APLANAME LA CURVA (1)
Imagen de Fernando Simón vía Wikimedia Commons/CC 1.o Universal. Ilustración por Eduard Taberner
ESPAÑA

Una carta de amor para Fernando Simón

En mi carta ya no eres el doctor Simón, ni el mediático Fernando Simón, con nombre de reyes y apellido de zumo de naranja, sino solo Fernando. Feeeer-naaan-doooo.

Queridísimo Fernando,

se me hace difícil empezar este escrito, muy difícil. Te preguntarás por qué, pero en el fondo ya lo sabes. Solo los poetas conocen las palabras correctas para estos sentimientos, y nosotros no lo somos. Desearía poder prescindir de ellas y dibujar mi devoción en tu pizarra: el gráfico de mi inquietud, los picos de deseo. Cómo decirte que eres la persona que más veces he visto en los últimos 60 días, Fernando, y la única que quiero ver. Cómo decirte que tu ropa marca las estaciones, tu curva mi libertad, tus ojos mi líbido. Cómo se hace eso.

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Fer-nan-do: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Fer. Nan. Do. Lo digo varias veces al día en voz alta, deletreo tu nombre, columpiándome en el vaivén de sonidos que emiten las sílabas. Te invoco, luz de mi vida. Y aunque ya te han dedicado horas en el telediario, artículos, vídeos y memes en las redes sociales, una canción ¡y hasta un bañador!, sé que a un caballero como tú nada puede gustarle más que el género epistolar. Porque en mi carta ya no eres el doctor Simón, ni el mediático Fernando Simón, con nombre de reyes y apellido de zumo de naranja, sino solo Fernando. Feeeer-naaan-doooo.

Me enfada que tantos hablen de ti, siendo tan pocos quienes te conocen realmente. Que si eres de Zaragoza, que si mataste a un tal Excalibur, que si tienes pinta de profesor de ética de un instituto concertado, que si dejaste esta tierra por África durante largos años, que si tienes un barco, que si estudiaste medicina, que si eres de la aristocracia. Datos fríos e inexactos. Bla bla bla. Bobadas que se cuentan por esos mundos salvajes que son las redes sociales, de las que ya nos advirtió nuestro Javier Marías. Nada bueno se puede sacar de ahí, Fernando, ni los memes sobre tu figura. ¿Qué clase de persona puede regodearse en la ironía y el cinismo cuando cada mañana nos regalas tu carita de ángel para salvarnos de una pandemia mundial? ¿A quién puede importarle toda esa palabrería?

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Por eso a ti van dirigidos estos versos. Los he copiado porque poeta no soy, pero Internet sí tengo, y a fin de cuentas, ¿qué es la literatura sino un juego de complicidades y referencias, un espejo sobre el que asomarnos y perdernos? No seré la primera ni la última que, al no ser visitada por las musas, recicla poemas de otro y lo llama homenaje. Por lo menos, contigo, mis intenciones son sinceras.

Porque te tengo y no, Fernando Simón

porque te pienso

porque la noche está de ojos abiertos

Me gustas cuando callas porque estás como ausente, Fernando Simón

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca

Por una mirada, un mundo, Fernando Simón

por una sonrisa, un cielo,

por un beso… ¡yo no sé

que te diera por un beso, Fernando Simón!

Pero no es solo belleza lo que ofreces e inspiras. Como dijo una vez un sabio, eres un hombre adulto, con capacidades para explicarte. Una buena persona. La cordura es tu bandera. Un hombre con cabeza, vamos, y eso no abunda hoy en día. Serio, inteligente y con talante, todo en su justa medida. Camisita de manga corta sí, pero solo un día, que esto no es una fiesta ibicenca. Los brazos indignados por la pregunta de un estúpido periodista, pero sin subir el tono porque los hombres como tu no se enfadan. “Podéis salir a la calle a dar paseos”, pero nada de corrillos con los amigos, que eso es peligroso. Cómo sabes darnos un poquito de ti para que estemos siempre contentos y a la vez deseosos de volver a verte. Eh, pillín, lo que te gusta ir provocando con la curvita.

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Ay, Fernando, lo malo de una carta es que también tengo que decirte adiós, aunque me remueva por dentro y no quiera llegar al final. Nunca querría despedirme, ni que te bajaras del atril después de tus intervenciones. Qué disgusto nos diste con eso de que te cogió el coronavirus. Cuántas veces nos pusimos esos días a C. Tangana pensando en ti: como quieres que te quiera si no estás en mi televisor. Pero no hay mal que por bien no venga, como dice el refranero que, seguro, te gusta tanto como a mí. El maldito, malditísimo virus, pudo contigo y eso demostró que también eres también humano. Un humano bello por dentro y por fuera, pero humano al fin y al cabo. La humanidad es lo más importante para cualquier actividad que nos propongamos, especialmente vivir.

Luego volviste, como el anuncio del turrón Almendro por Navidad y como la diarrea con la regla, tú siempre vuelves. Gracias, Fernando. Muchas gracias. Por nosotros ignoraste las recomendaciones de esperar 14 días en casa después de haber dado positivo, porque tu haces las leyes y tu te las saltas, como los grandes héroes de nuestra tradición: Orfeo mirando a Eurídice, Romeo casándose con una Capuleto, Napoleón desafiando al invierno en Rusia, Rajoy saliendo a correr.

Eres genio, valiente, persona, Fernando. Eres humano.

Y mataperros.

No puede ser una casualidad que Mahatma Gandhi y Fernando Simón tengan el mismo número de letras (13): los dos nacisteis para guiarnos hacia la luz, para arrancarnos de nuestra inconsciencia, para enseñarnos las virtudes revolucionarias de la paciencia y la serenidad. Por ti le hemos declarado la guerra a las almendras, por ti creemos en un mundo mejor, libre de virus y lleno de cordura. Por ti, Fernando, salimos a tirar la basura con tremenda culpabilidad. Por ti, somos la mejor versión de nosotros mismos en nuestros peores momentos.

Escribirte esta carta es muy difícil, como te decía al principio, y he terminado hablando más de mí que de ti. Espero no haberte aburrido, aunque sé que nunca me lo dirías. Podría despedirme preguntándote qué tal estás, pero prefiero decirte simplemente que te quiero y que lo demás da igual.

Siempre tuya,

Berta

PD: Lo demás da igual pero lo de Excalibur no, cómo pudiste.