Ay, Cariño, El Horroreír

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Ay, Cariño, El Horroreír

¿Qué pendejada dijo ahora EPN?, preguntó ella. ¡Es una máquina de producir memes!, dijo él.

Ilustración de Christian Cañibe.

Este artículo forma parte de la edición de Agosto/Septiembre de la revista VICE.

Quiero dejar esto, dijo él. Desconéctate, dijo ella. No puedo, dijo él. ¿Por qué?, preguntó ella. Me he vuelto adicto, dijo él. ¿Otra vez?, preguntó ella. ¡Hay un mundo en el cual destruirse!, gritó él. Me asustas, dijo ella. Despierto enfermo de felicidad, dijo él. Ya lo veo venir, dijo ella. ¡EPN! ¡EPN ¡EPN!, dijo él. Bueno, cuéntame, concedió ella. Lo volvió a hacer, dijo él, cada día se supera a sí mismo. ¿Qué pendejada dijo ahora?, preguntó ella. ¡Es una máquina de producir memes!, dijo él. In oder wors, dijo ella. Infrestructochor, dijo él. Infraestructochor, cantó ella. Infrestructochor, siguió él. Infrestruc-chur, tarareó ella. ¡Detente!, suplicó él. No puedo, sentenció ella. Los vigilo, dijo el otro. ¿Qué es eso?, preguntó él. Un estribillo, respondió ella. No mames, dijo él. La máquina es prolífera, dijo ella. En los programas de TV, dijo él, en las entrevistas y los discursos, dijo ella, en las visitas oficiales, dijo él, en los informes de gobierno, dijo ella, sin telepromper, dijo él, no somos nadie, dijo ella. Hagamos una memoria, propuso él, of of auer divelopm…of ager divelomen processes…, dijo ella. Los vigilo, dijo el otro. Será difícil procesar tanto material, dijo él. Un tanto confuso, digo obtuso, añadió ella. La estupidez, dijo él, del presidente, acotó ella, no tiene límites, remató él. Incluso en español es incomprensible, dijo ella. Humberto Moreira ha dejado muy en claro —y hasta ahora no ha habido dentro de la irregularidad que se tiene y que se ha señalado y que es además inobjetable e indefendible, que es la falsificación de documentos—, que no ha habido un señalamiento que le involucre al menos a él directamente, citó él. Eso es viejo, ¿no?, preguntó ella. Del 2011, dijo él, antes de las elecciones. Ah, sí, dijo ella: Moreira era presidente del PRI, brazo derecho de Peña y exgobernador de Coahuila, acusado por endeudar a su estado ¡con 36 mil millones de pesos! Los vigilo, dijo el otro. Las declaraciones de EPN anunciaban lo que vendría, dijo él. ¡Compra, venta y amistad! ¡Robaremos a la luz del día!, dijo ella, rimando. Shu not meik as forget. ¡El meme es el recuerdo de nuestro porvenir!, exclamó él. Naaa, desconfió ella, el meme es amnésico; cada meme tiene detrás otro meme que a su vez… No te entiendo, dijo él. Al nacer, todo meme de EPN es ya un jeroglífico medio borrado en el muro grotesco de lo noticioso, explicó ella. Igual, necesito hacer un meme con Moreira y el copetes, no puedo contenerme, tembló él. Ya deja eso, sugirió ella. Imposible, dijo él, hay tanto placer en el desmoronamiento, tanta carcajada en el dolor, dijo él. Ay, el horroreír, repitió ella. México es una desgracia de proporciones deformes, insistió él. Una realidad trágica que el remedo cibernético sólo perpetúa como queja, sin transfigurarla, dijo ella. Pero el meme es subversivo, dijo él. Ansiolítico, dijo ella. Es remezcla anónima, colectiva, ¡opinión política de masas!, dijo él. El meme es reír sin hacer nada. No hay llamamiento a la insurgencia. Es puro aguante del dolor, ese fatalismo, dijo ella. Me dejas circunspecto, dijo él. En la excitación memética, la sociedad mediatizada cree desafiar la moral del súbdito, atándose a la mentira de la libre expresión. (Él guardó silencio.) Son imágenes que informan de una realidad donde el exceso de imágenes ya no informa nada, prosiguió ella. ¿Qué no ves toda la potencia de estos memes?, inquirió él. Idiota, son tus ilusiones, dijo ella. ¡Nuestra burla sistematizada lo ha herido de muerte! Trudeau, Obama, Merkel, el mundo entero se pitorrea del pobre ente, dijo él. Tal vez, insistió ella, pero hay algo que no nos dice el meme: ¡a herr Merkel le conviene tener a un tarado como EPN! Yo insisto, dijo él, la memética es una máquina de guerra. Ay, cariño, respondió ella, el meme es la crítica y, al mismo tiempo, el intento de terminar con la crítica. Es la risa del padecimiento mismo: muerto ya antes de nacer. ¡Qué amarga!, dijo él. ¡Es que el poder ya no reside en EPN! Es un maniquí de yeso, una institución en desuso, puro decorado. Que no sepa hablar es ya irrelevante. EPN nos divierte más de lo que nos gobierna. Divertirte es incluso su trabajo, dijo ella seriamente. Me asustas, dijo él. Detrás de cada galimatías, hay un desaparecido, un latrocinio, un desollado, un exterminio. Los tartamudeos de EPN están ahí para distraerte. Él es su melodrama y su comedia, ¡un espectáculo sin fin! El poder está en otra parte. Tienes que invertir el meme, sentenció ella. Los vigilo, dijo el otro. Creo que te voy entendiendo, hermosa, dijo él. ¿Te das cuenta? EPN es el meme que nos entretiene, dijo ella. ¡Es el pelele!, aulló él. In oder wors, dijo ella, el gobierno ya no está en el gobierno. El poder real está fuera de las instituciones; está en una autopista, en los bancos, en el software o la fibra óptica. En las minas, los megaproyectos turísticos, la privatización del bien común. La vacuidad retórica de Peña es el vacío mismo del Estado, dijo ella. Hoy convertido en oficina de gestiones del mercado, dijo él. Su función es velar por los bienes de las Corps. y la circulación del narco, dijo ella. Es el policía de Atenco, el guardián del aeropuerto, dijo él. En efecto, dijo ella, el poder reside ahora en la infrestructochor de este mundo. Infraestructochor, dijo él. Infrestructochor, siguió ella. Infrestruc-chur, tararearon ambos al unísono. Los vigilo, dijo el otro.