas ilegales?

En estos centros se consumen drogas bajo el control de profesionales y en Europa abundan. ¿Nos vendrían bien en Latinoamérica? 
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Foto cedida por el Centro Socio Sanitario de Atención a las Adicciones - Fundación Gizakia  

A finales de septiembre se hizo viral en Twitter un video mostrando la realidad del barrio Kensington en Philadelphia: gente en situación de calle consumiendo drogas en un contexto de precariedad. La misma escena que se puede ver en el video sucede en otros distritos de Estados Unidos como San Francisco o Los Ángeles, y si volamos a Europa, en ciudades como Madrid, Lisboa o Roma, las mismas imágenes son repetidas. 

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Después de leer comentarios sobre el video, vi varios tweets que comentaban la necesidad de poner más salas de consumo y me pregunté ¿qué es una sala de consumo? Estas salas son definidas por la Unión Europea como centros donde se consumen drogas ilegales y que están bajo el control de profesionales con el objetivo de reducir riesgos de transmisión de enfermedades, muertes por sobredosis o transmitir la posibilidad a los consumidores de otros métodos de tratamiento legales

“Suelo acudir con bastante frecuencia. Me ayuda saber que tengo personas con grandes conocimientos y que no me pasará nada”, relató Floren. Él tiene 40 años, es de Barcelona y va a una sala de consumo próxima a su casa para drogarse. Floren no vive en la calle, él tiene su piso en el centro de la ciudad y de lunes a viernes tiene un trabajo, pero es adicto a las drogas y necesita ir a estos espacios para consumir y a la vez estar tranquilo. 

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​Foto cedida por el Centro Socio Sanitario de Atención a las Adicciones - Fundación Gizakia ​

Hablando con Floren me cuenta cómo descubrió estas salas de consumo y relata: “Un día consumí en la calle y pasé bastante miedo. Una persona que duerme todas las noches muy cerca de mi casa me contó que ella acudía a estas salas y desde entonces voy”. No pregunté a Floren cómo comenzó a consumir o si tiene pensado en algún momento ir a algún centro de desintoxicación, solamente hablé con él sobre estos centros y él fue claro en que “son necesarios para que menores no tengan que ver personas consumiendo en las calles o para evitar que existan contagios de enfermedades como VIH o hepatitis. Tengo un amigo que murió así”. Después de esta explicación, comprendí un poco la vida de Floren. 

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Actualmente el mapa de salas de consumo en Europa está creciendo. La primera sala se creó en 1986 en Berna (Suiza), para 2018 en España había 13 en siete ciudades pero cada vez hay más.

Portugal despenalizó en el 2001, es decir, hace ya 20 años, el consumo, la adquisición y el uso tanto en el ámbito público y privado de drogas. Desde entonces la reducción de transmisión en enfermedades como el VIH pasó a ser la mitad (en 1999 se detectaban un millón de casos y aldía de hoy un total de 104), tal y como informó mediante datos publicados la Agencia Piaget para el Desarrollo

En la ciudad de Bilbao en España, Médicos del Mundo Euskadi estuvo varios años llevando la coordinación y supervisión de una sala de consumo. “Una sala de consumo solamente tiene aspectos positivos”, afirma Santos Arrieta Galey, Coordinador de Médicos del Mundo Euskadi. 

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​Foto cedida por el Centro Socio Sanitario de Atención a las Adicciones - Fundación Gizakia ​

Dicha sala ahora está dirigida por la Fundación Gizakia, y para conocer cómo fue la experiencia por parte de Médicos del Mundo Euskadi pedí a su coordinador que me mencionara ventajas que tiene una sala de consumo (en este caso se consumen drogas por vía intravenosa) en una ciudad y me respondió con claridad que “el consumo se hace con buenas condiciones higiénicas y sanitarias, las personas tienen la opción -partiendo de la premisa de que van a consumir- de hacerlo en las mejores condiciones posibles y mejora la calidad de vida del barrio. Es un recurso que está completamente integrado en el organigrama”. 

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Actualmente el Centro Socio Sanitario de Atención a las Adicciones de Bilbao está dirigido por la Fundación Gizakia. Aitor Ruiz Cortazar, coordinador de la sala de consumo supervisado, argumentó que el objetivo de estos centros es la reducción “de la morbilidad y la mortalidad mediante la creación de un entorno seguro e higiénico. Así como impartir formación a los usuarios sobre un consumo de drogas menos lesivo, reduciendo el riesgo de transmisión de enfermedades”, y recalca que al mismo tiempo el centro “reduce el consumo de droga en lugares públicos, mejorando la higiene y la seguridad de estos”. 

La persona encargada me explicó que desde el 2015, año en que comenzó la Fundación Gizakia, la dirección del centro ha “atendido a 1023 personas distintas. Durante este año han pasado por nuestro servicio 306 usuarios/as, 260 hombres y 46 mujeres”.

Según el informe sobre la Situación de la Salud Mental y el Consumo de Sustancias Psicoactivas en México de la Comisión Nacional contra las Adicciones, así como estadísticas del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones (IAPA) del Gobierno de la Ciudad de México, el aumento del consumo durante y después de la pandemia en la Ciudad de México fue de un 20 %. Durante el confinamiento se registraron 735 mil fallecimientos por dicha causa. 

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“Yo comencé fumando marihuana con 11 años, ahora tengo 25 años y consumo otro tipo de drogas ilegales”, explicó Sabina sobre cómo fue su evolución hasta llegar al consumo de otras sustancias. Ella vive en San Cristóbal de las Casas (México) y actualmente está buscando trabajo, debido a que fue despedida por el Covid-19. “Tanto en el confinamiento, como después, he aumentado el consumo. Me gustaría poder ir a salas que estén supervisadas, porque no quiero que me pase nada en mi hogar, estando yo sola”, matizó tras comentar el motivo de mis preguntas en relación a las salas de consumo.

Veter AC, organización en México, está enfocada en implementar proyectos sociales para la salud y derechos humanos de personas en contexto vulnerable, realiza entregas de un equipo estéril de manera gratuita para la inyección de drogas y de esta manera evitar el intercambio. También realizan pruebas gratuitas para la detección rápida de enfermedades sexuales como el VIH. 

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​Foto cedida por el Centro Socio Sanitario de Atención a las Adicciones - Fundación Gizakia ​

La agencia de Naciones Unidas para el Sida (Onusida) repasó en un informe la epidemia del VIH y aunque hay países que la tienen “bajo control” en otros no es así. La incidencia mundial se ha reducido en un 30 % y la mortalidad en un 43 % desde 2010, según Onusida. Aunque en España no varía desde hace años la incidencia de unos 30.000 casos al año.

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Una de las principales vías de contagio del VIH actualmente es compartir jeringuillas y Aitor me indicó que estas salas de consumo se han construido para ser “una respuesta de salud pública ante la rápida transmisión de VIH entre los consumidores de drogas por vía inyectada”. 

La única y primera sala de consumo supervisado en América Latina se encontraba en Mexicali, México. Dicho lugar estaba supervisado por Verter AC, donde se podía consumir heroína en un entorno seguro. Mexicali es una ciudad fronteriza con Estados Unidos. Tal y como cuenta Said Slim Pasarán, coordinador de Verter AC, se encuentra en “un estado con una alta incidencia en la epidemia del VIH”. El 23 de noviembre de 2018, el Ayuntamiento de Mexicali cerró su centro comunitario, donde la organización distribuía las jeringas. Actualmente Verter AC sigue repartiendo el material, pero sin tanta seguridad o mayor posibilidad de ayuda. 

Después de analizar y ver cómo mejora la calidad de vida tanto de las personas que consumen como de la sociedad de su alrededor, Santos recalca que el foco no solamente se tiene que centrar en las muertes por sobredosis. “Las personas que acuden están más seguras. Saben que cuando van a consumir en casos como la inyección, tienen un acompañamiento donde se les aconseja que lo hagan en otras partes del cuerpo para evitar mayor daño”. 

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Anne tiene 70 años y lleva viviendo toda la vida en su barrio, pero hay un día que siempre recuerda -con miedo al principio, pero después con alegría- y fue la apertura de la sala de consumo en Reus (municipio de la provincia de Tarragona en Cataluña). “Siempre he visto cómo las personas se drogaban en el parque que tengo al lado de mi casa o cerca del algún colegio”, describe Anne su barrio antes de la llegada de la sala de consumo y hace hincapié que con la inauguración de dichos espacios “estas personas están en unas habitaciones haciendo esas cosas y así sabemos que no les ocurrirá nada malo y que no pasará nada a otras personas”. 

Después de analizar y ver cómo funcionan los centros de consumo supervisados, me pregunté si pueden formar guetos y Aitor me aclaró que “este tipo de recursos se ubican en lugares donde ya existe una problemática con el consumo de droga en vía pública y/o con problemas de mercado local de drogas. Se ha estudiado el impacto en las ciudades donde se ubican estos centros y no ha habido un aumento de la delincuencia tras la apertura de los mismos, es más, disminuye la conflictividad asociada al consumo en la vía pública y los materiales desechables derivados del mismo”. 

Aunque al principio puede dar miedo que se abra una sala de consumo, “en Bilbao estamos en contacto con las asociaciones de vecinos de la zona, quienes han acudido en algunas ocasiones a nuestras jornadas de puertas abiertas. Ellos nos han manifestado la mejora de la zona desde que se abrió la sala hace casi 18 años”, sentenció Aitor. 

¿Legalizar o no legalizar las drogas? No estoy segura que sea esa la cuestión final, pero sí estoy convencida, después de la investigación, que es necesario hablar sobre las drogas en la escuela o el entorno familiar. Cuanto más tabú hay sobre un tema, ya puede ser la droga o el sexo, al final hay menor información. Yo no recuerdo que en mi casa, cuando era más joven, se hablara sobre qué drogas me podría encontrar en la calle. Conocer qué drogas hay no significa que las vas a salir a buscar. 

Esto me suena un poco a cuando en los medios de comunicación se tenía prohibido hablar sobre la salud mental, y ahora se han dado cuenta que es necesario hablar para informar, visibilizar y actuar.