Salud

El caótico placer de cultivar un mal hábito

En mi caso, pasar una noche de descanso no tan perfecta es un momento de felicidad total.
Ilustración de una mujer durmiendo y su mesita de noche con diferentes objetos
Ilustración por Cathryn Virginia

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

Por lo general, la brecha entre “lo que ‘debería’ estar haciendo” y “lo que realmente estoy haciendo” es un punto de encuentro clásico para mi angustia, a menos que lo que esté haciendo sea exactamente lo que quiero hacer. En ese caso, me inunda una alegría perversa. Y dado lo mucho que me quedo en casa ahora, muchos de los mejores pecados se ven atenuados, así que debo aprovechar los momentos de placer cuando puedo. Uno de mis placeres actuales es dormir mal, con la ayuda de todas las prácticas nocivas de higiene del sueño que pueda juntar, al mismo tiempo. En realidad lo disfruto: a veces tienes que renunciar a un mal hábito, y a veces tienes que dejar de preocuparte y simplemente divertirte.

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Hay un sinfín de malas rutinas asociadas con una pésima higiene del sueño y creo que me gustan todas. La hora de dormir es una preciosa flor de invernadero que no puede permitir que nada remotamente interesante se le acerque demasiado. Ninguna de las siguientes actividades está permitida cuando se acerca la hora de dormir: conversaciones acaloradas, ponerse a bailar, pasar tiempo frente a la pantalla, leer algo emocionante que te hierva la sangre, ver videos increíbles de los perros de tu amigo, beber demasiado, bocadillos pesados o cualquier estimulante. La mala higiene del sueño incluso tiene prácticas contradictorias. Aparentemente, es perjudicial tanto (1) irse a la cama muy tarde como (2) irse a la cama deliciosamente temprano. Lleva a una persona a preguntarse: si elimino o cambio todas estas cosas, ¿qué debo hacer? ¿Hacerme el muerto? ¿Quedarme en silencio? ¿Se supone que debo fingir que estoy en coma, justo antes de entrar en coma durante seis a nueve horas?

¿Dónde está la diversión en esto? ¿Dónde está la fuerza vital?

En ninguna parte, ahí es donde. Los requisitos para una buena higiene del sueño parecen realmente sabotear mi alma. Una sana higiene del sueño corteja la quietud: la imitación de la parálisis, una mentalidad estéril, una habitación tranquila, una escena oscura. Tengo un poco de miedo a la quietud en este momento. Demasiada calma invita a la mente a “ponerse activa”. Si, en cambio, decides poner la canción que has tenido en la cabeza todo el día (“He’s the Greatest Dancer”), inventas una coreografía impecable y alborotas al perro mientras esperas que tu pareja termine de alistarse para irse a dormir: Bueno, ciertamente no hay lugar para nada tan aterrador como “ponerse a pensar”.

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Sé que se supone que es malo para mi cerebro y el resto de mi cuerpo, pero recientemente me convertí en una genio cuando se trata de dormir mal, porque me hace feliz. Aplasto mi cuerpo en el sillón en una fantástica posición de caballito de mar, con las piernas apoyadas en el perro que ronca, leyendo a medias una revista de septiembre mientras veo un episodio de Veep, un whisky con hielo sudando sobre la mesa. Envío chistes increíbles a amigos en diferentes zonas horarias. Comienzo un proyecto de correspondencia donde tengo que hacer mi propia tarjeta y el pegamento está derramado en todas partes. Compro en línea pequeños aretes de aro hechos de cadenas delicadas (si saben dónde conseguir el par perfecto, envíenme un correo electrónico) mientras mi pareja me lee un thriller verdadero en voz alta, esta vez con una copa de vino natural burbujeando en el mesita de noche. Mis dientes están sin cepillar en todos los escenarios.

El domingo me quedé dormida viendo The Crown yo sola porque mi pareja no quiere verla conmigo (¡a pesar de amar a Olivia Coleman!), Luego me levanté para cepillarme los dientes y entonces, como ya estaba despierta, comencé a ver The Crown de nuevo. (“Te dormiste dos veces viendo esa serie”, dijo mi pareja. “Suena bastante aburrida”. ¡Tiene razón! Pero los rostros, la ropa, los gritos mudos, la represión silenciosa: me resulta interesante).

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Podrían mirar mi mesita de noche —con una computadora portátil, una pequeña botella de barro con mezcal, tres revistas, siete mil novelas, una taza de agua, una taza de té, un teléfono con una app de chat de video abierta— y decir, Vaya: qué complicada configuración tienes, ¡con muchas partes móviles! También admiro eso de mí, pero déjenme decirles que, como un niña prodigio con una viola, todo esto se me da naturalmente. Es probable que mi tremendamente creativa mala higiene del sueño ni siquiera sea mi peor hábito, y quizá por eso se siente tan bien cultivarlo. Hacer algo que sea un poco perjudicial para uno mismo en nombre de la alegría y la satisfacción es la esencia de la vida.

Podrían preguntarme, con toda razón, cómo duermo por la noche, a lo que respondo: muy bien. En general, soy bastante afortunada a la hora de dormir, así que tengo cierto margen de maniobra para sabotearme. Mis descansos suelen ser ininterrumpidos, bastante rejuvenecedores y solo están plagados de uno o dos sueños en los que algo sale mal en un aeropuerto, lo cual es suficientemente manejable. Como ocurre con cada elemento de mi vida, estoy segura de que podría mejorarlo. Estoy segura de que podría estar un poco más animada durante el día, pero... ¿con qué fin? Reconozco que, por el momento, el mundo no está en condiciones de recibirme en mi mejor momento.

También hay algo sobre los malos hábitos que fomentamos en este momento —en medio de lo que, con suerte, es un estado temporal de eventos funestos— que también los hace sentir temporales. No me preocupa tener malos hábitos de sueño por el resto de mi vida, o incluso más allá de este invierno. Por ahora, este es mi hobby, mi deleite, mi habilidad. Si el objetivo de “dormir bien” es la paz personal, entonces mi enfoque en la misión general también debería ser personal. Solo que por ahora, lo único que realmente me tranquiliza es irme a dormir en una divertida y caótica vorágine de mi propia elección.

Sigue a Maggie Lange en Twitter.